Pedro Pascal no nació en Hollywood ni creció rodeado de focos, aunque hoy sea una de las estrellas más reconocidas del cine y la televisión a nivel mundial. Vino al mundo en Santiago de Chile en 1975, pero antes de cumplir su primer año ya vivía en el exilio. Sus padres, contrarios al régimen de Pinochet y con vínculos en movimientos de izquierda, solicitaron asilo político en la embajada de Venezuela cuando él tenía apenas seis meses. Durante semanas, su madre solo podía verlo desde una ventana, mientras una tía se lo acercaba en secreto para aliviar la angustia de la separación.
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Una infancia complicada y una adolescencia como gogó en Madrid
Desde entonces, la vida de Pedro Pascal estuvo marcada por el desarraigo. Tras obtener el asilo, la familia se trasladó primero a Dinamarca y más tarde a Estados Unidos, donde intentaron reconstruir su vida. Así comenzó una infancia atravesada por la distancia, la adaptación constante y una identidad dividida entre dos mundos. Antes de convertirse en uno de los actores más cotizados de su generación, fue un niño en tránsito, un adolescente invisible y un joven que encadenaba castings fallidos mientras trabajaba como gogó en discotecas de Madrid para sobrevivir. Sus comienzos son los de alguien que cae, resiste y, finalmente, renace.
Su nombre completo, tan rotundo como sonoro, es José Pedro Balmaceda Pascal. Hijo de Verónica Pascal Ureta, psicóloga infantil, y de José Balmaceda Riera, médico especializado en fertilidad, creció en una familia profundamente implicada en el clima político y social de la época. Ambos padres estaban vinculados al Movimiento de Izquierda Revolucionaria y, tras el golpe militar de 1973, su hogar sirvió de refugio para perseguidos, entre ellos Andrés Pascal Allende, primo de Verónica y sobrino directo del presidente Salvador Allende. Esos lazos pusieron a la familia en el punto de mira, y marcaron su destino.
Nieto de inmigrantes españoles
Pedro es también nieto de inmigrantes españoles: su abuelo paterno era vasco y su abuela materna, mallorquina. Esas raíces europeas también forman parte de su identidad multicultural, tejida entre continentes y exilios.
Tras su llegada a Estados Unidos, los Balmaceda Pascal se establecieron entre San Antonio (Texas) y el condado de Orange (California). Allí, Pedro comenzó a desarrollar una intensa pasión por el cine y el teatro. Sin embargo, no fue una adolescencia fácil. Su personalidad reservada, su sensibilidad artística y su afición por los libros y las películas lo convirtieron en blanco de burlas y acoso escolar. “Había un grupo de chicos que al principio fueron mis amigos y luego se convirtieron en mis terrores”, recordaría años después.
Fue su madre quien, al ver su sufrimiento, decidió cambiarlo a una escuela de artes escénicas más abierta y creativa. Aquello le salvó la vida. “Mi madre siempre me brindó un apoyo increíble. Nada de lo que soy hoy sería posible sin ella”, diría Pascal en una entrevista.
La pérdida que cambió su vida
Poco después, ingresó en la prestigiosa Tisch School of the Arts de la Universidad de Nueva York. Pero justo cuando parecía encaminar su vocación, un nuevo golpe sacudió su vida: en 1995, su padre se vio envuelto en un escándalo relacionado con una clínica de fertilidad. Acusado junto a otros médicos de irregularidades en tratamientos con óvulos, regresó a Chile con parte de la familia. Pedro y su hermana Javiera se quedaron en Nueva York. Aquel escándalo lo sacudió todo. Cuatro años más tarde, su madre se quitó la vida. Fue entonces cuando Pedro adoptó el apellido Pascal como homenaje y como forma de empezar de nuevo.
Los años que siguieron fueron de lucha. Encadenaba trabajos esporádicos en televisión —en series como Buffy, La ley y el orden o The Good Wife— y vivía al límite, sin certezas. Incluso, como hemos señalado anteriormente trabajó como gogóen Madrid en los 90, algo que él mismo contó con humor en el programa El Hormiguero. Tenía el talento, pero no encontraba la oportunidad.
El giro inesperado
Hasta que llegó Juego de Tronos. En 2014, gracias a la recomendación de su amiga Sarah Paulson, consiguió una audición para interpretar a Oberyn Martell. El papel fue breve, pero su magnetismo en pantalla fue tal que lo convirtió en una revelación internacional. Luego vinieron Narcos, The Mandalorian, The Last of Us… y la consolidación definitiva.
Orgulloso hermano mayor
A pesar del éxito, Pascal nunca ha olvidado sus orígenes. Siempre ha hablado con cariño de su hermana Javiera —hoy ejecutiva de Amazon Studios en Sudamérica— y de su hermana menor, Lux. La joven, que tuvo una infancia complicada, inició su transición de género en 2020 y actualmente vive uno de sus mejores momentos, tanto a nivel personal como profesional, como actriz y activista en Chile. Pedro la ha acompañado públicamente desde el primer momento con un emotivo mensaje en redes: “Mi hermana, mi corazón, nuestra Lux”.
También mantiene una relación muy cercana con su hermano Nicolás, el menor de los cuatro hermanos. Aunque alejado del foco mediático, Nicolás reside en Chile y, según ha contado Pedro en alguna ocasión, es una de sus personas de referencia y un gran apoyo familiar.
Hoy, Pedro Pascal es una de las figuras más queridas de la industria. Ha trabajado con directores como Pedro Almodóvar, protagoniza superproducciones y sigue manteniendo un perfil reservado. Nunca ha ocultado su historia, pero ha preferido contarla desde la empatía, el respeto y la humanidad.