Amalia de Holanda cumple 22 años este 7 de diciembre y su vida, como princesa heredera, es una anomalía tanto dentro de la monarquía de los Países Bajos como en comparación con el resto de herederas de Europa. El crimen organizado, la Mocro Maffia, ha puesto en jaque al sistema judicial, a la política y ha alcanzado el núcleo del Estado: la familia real. Los graves problemas de seguridad y las amenazas contra la hija de los reyes Guillermo y Máxima le han arrebatado esos años de libertad relativa que todo heredero desea. Sin embargo, de esa situación adversa ha surgido una ventaja: aunque es la princesa con menos margen de movimiento, ha logrado que cada aparición, limitada a actos de máxima relevancia institucional y bajo estricta protección, refuerce su proyección como futura reina de manera única.
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Christian de Dinamarca estuvo este verano en festivales, Ingrid de Noruega vive en una residencia de estudiantes en Sídney, Elisabeth de Bélgica disfruta de cierto anonimato en Harvard y la princesa Leonor completó un viaje de formación que le hizo recalar en numerosos puertos del mundo donde fue una más entre sus compañeros. No quiere decir que ellos no requieran protección, pero con la que tienen es suficiente para vivir durante un tiempo ese espejismo de libertad. El caso de la princesa Amalia es otro...
Fue en octubre de 2022 cuando los servicios de inteligencia neerlandeses detectaron las amenazas contra ella, justo cuando la princesa acababa de comenzar su vida universitaria en Ámsterdam, instalada en una residencia de estudiantes y con la ilusión de disfrutar de cierta normalidad en sus estudios de Política, Psicología, Derecho y Economía. La noticia de que la Mocro Maffia planeaba un posible secuestro obligó a suspender de inmediato esa etapa: se desplegó un dispositivo de seguridad extraordinario y la heredera tuvo que abandonar la residencia para refugiarse en el Palacio Huis ten Bosch, en La Haya, donde se implementaron nuevas medidas de protección bajo estricta vigilancia y libertad restringida.
Sus planes cambiaron de la noche a la mañana, por eso Amalia y sus padres buscaron una alternativa secreta para la que contaron con la colaboración del padrino de la princesa: Felipe VI. Durante buena parte del 2023, la heredera de los Orange vivió en Madrid, en un entorno discreto y seguro, donde participó en un programa de intercambio entre la Universidad de Ámsterdam y el IE University de Madrid. Amalia disfrutó de sus estudios y de la ciudad con la ventaja de que domina el español, ya que es la lengua materna de su madre. La confirmación de este traslado llegó del propio rey Guillermo Alejandro cuando agradeció públicamente a España por acoger a su hija durante la visita de Estado de los reyes Felipe y Letizia en abril de 2024.
En un rocambolesco giro de los acontecimientos, justo unas semanas después de esta declaración del soberano holandés, el líder de la Mocro Maffia que amenazó a la heredera y había sido detenido en España, se fugó tras una descoordinación policial antes de que se decretara su extradición a los Países Bajos, pero esta es otra historia y el agradecimiento por parte de la Casa Real holandesa se concretó en un jardín de tulipanes frente al Palacio Real de Madrid que la heredera quiso brindar a la ciudad en la que tan bien se sintió acogida.
Desde ese momento y durante este último año, los pasos de la princesa Amalia siguen bajo un estricto protocolo de seguridad, algo que ha generado preocupación sobre su formación al tener un escaso margen de movimiento. En este sentido, la realidad de Guillermo Alejandro fue totalmente distinta, él estudió entre Holanda y Gales, tuvo una vida universitaria normal y una intensa agenda social, hasta el punto de ganarse la fama de rebelde y despreocupado, en parte porque rechazaba el ser una figura conocida y tardó en asumir su papel y las labores institucionales.
Quizá, en esto, la princesa Amalia se parece más a su abuela, ahora princesa Beatriz y reina hasta el año 2013, ella también tuvo poca libertad personal, pero en su caso fue por la Segunda Guerra Mundial y él exilió que vivieron durante la ocupación alemana. Desde muy joven la prepararon para reinar con un proceder serio y disciplinado.
A pesar de las limitaciones, en este último año la princesa Amalia de Holanda ha vivido un período clave: asumió funciones oficiales internacionales, se graduó en la universidad, anunció nuevos estudios y formación militar, y también compartió la decisión de aceptar la asignación económica que le pertenece como heredera al trono, algo que de algún modo le obliga a estar mucho más presente en la vida oficial. Su año comenzó fuerte, debutando en un acto internacional como que se convirtió en una cumbre de realeza y autoridades europeas, el 80º aniversario de la liberación del campo de concentración de Auschwitz; y un mes después tuvo lugar su primera cita oficial en solitario, dentro de los Países Bajos y a petición del Ministerio de Defensa.
¿No es esta la agenda de una reina?
En los meses que siguieron hasta este 22º cumpleaños, la dinámica fue la misma: acompañar a sus padres a actos de la máxima relevancia institucional. Reuniones con líderes de la OTAN, actos militares, la Asamblea General de las Naciones Unidas en Nueva York, la proclamación del nuevo jefe del Estado de Luxemburgo o el aniversario de la creación de la ciudad de Ámsterdam, eso sin olvidar que su presencia en cenas de Estado es habitual. ¿No es esta la agenda de una reina?
Efectivamente, a diferencia de lo que ocurre en otras monarquías, en las que la agenda de los herederos se despliega de forma paralela a la de sus padres asumiendo actos de otra índole, más relajados y que le permitan conectar con su generación, es decir, con aquellos que vivirán su futuro reinado, en este caso, la decisión que se ha tomado ha sido la de incorporar a la heredera a la agenda de los reyes, una medida de formación con la que se le ha dado visibilidad sin descuidar su protección.
Esta decisión, unida a una puesta en escena en la que se atreve con todos los atributos propios de una reina —incluidas las tiaras más voluminosas que en otras casas estarían reservadas a soberanas o herederas con más años de formación— ha terminado de consolidar una imagen regia con apenas 22 años. Lo que las circunstancias de seguridad le han arrebatado en libertad, Amalia de Holanda lo ha sabido transformar en presencia institucional y proyección.
Las encuestas la respaldan: pese a su corta trayectoria y al escaso contacto social que sí vemos en otras herederas, como la princesa Leonor, este año ha logrado la confianza del 61% de los neerlandeses. Un respaldo que se entiende en un país más habituado a las reinas que a los reyes, donde Guillermo Alejandro fue la excepción tras tres monarcas mujeres —Beatriz, Juliana y Guillermina—. Así, Amalia se perfila ya como la heredera que, desde la adversidad, ha sabido construir una personalidad propia.
