El liderazgo es algo de lo que parece que se habla únicamente en el entorno empresarial, para crecer profesionalmente, pero va mucho más allá. De hecho, requiere unas habilidades que permitirán desenvolverse mucho mejor no solo en lo laboral, sino en cualquier ámbito de la vida. ¿Por qué no inculcarle esas habildades a nuestros hijos? ¿Cómo convertir a un niño y a un adolescente en un líder?
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María José Sánchez Yago, ingeniera, psicóloga y cofundadora de Lidero, escuela online de Liderazgo (www.curso-de-liderazgo.com), indica paso a paso cómo conseguirlo y por qué es recomendable fomentar esas habilidades en todo niño.
El liderazgo tiene que ver con encontrar esa fuerza interior que caracteriza a cada ser humano para luego trasladarla al día a día: en tu clase, con tus compañeros, en tu ocio... ¡esto es clave en los adolescentes!
¿Qué es el liderazgo? ¿Cómo definirías a un líder?
Liderar es contribuir a mejorar la realidad, empezando por la de uno mismo. Es desarrollar la capacidad de mantener viva una conversación interior honesta para, desde la libertad que nos caracteriza como seres humanos, con claridad de mente, con nuestras tripas (ganas) y acciones, elegir "sí", elegir aportar al mundo.
Un líder es alguien que es consciente de lo que pasa ahí fuera: gente que sufre, vidas vacías, proyectos insatisfechos… y a la vez es capaz de conectarse con su identidad más profunda ⎯paz, amor, pureza, disfrute y sabiduría⎯, liberarse de sus propias ataduras ⎯ego, envidia, avaricia, etc. ⎯, y contribuir al mundo. ¡Es tan potente cuando ves a gente así! Creo mucho en el liderazgo anónimo y discreto de muchos seres humanos. Fíjate, una forma de expresarlo sería afirmar que liderazgo, contribución y libertad responsable van de la mano. Liderar es volar.
Líder, ¿se nace o se hace?
Pues lo enlazo con lo anterior, se hace. ¡Me mojo! Todos traemos nuestra particular forma de estar en el mundo y ,a vez, a través de distintas personalidades y situaciones, todos… sí, sí, todos podemos elegir contribuir a ese mundo mejorado. Una forma muy simple de dar forma a esta contribución es reducirlo al binomio aptitud y actitud.
La aptitud tiene que ver con encontrar nuestra especialidad, nuestros talentos. Cada persona no tiene una, sino varias formas de aportar valor al mundo, temas en las que su capacidad de aprendizaje se dispara, cosas que se les dan especialmente bien. Esta parte del liderazgo es importante: que el escritor escriba, que le pájaro vuele, que el cantante cante, que el profesor de clase, que un comercial venda y que el ejecutivo dirija una compañía. Ortega decía “quien no está en su quicio se desquicia” o Baltasar Gracián, un clásico del siglo XVII, “cualquiera hubiera triunfado de descubrir su mejor cualidad”. Pues de eso va la aptitud, de encontrar tu sitio.
Por otro lado, tenemos la actitud. Es una dimensión muy interesante del liderazgo. La actitud tiene que ver con las elecciones personales que hacemos sobre “cómo estar en el mundo”.
Una forma muy simple de ver la actitud es distinguir entre energías ascendentes y descendentes. Las primeras son elecciones en la forma de comportarnos que nos conectan con nuestra identidad más profunda, con la parte más noble del ser humano, con nuestra mejor versión. Y las descendentes son lo contrario, esa línea no dibujada que cruzamos a veces y que, aunque pueda tener una recompensa inmediata, no nos lleva a ser mejores personas… y además estas energías descendentes no nos dan estabilidad; más bien al contrario, nos hacen vivir en un mundo de miedos y ansiedad.
En términos de actitud me gusta distinguir cinco energías ascendentes: la serenidad ⎯cuando estamos tranquilos tomamos mejores decisiones⎯; el amor, cuidar lo que nos importa ⎯un proyecto de clase, a nuestra familia, a un compañero, a un amigo, a uno mismo, etc. ⎯; la pureza ⎯ser limpio de intención, no tener segunda agendas⎯; el disfrute ⎯venimos aquí a estar alegres no a amargarnos, el estrés aunque pueda estar normalizado no es nuestro estado natural⎯ y la sabiduría ⎯el trasladar al día a día todas estas cosas⎯. ¿Y cuáles son las descendentes? Las nombramos en la primera pregunta: el ego, la arrogancia, la envidia, el egoísmo… todas esas bajas tendencias que nos deshumanizan.
Un líder se hace encontrando sus talentos (aptitud) y viviendo desde una actitud “ascendente”, conectada con su identidad más profunda, con aquello genuino que nos caracteriza como seres humanos.
¿Es recomendable inculcar a los niños, desde pequeños, habilidades de liderazgo?
Sí, muy simple, para que sean felices. En un mundo que se mueve a velocidad de vértigo buscamos fuera lo que no tenemos dentro. Uno de los mejores regalos que podemos hacerle a un niño es encontrar el elixir de su fuerza interior para desde ahí contribuir en distintos roles. Cuando esto ocurre es maravilloso.
¿Qué es lo que hay que enseñarles para ello y cómo?
Lo primero, es que tenga claro que el viaje es de dentro hacia afuera. Que el liderazgo no es algo ficticio y que no va de mandar. No, no… el liderazgo tiene que ver con encontrar esa fuerza interior que caracteriza a cada ser humano para luego trasladarla al día a día: en tu clase, con tus compañeros, en tu ocio... ¡esto es clave en los adolescentes!
Lo segundo es que en esa conversación interior hay que explorar varios aspectos. Por ejemplo, auto-conocerse, experimentar con esas especialidades que nos caracterizan a cada uno. ¡Esto es todo un proceso de autodescubrimiento que dura toda la vida! La mayoría de las personas no tenemos respuestas inmediatas y a la vez, si observamos nuestra vida ⎯lo que hacemos, donde aprendemos más rápido, qué se nos da un poquito mejor, con qué nos sentimos más satisfechos, cuándo sonreímos más…⎯ las respuestas van emergiendo más fácilmente de lo que parece.
Liderar es también mirar al futuro, aprender a visualizarse en máximos, a no limitarte innecesariamente, a experimentar (¡otra vez esa palabra!) con posibilidades futuras para desde ahí ir actuando en el día a día, en el presente. Liderar es también preguntarse a uno mismo cómo lo está haciendo para, desde una autocrítica constructiva, ajustar y corregir. Para esto último, es muy muy útil un registro (¡puede ser gráfico!) en el que se atrapen reflexiones, sensaciones, momentos, etc.
Liderar es contribuir a mejorar la realidad, empezando por la de uno mismo.
Y lo tercero para liderar es mirar hacia fuera. Establecer un diálogo entre lo que se va descubriendo dentro y las posibilidades que hay fuera: conocer realidades distintas, conversar con personas variadas, abrirse a la diferencia….
Esta es la hoja de ruta conceptual. A la hora de trabajar con niños lo que hay que hacer es adaptar las dinámicas a este proceso. Se pueden diseñar actividades muy ricas durante todo un semestre. ¡Ah! y que no se me olvide; de fondo ayudarles a sentir que nada es tan importante y que lo importante no está en juego. Muchas veces ellos ya saben esto y somos los adultos los que proyectamos nuestros complejos.
Y en el caso de los adolescentes, ¿cómo inculcarles esas habilidades?
Lo mismo adaptado a su lenguaje. Nosotros tenemos contenidos en nuestra Escuela de liderazgo online que ayudan mucho a trabajar todos estos aspectos de una manera guiada (www.curso-de-liderazgo.com). Cuando combinas esto con un acompañamiento personal, los resultados son muy potentes.
El ser humano no se resiste al cambio, se resiste a que le cambien, y el adolescente más. Es rebelde por diseño y esa rebeldía es parte de su activo, no se trata de luchar contra ella sino de integrarla en el proceso. A la hora de ayudar al adolescente a interiorizar y conectar con su identidad más profunda ⎯con esa que no es voluble a los vientos externos, ni a la montaña rusa de las emociones⎯ es importante crear contextos de aprendizaje en el que él se sienta dueño o dueña del proceso, ofrecer más preguntas que respuestas, acompañar dejando espacios, escuchar mucho y respetar otros puntos de vista…
Y todo esto dentro de un marco de valores sólidos que le hacen sentir su propia valía y le permiten ir desplegando la mejor versión e sí mismo desde una edad temprana. Es clave que sientan su propio brillo más allá de cualquier circunstancia y, desde ahí, llevarlos a un sentido de responsabilidad para consigo mismos y el mundo. En el mundo corporativo a esto se llama seguridad psicológica.
¿Qué significa ser un líder en la infancia o en la adolescencia? ¿Qué implica?
Implica crecer con un sentido de la propia valía importante, autorrespetarse. De una parte, el líder (¡también el juvenil!) siente su propia fuerza interior. De otra, puede expresar sus inseguridades y desde ahí, escucha, desafía y experimenta.
Liderar a esa edad implica honrar ciertos valores universales de manera natural: hacer que el grupo de amigos sea más inclusivo, que cada uno sea aceptado y apreciado desde su circunstancia, es no marginar a nadie (¡la vía negativa!), es contribuir a la clase ⎯no avergonzarse de ser responsable⎯, es reírse a carcajada limpia, es desafiar con respeto a los profesores para que sean mejores, es ser curioso por incorporar otros puntos de vista, es interiorizar que humildad no es sumisión, es buscar hacer cosas por los demás, es tantas cosas…
¿Puede un niño o un adolescente que es tímido e introvertido llegar a convertirse en un líder?
¡Claro que sí! Un niño tímido e introvertido tiene un tesoro, una riqueza de mundo interior, de un silencio que es cuna de la sabiduría. Normalmente pueden aportar mucho, mucho. Lo que hay que hacer es integrar esa introversión en su estilo particular, apoyarle para que brille, a que gane en seguridad y aporte al conjunto. Se trata de que cada niño en su unicidad se sienta valioso, acepte las situaciones que le ha tocado vivir y desde ahí, contribuya a ese mundo para mejor. Cada niño merece brillar con luz propia.
¿Qué pautas darles a niños y adolescentes que son tímidos o introvertidos? ¿Cómo ayudarles a sacar su potencial?
Tu pregunta viene como efecto dominó de la anterior. Los niños (¡y los adolescentes!) son más permeables de lo que creemos si somos capaces de crear el contexto adecuado. Para mí es importante generar conversaciones de calidad al nivel que toque. En nuestra sociedad actual echo de menos esto, conversaciones pausadas desde el respeto en las que se integren diferentes puntos de vista para poco a poco ir encontrando cuál es tu sitio. Una estructura de conversaciones guiadas en las que los niños comparten en mini-grupos (sin que el adulto intervenga) y luego se extraiga lo esencial es uno de los ejercicios más potentes que se pueden hacer.
Es, como decía Ortega, ponerles en una posición en el que ellos sean protagonistas de su propio aprendizaje y experiencia. Esto último lo he añadido yo. Es el famoso “oigo y olvido, veo y comprendo, experimento y recuerdo”. A través de buenas conversaciones podemos grabar en el “ser” de los niños experiencias replicables que alimenten su seguridad, su valía, su forma especial y única de contribuir al mundo.
Déjame expresarlo de otra manera: el amor es la estructura universal que teje todo el universo. Cuando uno se descubre como un ser de amor (hacia uno mismo, hacia lo que hace y hacia el otro) y lo experimenta en carne propia, está poniendo una de las bases más importantes para una vida plena. Eso son los cimientos del liderazgo.
¿Qué papel juega la comunicación en las habilidades de liderazgo?
Fundamental, juega un papel fundamental. No como técnica, que siempre viene bien, sino como base de casi todo lo demás.
¿Cómo debe ser esa comunicación en un niño o un adolescente que es un líder?
Es muy útil que ese líder aprenda a tener buenas conversaciones y como, más allá de la siempre bienvenida naturalidad, ayuda tener una estructura base. Nosotros les entrenamos con una estructura en cinco pasos. El primer paso es la intención, que comiencen expresando para que en esa conversación (“para entender mejor esto”, “para poder contribuir”, para… lo que sea); desde ahí que vayan a los hechos (“he recibido esto”, “he escuchado esto otro”, “no he recibido invitación a”…) y que inicien un diálogo expresando sus sentimientos (“me siento…” y “me gustaría saber qué ves tú”). El cuarto paso es que integren lo que el otro les esté diciendo y, por último, como quinto paso, que adquieran compromisos de acción.
En nuestros programas practican todo esto y los resultados son espectaculares, aún a edades tempranas. ¡Muchos adultos tomarían nota! Como todo, hay que practicar, practicar y practicar. Y cuando no funcione o se meta la pata, con humildad volver a intentarlo. Cuanto antes se empiece mejor.
