Resulta obvio decir que, en la vida y en cualquier esfera de la sociedad, los hijos no tienen por qué pagar los pecados de sus padres. Esta máxima bíblica que aparece en el libro del profeta Ezequiel (capítulo 18, versículo 20), sobre la responsabilidad individual de cada persona, es perfectamente aplicable a Beatriz y Eugenia de York. Por ello, cumpliendo con los pronósticos y disipando cualquier duda al respecto, ambas sí han acudido este jueves 25 de diciembre a la antiquísima misa navideña de Sandringham (Norfolk) junto al resto de los Windsor en la iglesia de Santa María Magdalena. De esta forma, quedaban claro dos cosas: que ellas siempre estarán al servicio de su majestad, por un lado; y que el rey Carlos, su tío, cuenta con ellas pese a haber apartado definitivamente a sus padres de la Corona, por otro.
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Como era de esperar, muchas de la miradas estaban puestas en las sobrinas del monarca, quienes se han mostrado relajadas y sonrientes dentro de la comitiva real que comenzaba a mediodía rumbo al emblemático templo. La menor de las hermanas, además, luciendo en su abrigado look una capa de la firma española Byan. Aunque se las veía tranquilas y sin apariencia alguna de incomodidad, es evidente que en su caso la procesión -nunca mejor dicho- iba por dentro.
Desde luego, no debe ser plato de buen gusto sentirse protagonistas por un hecho tan delicado y doloroso que afecta a Andrés Mountbatten-Windsor y Sarah Ferguson, apartados por completo desde hace unos meses de cualquier acto institucional tras perder todos los títulos que ostentaban. El llamado caso 'Epstein' ha pasado una factura muy cara a la Familia Real británica, si bien el jefe del Estado quiere a toda costa mantener al margen a las dos princesas y hoy lo ha demostrado.
Bajo un ambiente de frías temperaturas en esta zona de Reino Unido, aunque con el sol reflejado en sus rostros, tanto Beatriz (37 años) como Eugenia (35) se han visto arropadas en este día tan especial y señalado por sus respectivos maridos durante el tradicional servicio religioso.
Ellos son el empresario inmobiliario Edoardo Mapelli Mozzi (42) y el ejecutivo de marketing Jack Brooksbank (39), que en este momento se erigen lógicamente como los grandes apoyos para ellas y quienes viven su día a día mientras cuidan y crían a sus hijos. La mayor tiene dos niñas, Sienna (4) y Athena (once meses); mientras que la menor es madre de dos niños: August (4) y Ernest (2). Ninguno de los cuatro pequeños ha acompañado a sus progenitores en esta jornada, pero tampoco estaba previsto que así lo hicieran.
Precisamente, hablando de los menores, la última aparición pública de los que eran duques de York se produjo hace un par de semanas durante el bautizo de su nieta más joven. Fue un acto privado en la capilla real del Palacio de St James, fuera de toda oficialidad relacionada con la monarquía. Bajo esta premisa, los abuelos maternos de la bebé no quisieron perderse una cita de tales características, que era exclusivamente de índole personal, aunque vinieran arrastrando tras de sí todo este agrio escándalo por su vínculo en el pasado con el fallecido magnate estadounidense. Ahora, lo siguiente para ellos será abandonar Royal Lodge, para lo que han organizado una especie de encuentro con sus más allegados y despedirse así de la que ha sido su residencia durante tantos años.
Con este telón de fondo, en la que ha sido la cuarta Navidad de Carlos III como soberano y la tercera como anfitrión desde su coronación en mayo de 2023, los Windsor ha intentado proyectar una imagen de unidad y serenidad frente a cualquier adversidad o escenario no deseado. El Rey siempre han procurado que la situación de su hermano mediano y su excuñada no repercutiera a las princesas, por eso tanto ellas como sus familias seguirán teniendo el beneplácito del monarca para estar en todas las celebraciones.
Por contra, Andrés era "desinvitado" de esta misa y almuerzo tan importantes, si bien ya el año pasado tampoco estuvo presente tras salir a la luz otro mediático caso donde no salía muy bien parado. Entonces, fue su presunta relación con un espía chino que operaba en Gran Bretaña en contra de los intereses de la nación. De un modo u otro, el ya expríncipe siempre parece estar en el ojo del huracán y en el punto de mira, mientras sus dos hijas guardan una imagen impoluta frente a la ciudadanía.
