Pierde el miedo a volver a entrenar después de una lesión

Cuando dejamos el entrenamiento por una lesión podemos sentir vulnerabilidad y pereza de retomar el ejercicio físico.

Por Laura Bech

Las lesiones producidas por el deporte pueden tener un doble efecto perjudicial en nuestra salud, además de ser especialmente desmotivadoras, porque nos pueden obligar a pasar largo tiempo sin realizar ejercicio físico, pueden desencadenar una pérdida de forma física muy importante y el temor a repetir la lesión.

Además, a una lesión le suele venir sobrevenido más esfuerzo del habitual durante el tiempo en el que dura la recuperación. Las tareas se amontonan, la casa, la familia y el trabajo son facetas demandantes de mucho esfuerzo, y la propia lesión puede hacernos recelar de volver a entrenar, pues no parece una prioridad.

Antes de tener en cuenta volver al ejercicio físico, lo más importante es tener la seguridad de tu médico, el especialista que esté revisando tu recuperación, y que certifique que ha llegado el momento de volver al entrenamiento. Si desde un punto de vista médico se da por finalizado el periodo de recuperación de la lesión y hay vía libre para volver al entrenamiento, lo siguiente a tener en cuenta es contar con un proceso progresivo de vuelta al gimnasio o a la cancha. Sea cual sea la disciplina deportiva que realices, jamás regreses de una lesión con la intensidad habitual, es primordial hacer una adaptación gradual y no forzar nunca tu cuerpo.

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Si sufres ansiedad por volver al entrenamiento

Es muy común el rechazo inicial a volver a poner en funcionamiento la parte de nuestro cuerpo que ha estado lesionada, podemos sentirnos vulnerables y temerosas de que la lesión realmente no esté curada, o a volver a producirnos una nueva. Para aplacar esta posibilidad la situación puede abordarse con la idea de que no exista una sola renuncia a nuestras intenciones de entrenar, aunque la potencia y el nivel de esfuerzo pueda ser inferior, no dejar pasar ni una sola oportunidad para entrenar, haciendo así que se establezca una rutina y que sea inamovible. Poco a poco podremos ir aumentando nuestro nivel de esfuerzo e ir regresando poco a poco a la normalidad.

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Es muy importante ser realista con nuestros objetivos y nuestra situación, tanto física como la percepción de nuestra mejoría. De nada serviría forzarnos demasiado, con el consiguiente problema de salud que nos podría acarrear. Y tampoco es positivo hacernos perder posibilidades de alcanzar un entrenamiento satisfactorio, manteniendo indefinidamente un nivel de esfuerzo muy por debajo de nuestras posibilidades.

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Diversifica tu entrenamiento

Cuando regresamos de una lesión podemos sentir que el ejercicio que realizamos hace hincapié precisamente en la zona en la que hemos sufrido la lesión, por esa razón estaría bien diversificar nuestro entrenamiento y abrirnos a otras disciplinas. De forma colateral, la lesión puede resultar “beneficiosa” si tenemos en cuenta que puede servir para hacer un parón y acabar abriéndonos a otras formas de entrenar.

Además, es muy recomendable no iniciar esta nueva etapa de nuestro ejercicio físico en solitario, pedir ayuda y abrir nuestro entrenamiento a la compañía de otras personas, que sirvan de acicate y que acaben simbolizando una imposibilidad para resentirnos, retrasar el momento de hacer ejercicio o enquistarnos en nuestros propios miedos sobre las posibles consecuencias negativas del ejercicio y las lesiones.

No permanezcas impasible ante tu propio esfuerzo, y no dudes en darte pequeñas recompensas por el trabajo bien hecho, el refuerzo positivo es un pilar de esta situación, aun cuando el avance sea pequeño, busca la forma de sacar brillo a todo lo bueno que representa, no te lo guardes: comunícalo, celébralo y, recuerda, que este es un camino largo, pero que poco a poco llegarás.

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