Hace cuatro años que Mako de Japón, la nieta mayor del emperador emérito Akihito y sobrina del actual emperador Naruhito, fue expulsada de la Casa Imperial, perdiendo los derechos que obtuvo al nacer. Esa "salida" de la realeza japonesa se produjo en el mismo momento en el que se casó con Kei Komuro. Ese fue el inicio de una nueva vida, lejos de las funciones diplomáticas que había ocupado hasta entonces, pero también el final de una larga pesadilla que comenzó cuando anunció su compromiso matrimonial con su compañero de universidad, que fue duramente escrutado por su condición de plebeyo y, sobre todo, por no pertenecer a una familia con un estatus económico que, a ojos de los conservadores, le permitiera emparentar con la realeza. Su historia fue la más mediática, pero no es la única. Es solo una más entre tantas princesas japonesas que han tenido que abandonar su hogar por culpa de una ley que, aunque se promete revisar desde hace años, permanece inamovible. Mako ya está fuera, pero el tiempo se agota para otras como su hermana, Kako, y su prima, Aiko, mientras la Ley de la Casa Imperial sigue estancada en el Parlamento y sin demasiadas esperanzas de un cambio, a pesar de que por primera vez en la historia ha llegado al gobierno una mujer.
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Mako Komuro, del calvario público al anonimato en Nueva York
Mako de Japón -Mako Komuro desde su boda- lleva una vida tranquila lejos del país que en 1991 celebró por todo lo alto su nacimiento como la primera nieta del emperador, para años después castigarla públicamente por haberse enamorado de un compañero de clase sin sangre real y cuya madre había contraído deudas para poder pagarle los estudios universitarios. Unas semanas después de su boda, que se celebró el 26 de octubre de 2021, la pareja huyó a Nueva York y allí comenzó una nueva vida lejos del estrés postraumático y la depresión que ella había sufrido al verse como el objetivo de una campaña de acoso y odio a escala nacional y con repercusión global. El marido de Mako ejerce la abogacía, han tenido un hijo y son vistos con el carrito pasando por el barrio de Hell’s Kitchen como unos residentes más.
Hay que recordar que para llegar a eso, al margen de las consecuencias que esto tuvo en la salud mental de ambos, la princesa Mako se sometió a las reglas de la corte nipona. Es decir, fue despojada de su título y de su lugar en la Familia Imperial, pero es que además renunció a todo aquello que legítimamente le pertenecía como la indemnización por la pérdida de derechos, algo que reconoce y abona el Estado; entregó los regalos con cierto valor que le había hecho su familia a lo largo de su vida y rechazó tener una boda de princesa imperial, ciñéndose a una sobria ceremonia civil que fue bastante triste. La guinda de ese calvario llegó cuando emitió una declaración pública asumiendo unas culpas que no le pertenecían en una brutal rueda de prensa que tuvo lugar el mismo día de su boda.
Hasta aquí la historia de Mako, una historia irreversible. Sin embargo, en la Familia Imperial quedan dos princesas de su generación, su propia hermana, la princesa Kako, que pronto cumplirá 31 años, y su prima, la princesa Aiko, que va camino de los 24 años y es, además, la única hija del emperador. La esperanza era y es que se reforme la Ley de la Casa Imperial con el fin de que ellas no sean expulsadas. No se plantea el que una mujer ocupe el trono de la dinastía reinante más antigua del mundo, pero sería un avance si les dejaran conservar su papel después de su matrimonio y, llegado el caso, transmitir sus derechos dinásticos a sus hijos varones. Sin embargo, el sistema y el machismo estructural denunciado incluso por el Comité de las Naciones Unidas para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer, no lo está poniendo nada fácil y hay que recordar que las decisiones no dependen ni del emperador ni de la propia familia, ya que se rigen por un arcaico consejo que se limita a aplicar la ley.
¿Qué implica la ley actual?
La ley vigente, que se creó después de la Segunda Guerra Mundial, establece que “el trono tiene que ser ocupado por un varón de linaje paterno”. Es decir, las mujeres no pueden llegar a la jefatura del Estado, aunque en el pasado hubo emperatrices reinantes por derecho propio. Esta es solo una de las muchas limitaciones que tienen las princesas que deben abandonar la casa, el título, sus derechos, sus privilegios y sus funciones institucionales al casarse con un plebeyo.
A la inversa no pasa nada: el emperador emérito Akihito se casó con la plebeya Michiko Shoda en 1959 y ocuparon el trono 30 años después. Para ella también fue muy duro, ya que la institución entonces no la aceptaba por no tener sangre real. Sin embargo, ellos se casaron y Michiko obtuvo en los años sesenta un respaldo de la ciudadanía sin precedentes al convertirse en un símbolo de modernidad y democratización. Tuvieron tres hijos (dos hombres y una mujer) que también se casaron con plebeyos, aunque con diferente resultado. El príncipe Naruhito y Masako Owada hoy son emperadores; el príncipe Fumihito y Kiko Kawashima son los herederos; mientras que la princesa Sayako fue expulsada al casarse con Yoshiki Kuroda. Así funcionan las cosas: el linaje del varón prevalece por encima del de la mujer y ha sido así durante tanto tiempo que la Casa Imperial está en peligro de extinción, ya que durante cuarenta años solo nacieron mujeres.
Las princesas Kako y Aiko se quedan sin tiempo
Fue casi al comienzo del nuevo milenio cuando el problema se hizo visible a sus ojos: el emperador tenía dos hijos varones, pero solo tres nietas. ¿Quién iba a reinar en el Japón del futuro? Entonces, allá por el 2004, se creó un consejo de expertos en la Ley de la Casa Imperial para debatir el futuro sucesorio al Trono del Crisantemo, con ideas que siguen barajándose a día de hoy, como que los varones de la familia adopten a otros varones descendientes de las antiguas ramas de la familia imperial como medida para aumentar la familia sin tener que dar derechos a las mujeres.
En septiembre de 2006 todo se paró con el nacimiento de Hisahito, el único varón de su generación y la gran esperanza de su dinastía. Entonces las todas las posibles reformas se metieron en un cajón y, a grandes rasgos, se puede decir que dos décadas después el asunto sigue en el mismo sitio. Los gobiernos van cambiando, las Naciones Unidas intentan presionar, pero esa ley no se reforma. Ahora, con la histórica llegada al gobierno de la primera mujer, Sanae Takaichi, elegida el 21 de octubre de 2025, algunos ven una posibilidad. Sin embargo, si tenemos en cuenta que representa el ala más conservadora y nacionalista del PLD (el partido que viene frenando esa reforma en los últimos años) tampoco parece que vayan a haber grandes cambios en los próximos cuatro años y quizá para entonces ya sea tarde para las princesas Kako y Aiko.
