Castillo de Vaduz, en Liechtenstein© scaliger - stock.adobe.com

Así es el pequeño Principado europeo donde reside una de las Casas Reales más antiguas, desconocidas y ricas de Europa

Vaduz es la capital de uno de los países más pequeños y con mayor calidad de vida del planeta. Su imponente castillo medieval es el hogar de la actual familia soberana, presidida por el Príncipe Hans-Adam II. Un rincón de alma zen y abrumadora belleza natural.


17 de junio de 2025 - 8:00 CEST

En el corazón de Europa, entre Suiza y Austria, los majestuosos Alpes envuelven un principado de nombre impronunciable que, a pesar de su tamaño liliputiense, apenas 160 kilómetros cuadrados y cuarenta mil habitantes, presume de ser una de las naciones con mayor calidad de vida del planeta. Aquí el turismo de masas no tiene cabida y su alma zen se funde con la abrumadora belleza de una naturaleza dominada por elevados picos que alcanzan los 2.500 metros sobre el nivel del mar. Sus habitantes son gentes superhospitalarias, afables y tranquilas que disfrutan de una vida relajada donde la naturaleza, la calma, la cultura, la gastronomía y la viticultura son protagonistas esenciales.

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Casa Roja en Liechtenstein© Alamy Stock Photo
La emblemática Casa Roja de Vaduz.

Un reino en miniatura y sin protocolos

El peso de la historia es otro de los superlativos de esta minúscula nación. Los actuales soberanos, los Príncipes de Liechtenstein, forman parte de una de las familias nobles más antiguas de Europa y de una dinastía de grandes empresarios.  Su origen hunde sus raíces en la lejana Silesia, ya que en la antigüedad la región era un feudo de una de las ramas principales de la Casa de Habsburgo. El actual jefe de Estado, Hans-Adam II, pertenece a la Casa de Liechtenstein, fundada en 1608 por Carlos I, y tiene la potestad, entre muchas otras,  de nombrar jueces o destituir ministros.  De acuerdo con la Constitución de la Casa Principesca de Liechtenstein, desde 1993 todos los miembros, a excepción del príncipe reinante, llevan el título de Príncipes o Princesas de Liechtenstein y Condes o Condesas de Rietberg. 

Una de las grandes peculiaridades de la familia real es su proximidad  con los liechtensteiners. Es muy habitual toparse con cualquiera de sus miembros comprando en algunas de las boutiques de la localidad o degustando las delicias culinarias  y los vinos locales en  los restaurantes de la zona. Una cercanía genuina con sus súbditos que resulta impensable en otras casas reales europeas. El Príncipe Hans-Adam II, conocido por su pasión por el arte y los negocios, suele visitar las galerías de Vaduz y asistir a los eventos culturales locales. Su hijo, el Príncipe Alois, heredero al trono y quien ejerce las funciones ejecutivas desde 2004, acude asiduamente a los eventos deportivos y festivales populares del país. Esta proximidad no es una pose mediática, sino una tradición arraigada en la historia del pequeño principado. Los habitantes de Liechtenstein se refieren a su príncipe simplemente como der Fürst (el príncipe). 

 El Castillo de Vaduz: una fortaleza medieval convertida en residencia real

Dominando una colina que se asoma a la capital, el castillo de Vaduz es su postal más emblemática y también el símbolo de la ciudad. Desde 1939, esta fortaleza del siglo XII es la residencia oficial de la familia principesca. De hecho, se trata de una de las pocas familias reales europeas que disfrutan del privilegio de vivir en un auténtico castillo de la era medieval. Sus muros de piedra gris, torres cilíndricas y tejados puntiagudos evocan los cuentos de hadas.

© Mara Zemgaliete - stock.adobe.com
Panorámica de Vaduz con el castillo dominando la ciudad medieval.

Aunque el interior del castillo no se puede visitar por motivos de privacidad, ascender hasta sus colinas cercanas es altamente recomendable si queréis deleitaros con una imponente panorámica de Vaduz y el Valle del Rhin. Si el tiempo acompaña, podéis aprovechar para realizar una ruta a pie siguiendo el camino a Känzeli. 

La bandera principesca ondeando en la torre más alta nos indica que la familia real está en residencia, un detalle que añade un toque de intimidad a la majestuosidad del lugar. Durante las noches, la iluminación dorada del castillo lo convierte en un faro que puede verse desde cualquier punto de la capital, recordando a todos la presencia discreta pero constante de sus soberanos. 

Vaduz, la pequeña capital

Vaduz es una tranquila localidad (de tamaño liliputiense) conocida por los locales como la pequeña ciudad. Este es el paraíso del menos es más, y la capital de este microestado posee una gran relevancia financiera a nivel internacional. Su calle peatonal principal, Städtle, atraviesa esta minúscula urbe de un extremo al otro y en ella conviven construcciones medievales con arquitectura contemporánea de vanguardia. Si sois amantes del arte, la cultura y la historia, este pequeño principado atesora gran variedad de museos y galerías de arte. El Museo del Arte exhibe una fascinante colección privada de arte moderno. Por su parte, el Museo Nacional (LandesMuseum) de Liechtenstein alberga una impresionante colección de arte que incluye obras de la colección privada de los príncipes, una de las más importantes del mundo en manos privadas. Los aficionados a las compras disfrutarán de este paseo por algunas de las boutiques más exquisitas de la ciudad. Una opción muy recomendable si queréis llevaros un recuerdo de este viaje al corazón de los Alpes sin gastar una fortuna es comprar el 'Liechtenstein all inclusive' y beneficiarse de descuentos en muchas tiendas, así como degustaciones gratuitas de productos locales. Y para presumir de haber estado en el único país del mundo, junto a Uzbekistán, aislado doblemente del mar (hay que atravesar dos fronteras para llegar hasta la costa),  en el Liechtenstein Center estamparán un sello oficial de entrada al país en vuestro 'Liechtenstein Pass'.  

© Alamy Stock Photo
Centro histórico de Vaduz.

Otro de los imprescindibles de Vaduz  es Mitterdorf, su casco antiguo Aquí reposan varias casas y monumentos  con sus características fachadas centenarias. La más emblemática es la Casa Roja, ejemplo de la arquitectura tradicional de Liechtenstein. Otro lugar de obligada visita es la Catedral de San Florín, de estilo neogótico, construida a finales del siglo XIX sobre los cimientos de una iglesia medieval. Y aunque no es tan espectacular como otras catedrales europeas, su fachada dominada por dos torres  de 65 metros de altitud es visible desde muchos puntos de la ciudad y junto al Castillo de Vaduz, domina el horizonte de esta minúscula urbe.  

La bodega del Príncipe de Liechtenstein 

Muy cerca del centro de Vaduz,  la popular bodega del Príncipe (conocida como Fürstliche Hofkellerei) está considerada la más importante del país alpino y pertenece a la familia soberana desde el siglo XV. Y es que este minúsculo  Principado esconde sorpresas a cada paso. ¿Sabíais que Liechtenstein tiene una tradición vinícola milenaria  cuyos vinos solo podréis probar 'in situ', ya que la producción es local y no se exportan? Aunque se recomienda una reserva previa, el acceso a estas bodegas es gratuito y con el Liechtenstein all inclusive podréis degustar dos de sus caldos 'free of charge'.  De hecho, la princesa Marie de Liechtenstein, viuda de Constantino de Liechtenstein, es una de las sommeliers principales de la bodega familiar y desde 2013 trabaja activamente en la promoción y distribución de los vinos de la finca real.   Este es 'el lugar' para aprender sobre la ancestral cultura vinícola del país, pasear entre viñedos y probar excelentes variedades de vinos elaborados con las uvas pinot noir y chardonnay.  El valle del Rhin es el escenario donde maduran variedades de uva como chardonnay, riesling, pinot noir y pinot blanc o merlot, entre muchas otras. 

© Fürstliche Hofkellerei

Los imprescindibles del Principado

¿Qué hay más allá de la capital de Liechtenstein? Los atractivos de esta singular nación no se agotan en Vaduz. En este paraíso de la banca y de  grandes fortunas habitan pueblos de montaña que parecen suspendidos en el tiempo, infinidad de senderos o castillos de cuento que hablan de un pasado dominado por grandes terratenientes que habitaban un territorio extremadamente pobre, recóndito y abandonado. Antes de abandonar el país, te recomendamos una visita a los siguientes lugares. 

El viejo puente sobre el Rhin (Rheinbrüke)

Construido a finales del siglo XIX y sometido a varias reconstrucciones, es el único puente de madera que se conserva sobre el Rhin alpino.  Declarado Bien Cultural Nacional en 1954, durante mucho tiempo fue una de lo pocas vías de comunicación entre la localidad de Sevelen en Suiza y la ciudad de Vaduz, en Liechtenstein. Transitar su interior es similar a entrar en una máquina del tiempo que irremediablemente traslada nuestras mentes a una época en la que probablemente el Principado no gozaba del elevado nivel de vida actual y la conexión con el país vecino era imprescindible para sobrevivir.  

© Robert - stock.adobe.com

 Deportes alpinos y pueblos de cuento 

La naturaleza y los deportes de aventura y de montaña son  otros de los grandes protagonistas del Principado. A lo largo de todo el país, se extienden 400 km de rutas de senderismo señalizadas según el nivel de dificultad. A pie o en bicicleta, descubriréis espacios naturales protegidos, la sublime belleza de los paseos a lo largo del Rhin, valles infinitos con muchísimo encanto o elevadas cumbres que rozan los 2.600 metros de altitud. Una de las experiencias más recomendables para senderistas experimentados es la famosa Ruta de los Príncipes. Para una excursión más pausada disfrutando de la naturaleza y la fauna del lugar,  recomendamos el Liechtenstein: 75 kilómetros divididos en cinco etapas atravesando los once municipios del Principado: desde Balzers hasta Schaanwald. 

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El castillo de Gutenberg

Propiedad de la Casa de Liechtenstein, el Castillo de Gutenberg es otro de los monumentos más relevantes del Principado. Esta fortaleza de estilo alemán reposa en lo alto de una colina de la localidad de Balzers. Las vistas  sobre los valles que lo rodean son realmente impactantes. Aunque no existe ningún documento ni plano oficial sobre sus orígenes, se construyó sobre una antigua ermita y torreón militar y desde 1314 perteneció a la Casa de Habsburgo. En el siglo XVIII perdió su función militar y se quedó en ruinas. Hoy en día, este impresionante escenario acoge infinidad de eventos culturales y artísticos y aunque no está abierto al público, sí es posible visitarlo en tours organizados. 

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El que fuera en sus orígenes un territorio eminentemente agrícola y con muy pocos recursos  es, desde hace décadas, el país con una de las mejores calidades de vida del planeta. Es, quizás, el último lugar de Europa donde la monarquía mantiene su encanto de cuento de hadas sin renunciar a su humanidad, donde el vino se elabora con la misma pasión que se gobierna un país, y donde cada visita se convierte en un encuentro íntimo con una de las últimas joyas de la vieja Europa.

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