Un adolescente de 15 años que no puede acceder a TikTok, ni a Instagram, ni a YouTube… parece una quimera, pero puede que estemos más cerca de que se haga realidad de lo que cabría imaginar. En Australia ha entrado esta semana en vigor la ley que prohíbe el acceso a los menores de 16 años a cualquier red social y, por muy lejano que parezca este país, el debate no nos es ajeno. De hecho, este mismo jueves, el Parlamento Europeo aprobaba también por una abrumadora mayoría que se establezca una edad mínima legal para acceder a cualquier red social, plataforma de vídeo y de IA (Inteligencia Artificial) generativa. Eso sí, en el caso del Europarlamento, no se trata de una norma vinculante, pero insta a los Países Miembros a que elaboren legislación que así lo establezca.
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En España, ya se está haciendo, pues la nueva Ley de protección a los menores en el entorno digital está en tramitación parlamentaria y lo que hace es precisamente elevar la mayoría de edad digital de los 14 (la establecida actualmente en nuestro país, aunque de manera mucho más laxa) a los 16.
De nada sirve el poner una edad mínima, limitar o prohibir hasta los 16 años, si no ha habido un acompañamiento previo de lo que llamamos la alfabetización digital.
Muchos psicólogos y educadores insisten en que prohibir no suele ser lo más adecuado a la hora de criar y de educar a los niños y a los adolescentes; por eso hemos preguntado por la idoneidad de la medida a dos de las grandes divulgadoras sobre el uso que los menores hacen de las redes sociales y de las nuevas tecnologías: María Couso, pedagoga experta en neuroeducación y autora del libro Cerebro y pantallas (Ed. Destino), y Laura Cuesta Cano, profesora de Comunicación Digital y Medios Sociales en la Universidad Camilo José Cela de Madrid y autora del libro Conectados (Ed. Molino).
A decir verdad, hemos contactado con ellas porque, a priori, tienen visiones diferentes acerca de cómo proteger a los niños y a los adolescentes en lo que al uso de las pantallas se refiere, con la idea de ofrecer al lector diversas perspectivas de una misma realidad. Para nuestra sorpresa, han sido muchos más los puntos en común de ambas expertas que las discrepancias. Algo, sin duda, a tener en cuenta por parte de familias y educadores, pues tanto María Couso (@play.funlearning) como Laura Cuesta (@lauracuestacano) son voces más que reputadas en lo que respecta a educación digital.
Prohibir por ley las redes sociales a los menores de 16 años: ¿medida de protección o control excesivo?
“Es una medida que protege a los ciudadanos dada la amplia evidencia que existe sobre los perjuicios que se derivan del uso de las redes sociales”, nos responde Couso. Recordemos que la Asociación Española de Pediatría (AEP) actualizó hace unos meses sus recomendaciones sobre el uso de pantallas en menores y es tajante: hasta los 6 años, cero pantallas, ni siquiera para uso educativo, y de los 6 a los 12, como máximo una hora al día, mientras que de los 13 a los 16 no se deberían superar las dos horas diarias. El motivo es claro para los pediatras: el uso excesivo de pantallas perjudica áreas como el sueño, el riesgo cardiovascular, el volumen cerebral o la alimentación, entre otros.
Y, dentro de las pantallas, sabemos que las redes sociales y determinadas plataformas tienen otros riesgos añadidos, muchos de ellos de índole psicológico. De ahí que prohibir por ley el acceso a esas plataformas a los menores de 16 años es una medida necesaria, también es insuficiente por sí sola, según indica Couso. “Esa limitación existe, de hecho, en nuestro país para menores de 13 años hasta la fecha, pero como con otras medidas, el peso recae sobre las compañías tecnológicas y no sobre los usuarios”.
Es una medida que protege a los ciudadanos dada la amplia evidencia que existe sobre los perjuicios que se derivan del uso de las redes sociales.
Laura Cuesta coincide en que es fundamental establecer una edad mínima legal de acceso, pero también es necesario regular otros aspectos, como un sistema de verificación de edad que impida, de verdad, a los menores entrar en plataformas que no son aptas para ellos. “Desde finales del 2023 nos están diciendo que están trabajando en sistemas de verificación de edad y que estos están, además, bien diseñados para presentar los datos anonimizados de los menores y que siguen salvaguardando la protección de identidad y datos de los usuarios adultos, pero todavía a día de hoy, en 2025, no los han presentado”. Lamenta que ni en España ni en Europa se ha puesto ningún sistema efectivo para verificar la edad, a pesar de que así lo establece la Ley de Servicios Digitales.
“También tiene que haber un control específico de contenidos inapropiados o ilícitos en las plataformas para saber que adolescentes y jóvenes no pueden acceder a este tipo de contenidos”, añade. “Las plataformas, los canales, las grandes tecnológicas pueden regular con sistemas híbridos -en parte con IA y en parte con sistemas humanos-, para que todos estos contenidos no puedan afectar de manera emocional y en la salud mental de los adolescentes, pero todo esto todavía está muy en el aire. Se está trabajando en la limitación de acceso, pero no en toda la parte de cómo vamos a cuidarlo realmente”. Entre otros motivos porque, como destaca Cuesta, los adolescentes y los jóvenes saben saltarse perfectamente los bloqueos y los controles parentales. "De nada sirve el poner una edad mínima, limitar o prohibir hasta los 16 años, si no ha habido un acompañamiento previo de lo que llamamos la alfabetización digital, así que vamos a intentar hacer un entorno seguro para proteger y para empoderar a niños, niñas y adolescentes”.
A todo ello, Couso añade una medida más que se debería implementar: grandes campañas de concienciación a nivel social. “Hay un gran desconocimiento por parte de muchas familias y, precisamente, la infancia con mayores tasas de consumo en redes sociales son las de familias de estratos socioculturales bajos”, explica. “No estamos sabiendo llegar ni dar opciones de ocio saludable para esas familias con dificultades de conciliación. Como la cuestión del consumo de redes sociales es compleja, la solución no puede ser simple”.
Educación digital, mucho más que saber entrar en una red social
Los niños y los adolescentes de hoy en día no son, ni mucho menos, nativos digitales. Es una afirmación que María Couso hace muy a menudo. El cerebro de nuestros hijos no ha cambiado morfológicamente, no está más adaptado a las pantallas y a las nuevas tecnologías de los que lo estaban los nuestros y ni siquiera los de nuestros abuelos. Por eso precisamente es tan necesaria la limitación, pero también la educación.
Laura Cuesta nos dice que está bien que haya una edad mínima digital para toda Europa y para todas las plataformas, pero hace hincapié en que “se tiene que dar previamente, desde edades tempranas, una alfabetización digital, informacional y mediática” para que los niños y los adolescentes vayan adquiriendo de forma progresiva las competencias digitales que van a precisar cuando accedan con total libertad y sin el acompañamiento adulto a las redes sociales y a cualquier otra herramienta digital.
Padres y madres también tienen ahora la responsabilidad de educar en el ámbito digital para que sus hijos e hijas adquieran estas competencias.
“Como nos dice la propia legislación (la LOPD, el Reglamento General de Protección de Datos, la Lomloe, la nueva Ley de protección a los menores en el entorno digital, la DSA…), hay que procurar que desarrollen las competencias digitales suficientes para hacer un uso consciente, un uso crítico y un uso seguro y saludable de la tecnología”. Para lograr que esto ocurra, que desarrollen esas competencias digitales, Cuesta considera que se ha de hacer de manera transversal y desde edades tempranas y que eso conlleva que se lleve a cabo también en el ámbito escolar, donde “se tiene que empezar a trabajar prácticamente desde Educación Infantil hasta Bachillerato, en todas las etapas y en el ámbito familiar”.
Probablemente, aquí radique la mayor diferencia en la visión de Laura Cuesta y de María Couso, en la manera de introducir la educación digital en el ámbito escolar, especialmente en lo que al uso de dispositivos dentro del aula se refiere. Mientras la primera ve necesario que se enseñe a los menores de 16 a utilizarlos con la guía y el acompañamiento de un profesor, la segunda apuesta más por una formación más analógica.
“La educación digital parte de la educación en la realidad. Los valores en la transmisión educativa tanto dentro de la escuela como en el entorno familiar son el pilar básico que sostiene nuestras interacciones en el mundo real y que, a medida que crecemos, se irán aplicando en ese ámbito virtual”, expone Couso. “Las redes sociales están pensadas para boicotear nuestros sistemas de control de impulsos incluso en la edad adulta. ¿Cómo no iban a ser un arma peligrosa en manos de cerebros en construcción que no terminan su maduración cognitiva hasta cerca de los veinticinco años?”.
Las redes sociales están pensadas para boicotear nuestros sistemas de control de impulsos incluso en la edad adulta. ¿Cómo no iban a ser un arma peligrosa en manos de cerebros en construcción que no terminan su maduración cognitiva hasta cerca de los veinticinco años?
También Laura Cuesta destaca el valor de la familia y del entorno familiar en la educación digital a los niños: “Padres y madres también tienen ahora la responsabilidad de educar en el ámbito digital para que sus hijos e hijas adquieran estas competencias”, subraya. “Eso no significa que haya que darles acceso desde edades tempranas a tecnologías o ponerle en su mano ya desde edades tempranas un smartphone, ni mucho menos. Ni tampoco abrirles perfil en redes sociales cuando no tienen la edad para ello, pero sí que necesitamos esa educación, formación y acompañamiento digital para que ellos puedan ir adquiriendo tanto las herramientas emocionales como técnicas para que estén preparados para aprovechar todas las oportunidades que les va a ofrecer estos canales digitales y también para que sepan y que estén preparados para los posibles y potenciales riesgos que se van a poder encontrar”.
