Actriz©GettyImages

Entrevista

Conciliación, lactancia, vínculo… Así vive María Castro la maternidad

Reconoce que ha renunciado a trabajos desde que es madre y nos cuenta por qué continúa dando el pecho a su hija pequeña, Olivia, de dos años y medio

María Castro reconoce que ha renunciado a ciertos trabajos para poder centrarse en el cuidado de sus hijas, Maia, de 6 años, y Olivia, de dos años y medio. Sin embargo, ese tipo de decisiones, que antes de ser madre hubieran sido, probablemente, motivo de agobio, ahora no son difíciles de tomar porque tiene muy claro cuál es su prioridad. “Me he convertido en una relativizadora nata”, nos dice en una entrevista que nos ha concedido con motivo de la presentación en España de la marca cosmética infantil Ricitos de Oro, de la que es embajadora. Con ella hemos hablado sobre lactancia y nos ha contado el motivo por el que a Olivia continúa dándole el pecho con más de dos años, mientras que con Maia dejó de hacerlo cuando esta tenía ocho meses. También hemos charlado de apego, del vínculo especial que la mayor ha forjado con su marido y del papel clave de los abuelos en la crianza.

 

¿Te ha cambiado la maternidad?

He pasado del día a la noche y de la noche al día. Es un cambio radical en mi vida que, fundamentalmente, consiste en situar lo realmente importante en otro lugar. Cuando te conviertes en madre, casi todo es por y para ellas; es decir, no dejas a un lado una ilusión, un sueño, pero tus valores o los elementos más importantes de tu vida se focalizan en otro ser. En mi caso, me he convertido en una relativizadora nata; ya casi nada es tan importante. Siempre fui una persona optimista, pero realmente me doy cuenta -y así se lo digo a ellas, se lo repito muchas veces- que lo que nos parece un horror, lo que nos parece un drama en ese momento, lo que nos parece que es un hoyo del que no vamos a poder salir, pasa, queda atrás. Realmente no pasa nada con casi nada. Si hay algo que me ha enseñado la maternidad es a dejarlo todo fluir.

¿Logras transmitirles a Maia y a Olivia esa necesidad de relativizar?

Sí, porque además cada una tiene su personalidad y una se agobia mucho más con las cosas que la otra, así que siempre se lo inculco.

Aunque seas capaz de relativizar, ¿no hay días en los que sientes que no llegas a nada?

Sí, realmente no llego nada nunca. Muchas veces me preguntan “¿cómo llegaste?”. No, es que no llego. Intento llegar a todo, todos lo intentamos en nuestro día a día. Cuando eres una madre o un padre trabajador, tienes dos trabajos que muchas veces son imposibles de conciliar, haces lo que puedes. Dejando cosas por el camino, demuestras que en la realidad y en la imperfección también está la vida.

¿Cómo compaginas tu trabajo como actriz, los viajes, con la maternidad?

Estoy terminado la gira ahora, después de dos años; una gira que empecé con Olivia, cuando tenía cuatro meses. Me la tenía que llevar sí o sí porque era lactancia materna exclusiva, era mi elección. Tenía que llevar siempre a alguien conmigo; al principio el elegido era mi padre porque era el que tenía más anticuerpos de coronavirus de toda la familia y me lo llevaba de viaje. Luego, cuando ya fue un poquito más mayor, a veces la dejaba en casa. Las noches eran un drama. Acababa llorando ella, lloraba a la hermana por verla llorar... y yo creo que también lloraba Jose, pero no me lo decía. Pero bueno, lo que te digo, todo pasa. Pasó, aunque la lactancia sigue aquí; no por elección, he dejado en manos de ella la elección. Cuando ella diga se acabó, se acabará.

¿Sientes que tenéis más apego por seguir a esta edad con la lactancia?

No, es una cosa muy curiosa. Maia, la mayor, es una niña mucho más apegada que Olivia; son como la noche y el día. Mucho más dependiente, mucho más necesitada de nosotros, de la figura del mayor... y dejó la teta muy pronto, con ocho meses. Y Olivia, que es hiper independiente, súper despegada, que se come el mundo... sigue con la teta.

Actriz©Ricitos de Oro
María Castro durante la presentación de la marca cosmética infantil Ricitos de Oro este jueves en Madrid

¿Te coordinas con tu marido o al final organizas tú un poquito más?

Me coordino con mi marido, pero cada semana es una aventura. Cada semana decimos “¿tú qué tienes [en la agenda]?”. Al final, entre los dos, viendo lo que tenemos, lo sacamos adelante y lo que no se llega, nos ayudan mis mis padres, que se vinieron de Galicia cuando nació Maia y son nuestro salvoconducto. Cualquier cosa que necesitemos, da igual la hora que sea, los abuelos se presentan en casa. De hecho, tienen un vínculo muy especial con las niñas. Ellas adoran a los cuatro abuelos porque son muy cariñosas y porque hemos fomentado mucho el apego familiar desde pequeñas, pero mis padres son casi sus segundos cuidadores. Yo creo que Maia durante mucho tiempo pensó que la familia, la unidad familiar, estaba formada por cuatro adultos y dos niñas porque han estado muy presentes en toda la crianza.

¿Cuál es el papel de tu tribu, de la familia, con las niñas?

Los que se quedan en casa, contener; contener y mantener hasta la vuelta. Disfrutar también, porque Maia pasó de ser hija única a ser una hermana mayor. Cuando yo me iba con su hermana, era el momento que ella volvía a ser única y de forjar ese vínculo tan grande con papá. De hecho, Jose siempre duerme a Maia y yo a Olivia. Estamos en la misma cama, es como una especie de colecho gigante que luego ya distribuimos una vez dormidas, pero ella siempre a quien se agarra es a papá, le da más seguridad. Supongo que, como sabe que yo estoy ocupada en ese momento con la lactancia, le da seguridad.

¿Te has visto obligada a dejar a renunciar a algún trabajo?

Sí. Los eventos, la mayoría los he suprimido porque coinciden con el momento del baño y demás. También a una serie diaria, que llegó cuando Olivia tenía dos meses; con un bebé de dos meses, no me veía trabajando tantas horas al día. Y como yo no creo que el tren pase solo una vez por la puerta... Eso lo creía antes y me agobiaba mucho más con esa idea. Eso nos lo han contado para meternos miedo, pero luego pasa otro tren y viene otro.

Así que sí que me cuesta menos decidir las cosas porque tengo muy claro cuál es mi lugar. Eso sí, sin dejar de lado mi profesión porque me encanta ser actriz, valoro mucho mi trabajo, y quiero que ellas el día de mañana, elijan. Si solo quieren ser madres -y digo ‘solo’ con millones de comillas-, fenomenal, pero si quieren seguir peleando por su sueño, no quiero que la maternidad se lo impida.

¿Has hecho con tus hijas algo que antes de ser madre pensabas que jamás?

¡Claro! En el coche, por ejemplo, claro que he tirado de tecnología. Nunca quise hacerlo, pero las niñas viajaban fatal y yo tenía que conducir; al final tenía que tirar de lo que había. Y cuando no lo había, pues lloraban hasta que parabas. Pero tenía opción de tenerlas entretenidas un rato hasta que se callaban y se dormían, lo hacía. Ahora, por ejemplo, al ser más mayores, se han desenganchado ellas solas. Una porque se marea y la otra porque quiere jugar con la mayor, así que ahora en el coche no hay tecnología. Vamos cantando, ponemos música, contamos historias...

Por supuesto, darle unos gusanitos, unos aspitos, para que vayan calladas en la silla -las mías, que no querían la silla, parecía que tenía pinchos- también lo he hecho, sí

© ¡HOLA! Prohibida la reproducción total o parcial de este reportaje y sus fotografías, aun citando su procedencia.