Niños que contestan con malos modales a sus padres. Una de las situaciones que más suelen exasperar a los adultos y más aún si ocurre en público. ¿Cómo deben reaccionar los adultos ante una escena de este tipo? Se lo hemos preguntado a Laura Burriel Lobo, neuropsicóloga del Hospital Universitario Vithas Madrid La Milagrosa, quien también detalla las pautas a seguir para que dejen de repetirse este tipo de conductas y explica cómo actuar ante la mirada (o la opinión directa) de quienes se encuentran cerca.
Para ti que te gusta
Este contenido es exclusivo para la comunidad de lectores de ¡HOLA!
Para disfrutar de 5 contenidos gratis cada mes debes navegar registrado.
Este contenido es solo para suscriptores.
Suscríbete ahora para seguir leyendo.Este contenido es solo para suscriptores.
Suscríbete ahora para seguir leyendo.TIENES ACCESO A 5 CONTENIDOS DE
Recuerda navegar siempre con tu sesión iniciada.
¿Qué aconsejarías a los padres cuyo hijo les responde mal en público? ¿Qué pautas deberían seguir?
La primera pauta, y quizás la más importante, es mantener la calma. Para poder controlar a nuestros hijos nos tenemos que controlar nosotros primero.
En la infancia, el cerebro del niño está en pleno desarrollo. La región del cerebro que tarda más en madurar es el lóbulo frontal, que es responsable del control de los impulsos y de la regulación emocional. Debido a esta inmadurez, los niños pueden tener más dificultades en regular sus emociones de manera adecuada. Además, hay que tener en cuenta otros factores que pueden estar influyendo y determinando su conducta, como el sueño, el cansancio, el hambre o el estrés.
Para poder controlar a nuestros hijos nos tenemos que controlar nosotros primero.
Por eso, es recomendable actuar de forma tranquila, apartarlo discretamente del entorno y, cuando estemos a solas, explicarle de forma breve, por qué su comportamiento no ha sido adecuado. Podemos añadir que no nos gusta que nos hable de esa forma y ofrecerle otras maneras de responder para que aprenda alternativas más adecuadas.
¿Por qué ocurren este tipo de situaciones?
Como ya he apuntado antes, la corteza prefrontal es inmadura y está en pleno proceso de desarrollo. De hecho, esta región del cerebro no termina de madurar hasta entrar en la edad adulta, alrededor de los veinticinco años.
Esta región maneja funciones superiores muy relacionadas con la atención, toma de decisiones, regulación emocional y control de impulsos. En determinadas situaciones, y más en las sociales, los niños se pueden descontrolar y es entonces cuando los padres deben actuar y hacer de “lóbulo frontal” de nuestros hijos.
¿Cómo ayudar al niño si la causa es una falta de habilidades emocionales?
Si la causa es una falta de habilidades, los padres deben enseñar estas a sus hijos. Y ¿cómo hacerlo? Los niños aprenden de lo que ven más que de lo que escuchan. Imitan constantemente al adulto, así que, como adultos, tenemos que ser sus modelos a la hora de utilizar estrategias de autorregulación emocional. Se puede empezar en un entorno seguro y predecible para el niño.
Con la ayuda de los padres, se puede enseñar cómo afrontar las distintas situaciones, reforzando positivamente el esfuerzo realizado por el niño para regular sus emociones. Puede ser beneficioso enseñar técnicas de respiración profunda, aprender a reconocer las emociones y enseñarle estrategias de resolución de conflictos.
¿Qué hacer si estas malas contestaciones en público se repiten a menudo?
Si se da esa situación, lo más recomendable es que los padres mantengan una respuesta coherente y consistente. Para ello, hay que establecer límites claros, consecuencias razonables e intentar reforzar conductas positivas que se acerquen a la conducta adecuada. También habría que prevenir, dentro de lo posible, o tenerlo en cuenta, factores externos que puedan desencadenar estas malas contestaciones, como el cansancio, el estrés, el hambre e incluso el sueño. En estos casos, la mejor respuesta, si no se puede controlar estos factores, es no prestar atención a la mala contestación y tratar de distraerlo.
Si la conducta persiste en el tiempo, es muy frecuente y los padres se sienten desbordados, lo más recomendable es acudir a un psicólogo infanto-juvenil.
¿Cómo mantener la calma como adultos en esa situación?
Mantener la calma y un tono tranquilo es lo más difícil y lo más importante en estos conflictos. Se puede optar por hacer respiraciones profundas para mantener el control y, si aun así estamos a punto de perderlo, la mejor alternativa puede ser retirarnos un momento y tranquilizarnos. Comprender que las conductas impulsivas o inapropiadas son producto de la inmadurez cerebral, y no necesariamente de una falta de respeto, puede ayudar a los padres a evitar una escalada de conflicto.
En niños más mayores, que estén entrando en la adolescencia, conviene que el planteamiento sea algo distinto: suele ser más útil tratar de reconocer y validar sus emociones, fomentar un diálogo abierto y mantener unos límites claros.
¿Se ha de contestar a quien haga algún comentario (con o sin intención de ayudar) al ser testigo de lo ocurrido?
Si alguna persona hace un comentario en público sobre el comportamiento de nuestro hijo, se debe responder de manera breve y educada, sin entrar en justificaciones. “Gracias por su preocupación, estamos manejando la situación”, puede ser una respuesta adecuada. La prioridad es el bienestar del niño, y, para ello, conviene retirarlo de la zona pública para hacer las correcciones necesarias, sin buscar la aprobación o el aplauso de los demás.
Uno de los consejos habituales de los psicólogos ante niños que responden mal, especialmente en público, es no entrar en lucha de poder con ellos. ¿Cómo se hace esto? ¿Cómo frenar la conducta sin entrar en lucha de poder?
Esta pregunta es clave: implica mantener una postura firme, pero respetuosa, que busque evitar confrontaciones directas, y así no aumentar la resistencia del niño. Puede ser útil ofrecerle un número limitado de opciones, que le permitan tener una cierta sensación de control sobre la situación. También es importante asociar a sus actos consecuencias razonables y lógicas, relacionadas con el hecho que se ha producido y consistentes en el tiempo, sin caer en la arbitrariedad.
Si el niño tiene una pataleta en el supermercado, es mejor ofrecerle seguir de nuestra mano, o subir en el carro, que ofrecerle comprar patatas fritas.
Por ejemplo, ante una misma situación, no responder con medidas dispares y que no tengan que ver con lo que ha sucedido: si el niño tiene una pataleta en el supermercado, es mejor ofrecerle seguir de nuestra mano, o subir en el carro, que ofrecerle comprar patatas fritas, o decirle que no verá la tele al llegar a casa. En este sentido, conviene evitar el castigo directo, ya que este aumenta las respuestas agresivas y dificulta el aprendizaje.
Otro de los consejos habituales es reforzar las conductas positivas en el niño. ¿Cómo hacerlo sin caer en la exageración? Porque ¿es adecuado reforzar siempre todo aquello positivo que haga?
Es importante saber emplear el refuerzo, ya que puede ser una herramienta muy poderosa. Se tiene que acudir a él cuando el niño realiza un avance en la conducta, que, como padres, vemos adecuada. No es reforzar cualquier conducta, sino la que nos interesa, especialmente cuando vemos un pequeño avance. Hay una gran variedad de refuerzos, pero los más potentes son los que implican la atención y participación de los padres, como hacer una actividad juntos, un elogio, un asentimiento, una sonrisa… también existen los refuerzos materiales, efectivos en el momento. Pero, para mantener una conducta a largo plazo, suelen ser menos útiles. El refuerzo tiene que ser proporcional a la conducta, es decir, no utilizaremos refuerzos ni demasiado grandes ni demasiado pequeños, sino adecuados a la magnitud de la conducta.
El refuerzo bien utilizado es un potente motivador para el cambio.
