Estudiar un año académico en el extranjero o parte de él puede ser una gran experiencia. No solo por profundizar el conocimiento de otro idioma, sino también por la autonomía que pueden adquirir fuera, sin los padres, y las oportunidades culturales y sociales que se les presentan. Pero no todos los niños o adolescentes están igual de preparados para ello.
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Charlamos con Manuela del Palacio, presidenta de la Sección de Psicología Educativa del Colegio Oficial de Psicología de Galicia (COPG) para que nos oriente sobre ello.
Estudiar fuera aumenta la independencia y autonomía en la resolución de problemas cotidianos, fortalece las habilidades sociales y aumenta la capacidad de adaptación a diferentes situaciones de la vida
¿Hay alguna edad mejor que otra para estudiar fuera?
En esta cuestión tiene mucho que ver el planteamiento de estudios que se haga la familia. Cuanto más pequeño sea el menor, más apoyo necesitará fuera. Algunos niños cursan en el extranjero ya el último curso de Primaria, pero lo más habitual es que se espere a la ESO o a Bachillerato para que vivan esta experiencia para que pueda, realmente, aportarles "un enriquecimiento positivo", como destaca la experta.
"Entre los 14 y 18 años, coincidiendo con el último ciclo de la ESO y el Bachillerato, sería una edad muy recomendable", destaca. Hay que tener en cuenta que a esas edades ya están más maduros y también hay que considerar cómo van a continuar sus estudios luego en su país de origen: qué posibilidades hay de reengancharse con garantías al curso que le correspondería por edad, qué pasa con pruebas de acceso a la Universidad… Son aspectos a valorar.
¿Hay niños más preparados que otros para estudiar fuera?
"Si estamos considerando la opción de que estudie fuera tendremos que tener en cuenta una serie de factores: su personalidad, capacidad de adaptación, nivel académico y conocimiento de la lengua del país escogido", comenta Manuela del Palacio.
Cuando el niño es "extrovertido, flexible y se adapta a nuevas situaciones tendrá más facilidad para desenvolverse en otro país. Si además presenta un nivel académico medio o alto su éxito para adaptarse a un sistema educativo diferente estará asegurado". En otros casos puede que cueste más, pero se puede trabajar sobre ello.
Así, cuando el menor tiene dudas sobre si marcharse o no y no está demasiado convencido, ¿qué actitud deberían tomar los padres? Estas son las recomendaciones de la psicóloga del COPG:
- Escuchar sus razones y posibles miedos ante la novedad.
- Explicarle los beneficios que tendrá tanto a nivel académico como laboral en un futuro.
- Verbalizarle que siempre lo van a apoyar aunque esté lejos.
- La familia podría viajar antes a ese país, si es posible, para conocerlo, lo que le infundiría seguridad a su hijo.
¿Cuáles son los beneficios de estudiar en el extranjero?
Para un menor, la experiencia de estudiar en el extranjero puede ser muy enriquecedora, ya que vive situaciones nuevas, su competencia en otra lengua se amplía y también sus conocimientos, pues las asignaturas en otros sistemas educativos suelen ser diferentes a las del propio país. Además, "aumenta la independencia y autonomía en la resolución de problemas cotidianos, fortalece las habilidades sociales y aumenta la capacidad de adaptación a diferentes situaciones de la vida", como indica la psicóloga.
Son beneficios muy claros, pero que no se deberían anteponer a los perjuicios que puede tener para un menor marcharse al extranjero cuando no está preparado. Tal como destaca Manuela del Palacio, las consecuencias negativas en este caso serían "ansiedad y estrés, falta de apetito y trastornos del sueño, aislamiento, conductas desafiantes, depresión y problemas en el rendimiento académico". Debe ser, por tanto, una decisión consensuada con el menor y tomada en el momento en que esté realmente preparado.
Cuando la adaptación no va como se deseaba
En ocasiones, el niño o el adolescente están muy convencidos de marcharse al extranjero, pero, una vez allí, no se sienten a gusto y quieren volverse. ¿Qué hacer en esos casos? "Hay un período de adaptación en todo este proceso. Vuestro hijo puede querer regresar, pero los padres han de contar con ello y ser firmes en la decisión que tomaron, principalmente si fue conjunta, padres e hijo", asevera la psicóloga.
Hay que descubrir qué es lo que le está pasando: si necesita más tiempo para adaptarse, si el lugar en el que está no es adecuado para él, si es un problema de expectativas incumplidas, de sentirse solo… Por eso, "la comunicación fluida y directa desde la empatía y el acompañamiento emocional serán cruciales para superar esos momentos", concluye Manuela del Palacio.