Bahía de Notre Dame, isla Porquerolles, Riviera francesa, Mediterráneo, Francia© Alamy Stock Photo

REFUGIOS TRANQUILOS

Cinco islas europeas que no tienen aeropuerto y que solo puedes llegar en barco

En las aguas del continente aún existen territorios libres de tubos de escape, claxons y atascos, paraísos silenciosos donde la propia naturaleza y la esencia local son el único y maravilloso sonido de las vacaciones.


11 de agosto de 2025 - 8:57 CEST

Existen lugares que, a pesar de su belleza, su atractivo y su perfil paradisíaco, han resistido al tráfico rodado, manteniendo así gran parte de su esencia y tranquilidad, dejando a raya la masificación. Algunos de esos rincones son islas, sobre todo pequeñas, cuyo acceso se hace solo por mar y que permiten una desconexión asegurada. Sin aviones sobrevolando los senderos, sin motos ruidosas ni coches mal aparcados, estos cinco destinos ofrecen un refugio veraniego único donde el único sonido es el de la naturaleza y el ajetreo de puertos y pequeños pueblos.

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Caleta de Sebo, La Graciosa, Islas Canarias© Getty Images/Westend61

LA GRACIOSA (CANARIAS)

La hermana pequeña de las Islas Canarias es también la mayor reserva marina de Europa. La belleza de sus líneas, visible ya desde la famosa playa lanzaroteña de Famara, entre surferos y parapentistas, sorprende aún más al bajar del ferry que lleva hasta su único puerto. El tráfico rodado aquí se limita a las bicicletas, y es que una de las mejores formas de explorar sus 29 kilómetros cuadrados es pedaleando por sus senderos habilitados.

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El clima excepcional de su isla vecina acompaña aquí a los visitantes del Parque Natural del Archipiélago Chinijo, un lugar protegido donde los pocos habitantes comparten con los visitantes un abanico de playas vírgenes y solitarias que van desde la Caleta de Sebo hasta La Cocina (en la imagen), lugares mágicos donde hacer esnórquel, disfrutar de las olas o ver atardeceres maravillosos. 

El volcán de Montaña Amarilla es otro de los atractivos ineludibles de este extremo canario, un escenario ocre y dorado que cambia de color con los tonos del día y al que puede llegarse mediante un sendero que recorre el litoral más bello de la isla. En barco también pueden alcanzarse los islotes cercanos, como Roque del Infierno o Alegranza, o recorrer las calles del pueblo en busca de la mejor cocina marinera.

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PORQUEROLLES (FRANCIA) 

Enclavada en el Mediterráneo, frente a la península de Giens, conformando el archipiélago de Hyères, la isla de Porquerolles, aunque con apenas 12 kilómetros cuadrados, tiene suficiente para sorprender a quienes se acercan en barco a ella. Restos celtas, ligurios, griegos y romanos se reparten por su escasa geografía que, aún así, recoge numerosos planes entre la claridad de las aguas cristalinas de sus playas y las rutas de senderismo entre paisajes vírgenes. 

Parte del Parque Nacional de Port-Cros, en la Costa Azul francesa, sus encantos están marcados por lugares como la playa de Notre-Dame, considerada una de las más bellas de Europa y la mejor para practicar buceo, o la playa de La Courtade, de casi un kilómetro y frecuentada por quienes desean practicar deportes acuáticos. Pero más allá de los arenales espera la historia en lugares como el Fuerte Sainte Agathe, que ofrece una panorámica de la isla, el puerto y las islas vecinas, además de un museo de arte contemporáneo.

También baterías y otras construcciones militares son visitables a través de sus 54 kilómetros de senderos entre pinos y robles que llevan a recónditas calas, como la de Gorge du Loup y acantilados impresionantes. Pero antes de irse vale la pena conocer las calles del pueblo, con sus clásicas fachadas rosas, su Place d’Armes y la bonita iglesia de Sainte-Anne, monumento histórico desde 2019. 

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FAVIGNANA (ITALIA)

Antiguamente llamada Aegusa (mariposa) por su forma y ahora Favignana por el viento particular de la zona, conocido como favonio, la isla más grande de las Égades se convirtió en el pasado en una cantera de mármol y granito que vestía los edificios de Sicilia y los árabes explotaron en ella la pesca del atún, que dejó una curiosa tradición (y un museo sobre ella) en la que los pescadores acorralan al pescado y lo arponean entre los meses de mayo y junio.

El puerto, las calles y sus plazas son la primera impresión de esta isla que vibra. Como excepción, aquí sí pueden verse coches, pero durante la temporada alta los no residentes no pueden traer su vehículo a la isla. Muchos aquí se mueven en bicicleta por su fácil relieve llano que, como ventaja, te lleva de playa en playa de forma fácil. Poca profundidad y aguas turquesas definen arenales como cala Azzura, de finas arenas, o cueva Perciata, de cantos rodados.

Sus aguas, en la Reserva Natural Marina de las islas Égadas, son un regalo que puede surcarse también en excursiones o actividades de pescaturismo, pero no hay que perderse las canteras de la zona noreste, reconvertidas en huertos y jardines, piscinas naturales e incluso formaciones curiosas en lugares como Cala Rossa, o la Grotta del Genovese, con pinturas del Neolítico.

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HYDRA (GRECIA)

Muy cerca de Atenas, al sur, esta isla se ha hecho famosa por no permitir el tráfico rodado. De hecho, incluso sus habitantes se mueven a pie, en bicicleta y, en ocasiones, hasta en burro. Sus 50 kilómetros cuadrados fueron lugar de veraneo de aristócratas y burgueses de la capital, y no es para menos. Alrededor de la bella ciudad, enclavada en una bahía en forma de herradura escoltada por dos baluartes, se vertebran edificios históricos y playas para quedarse a vivir.

Su encanto monumental se centra en varios museos, como el Bizantino y Eclesiástico, además de la catedral de la Dormición de la Virgen María y monasterios como Zouvras, de obligada visita. Dos pequeños pueblos, Karminia y Mandraki, alejan al visitante de la ciudad principal para adentrarse en la esencia de Hydra. El perfil abrupto de la isla deja pocas y escarpadas playas, pero suficientes para maravillarse.

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A través de un sendero costero es posible llegar a arenales como Vilchos, Spilla o Hydronetta, mientras que otros, como Bisti y Agios Nikolaos, son solo accesibles con botes-taxi. Otros caminos también llevan hasta iglesias, como San Nicolás y Santa Anastasia, y monasterios, como el de la Santísima Trinidad, esparcidos por la isla entre suaves montes.

 

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ISLA DE SARK (INGLATERRA)

La carta de presentación de este territorio inglés no es baladí. Último estado feudal de Europa, en pleno Canal de La Mancha aparece un archipiélago en el que destaca una isla, la de Sark, que obtuvo en 1565 la categoría de feudo a perpetuidad, aunque este terminó en 2008. Sin embargo, quedó la remanencia de ese sistema tan particular, pues ahora es una jurisdicción con grado de independencia, a pesar de pertenecer a Gran Bretaña. 

Pero esta pequeña joya libre de coches y motores tiene otras particularidades, como su falta de suministro de agua y gas o la falta de alumbrado público, pues nadie quiere que se perturbe la belleza de su noche estrellada, una de las más limpias de Europa. Sus 5 kilómetros de superfície llegaron hasta la pluma de Victor Hugo, que aseguró que Sark parecían pedazos de Francia caídos al mar y recogidos por Inglaterra.

Además del istmo de La Coupée y su bonita playa, que une o divide la isla en dos partes, y el islote privado de Brecqhou, la isla está repleta de encantos naturales. El promontorio de Gouliot, la colina de L’Eperquerie, con sus cañones históricos, o los puertecitos como La Maseline permiten darse cuenta de por qué aquí solo veremos carros tirados por caballos, bicicletas y tractores.

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