La neuromodulación o estimulación cerebral está mejorando la calidad de vida de cientos de niños con trastornos o patologías diversas. Hay diversas técnicas, algunas de ellas no invasivas, si bien una de las más llamativas para quienes no habían oído antes hablar de ellas es la estimulación cerebral profunda, que viene a ser un “marcapasos del cerebro”, como lo describe la Dra. Alejandra Climent Perin, coordinadora de la Unidad de Neurofisiología Intraoperatoria y Neuromodulación del Departamento de Neurología Pediátrica del Hospital Sant Joan de Déu de Barcelona. “Manda señales eléctricas al cerebro tal y como lo haría un marcapasos cardíaco”, detalla.
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La Dra. Climent es referente en España en neuromodulación pediátrica junto al Dr. Juan Dario Ortigoza-Escobar, neuropediatra experto en trastornos del movimiento y estimulación cerebral profunda y portavoz de la Sociedad Española de Neurología Pediátrica, así como coordinador de la Unidad de Trastornos del Movimiento del Departamento de Neurología Pediátrica del Hospital Sant Joan de Déu. Hemos hablado con él para entender en profundidad qué es la neuromodulación, qué niños se pueden beneficiar de ella y cómo les cambia la vida.
¿Qué es la neuromodulación y cómo se aplica?
La neuromodulación es un conjunto de técnicas que utilizan impulsos eléctricos o magnéticos para modificar la actividad del sistema nervioso. Puede aplicarse de forma no invasiva, colocando electrodos o bobinas magnéticas sobre el cuero cabelludo, como en la estimulación transcraneal por corriente directa (tDCS) o la estimulación magnética transcraneal repetitiva (rTMS); o de forma invasiva mediante dispositivos implantados, como la estimulación cerebral profunda (DBS). Siempre se realiza en un entorno médico especializado y bajo supervisión experta.
Con la neuromodulación puede lograrse una disminución significativa de los movimientos anormales o de las crisis epilépticas, así como mejoras en fuerza, coordinación o control del dolor
¿Con qué fin se utiliza en niños?
Principalmente la empleamos para tratar trastornos del movimiento, como distonías, coreas, mioclonías, tics y síndrome de Tourette. En los últimos años también se ha empezado a aplicar en epilepsias refractarias, dolor crónico y fibromialgia infantil o síndrome de amplificación del dolor y, en algunos casos, en problemas de neurodesarrollo (TDAH, dislexia) o programas de rehabilitación motora.
¿Es realmente eficaz?
En las indicaciones adecuadas, sí. Hay evidencia científica que respalda su utilidad, sobre todo en trastornos del movimiento, déficit motor, dolor crónico y epilepsias resistentes. No obstante, la respuesta varía de un niño a otro. Por ejemplo, en la DBS, los niños con distonías primarias o de origen genético suelen responder mejor que aquellos con distonías secundarias a una lesión cerebral previa (como encefalopatía hipóxico-isquémica o encefalopatía bilirrubínica).
¿Es segura en niños y adolescentes?
En manos expertas, es un tratamiento seguro. En técnicas no invasivas como la tDCS o la TMS, los efectos secundarios suelen ser leves y temporales: molestias en la zona de aplicación, fatiga o dolor de cabeza. En la DBS, al tratarse de una neurocirugía, los riesgos son mayores e incluyen principalmente infección o sangrado en el sitio quirúrgico.
¿Hay casos en los que no se pueda aplicar?
Sí. En la tDCS o TMS, está contraindicada en niños con infecciones pediculares activas, implantes incompatibles o enfermedades graves sin control, sangrado cerebral reciente.
Para la DBS, realizamos estudios previos —como PET cerebral o potenciales evocados sensoriales y motores— que nos ayudan a determinar si el paciente es candidato a la intervención.
¿Cuánto dura y cómo son las sesiones? ¿Cuántas se necesitan?
En la tDCS o la TMS, las sesiones no invasivas suelen durar unos 20 minutos para la tDCS e incluso solo 5 minutos para la rTMS. El número necesario varía: desde unas pocas hasta 2 decenas, según el objetivo. En la DBS, el estimulador se implanta y permanece activo de forma continua. Requiere recargas periódicas (cada 2–3 semanas) y un cambio de batería aproximadamente cada 15 años.
¿Existen diferentes técnicas?
Sí: estimulación cerebral profunda (DBS), estimulación magnética transcraneal repetitiva (rTMS), estimulación transcraneal por corriente directa (tDCS) y otras. No todas son apropiadas para todas las edades, y la elección depende siempre de la situación clínica del paciente.
¿Qué mejoría experimentan los pacientes?
Depende de la enfermedad y de la técnica utilizada. Puede lograrse una disminución significativa de los movimientos anormales o de las crisis epilépticas, así como mejoras en fuerza, coordinación o control del dolor.
¿Habrá que retomarla años después?
En algunos casos, sí. Si los síntomas reaparecen o evolucionan, podemos reanudar el tratamiento o ajustar los parámetros de estimulación.
¿Se puede aplicar en ansiedad o depresión en niños?
En casos muy seleccionados y siempre dentro de ensayos clínicos o programas altamente especializados. La indicación debe ser evaluada por un neurólogo o psiquiatra infantil antes de iniciarse.