Hace décadas que la princesa Ana tiene la fama de ser la más trabajadora de la Casa Real británica. Tanto bajo el largo reinado de su madre, Isabel II, como en la etapa más reciente de Carlos III, su agenda ha destacado por un volumen constante de actos oficiales, audiencias, desplazamientos y compromisos institucionales, muy por encima del resto de miembros en activo de la monarquía. Así que era cuestión de tiempo que su forma de entender los deberes reales chocara de lleno con las decisiones que está tomando su sobrino, el príncipe Guillermo, que aprovechó el cambio de reinado para desprenderse de algunas obligaciones heredadas o compromisos tradicionales que no van con la visión que tiene sobre sí mismo, más de líder global y hombre de Estado, que de sostén de viejas costumbres. Ahora esas tensiones han salido a la luz.
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Según la información que publicó The Sunday Times este fin de semana, la princesa Ana, de 74 años, está "molesta" porque el príncipe Guillermo, de 43 años, no ha asumido más ceremonias de investidura en el Castillo de Windsor, a pesar de vivir cerca, en Adelaide Cottage. El citado medio sugiere que la princesa está frustrada por la actitud de su sobrino y sus reticencias a asumir lo que se considera una de las responsabilidades más tradicionales de la monarquía, actos para imponer honores que tienen que ser asumidos por miembros de la realeza de alto rango.
Si bien el príncipe Guillermo ha realizado investiduras en el pasado, Ana continúa llevando a cabo la mayoría de estas ceremonias, particularmente en el Castillo de Windsor. Una fuente cercana afirmó: "Ella todavía realiza la mayoría de las investiduras [en Windsor] a pesar de que Guillermo vive allí. Eso le molesta".
A pesar de la supuesta irritación, la princesa Ana siente afecto por el príncipe Guillermo y su compromiso con la institución hace que siga apoyando su futuro como rey. También hablan de una admiración mutua, la princesa Ana entiende que el nuevo príncipe de Gales esté enfocado en modernizar la monarquía, mientras que Guillermo admira como la princesa Ana siempre ha estado disponible, hasta el punto de ser considerada la roca de los Windsor o el arma secreta de Carlos III.
Hay que recordar que, con la ley anterior, a la princesa Ana le pasaron por delante en la línea sucesoria sus dos hermanos varones, los príncipes Andrés y Eduardo, y también toda la descendencia de ambos. Sin embargo, ella nunca entró en determinadas luchas por el protagonismo, como si hicieron en su momento los príncipes Carlos y Andrés. La princesa Ana pronto aprendió que su labor era de estar sin llamar demasiado la atención y supo como dejar fuera de la luz pública todo lo que no sea trabajo oficial. De esta manera, sin ocupar un lugar destacado dentro de la jerarquía formal de la Casa Real británica, se convirtió en una autoridad, en un pilar en los últimos años de su madre y en una de las mejores valoradas.
Con firmeza y determinación, la princesa Ana desempeñó un papel clave en el respaldo institucional a su hermano, el rey Carlos III, desde el fallecimiento de Isabel II hasta su proclamación como soberano, en un gesto admirable y esencial para la estabilidad de la monarquía. Sin embargo, esa entrega no impide que la princesa —quien celebrará su 75.º cumpleaños el próximo 15 de agosto— exprese su deseo de una mayor implicación por parte de su sobrino, el príncipe Guillermo, en ciertas funciones públicas. Una postura que podría interpretarse no como un conflicto personal, sino como la expresión de una diferencia generacional dentro de la propia institución.