La bondad, ¿se puede trabajar con los más pequeños?©Istock

Neurociencia

¿Se puede fomentar la bondad de nuestros hijos?

Catalogamos a los niños como buenos y malos, sin saber, muchas veces, que la maldad entre ellos no existe, al menos, durante los primeros años. Hay que trabajar esa predisposición hacia lo bueno.

En las últimas décadas, la neurociencia ha demostrado que la bondad tiene efectos muy positivos para todas las personas que la practican: se sienten menos estresadas, más satisfechas, son más optimistas y su resiliencia (ese rasgo tan ansiado en los jóvenes de hoy en día) mejora. Pero, si mi hijo no es bueno, ¿entonces va a ser una persona muy estresada, negativa, insatisfecha y nada resiliente? La respuesta de los expertos no se refiere a esta pregunta, sino a la de ¿por qué crees que tu hijo no es bueno?

Los niños, aseguran, son buenos por naturaleza. Así lo confirma una de las expertas del mundo de la neurociencia a nivel mundial, Koncha Pinós, quien acaba de publicar su libro La belleza de ser bueno. Neurociencia de la bondad para padres (Penguin Random House) y que dirige, junto con el Dr. Richard J. Davidson, The Wellbeing Planet, una organización dedicada a cultivar el bienestar en el planeta mediante el uso de la neurociencia cognitiva, afectiva y social.

Ahora bien, nos dice, “aún a pesar de que los niños son buenos por naturaleza, la bondad se tiene que cultivar y enseñar desde una edad muy temprana, ya que la educación es la responsable de activar las fuerzas internas innatas que permitirán que esa bondad perdure”. De ahí, la publicación de este libro y la entrevista que hemos querido hacerle para saber cómo conseguir realizar correctamente ese trabajo que tenemos como padres.

Libro 'La belleza de ser bueno. Neurociencia de la bondad para padres', de Koncha Pinós (Penguin Random House)©Penguin Random House

Koncha, en primer lugar, ¿a qué llamas tú bondad?

Esa fue exactamente la pregunta que me llevó a escribir este libro, saber cómo definir la bondad. Me pregunté si podríamos encontrar una definición de la bondad, quería saber qué decía la filosofía, la ciencia y la educación sobre la misma. Y ¿sabes qué? Observé que no se ponían de acuerdo en su definición, pero sí en su necesidad.

La bondad innata es la preferencia a hacer el bien, a tener un comportamiento virtuoso y a desarrollar las cualidades que armonizan la belleza y el equilibrio en la vida.

Y practicarla, a nivel global, ¿qué beneficios tiene?

  • En primer lugar, la bondad ayuda a darle significado a nuestra vida, hacer algo bueno es importante y marca la diferencia con respecto a aquellos que no lo hacen.
  • El segundo beneficio es la pertenencia. Al crear actos de bondad nos vinculamos con los otros y contribuimos a que el mundo sea mejor. Esto nos llena de satisfacción.
  • El tercer beneficio es la coherencia entre defender que la bondad es necesaria y practicarla en un sentido de plenitud.
  • El cuarto beneficio es observar cómo surge la ética social de ella, cómo el mundo mejora cuando se practica.
  • El último beneficio es la integración de dar sentido a los cuatro anteriores.

Por otro lado, si me preguntas por los beneficios para la salud probados científicamente, la bondad hace que aumenten nuestras funciones cognitivas, protege nuestro sistema inmunológico, reduce la inflamación y promueve respuestas resilientes.

Si la bondad es innata, ¿por qué debemos trabajarla desde edades tempranas?

Lo que es innato no es la bondad en sí, sino la preferencia a la misma. Sin embargo, al vivir en una sociedad que desgraciadamente no siempre la cultiva, un niño puede dejar de preferirla en su modelo de actuación y comprensión, en cualquier momento. De ahí que haya que trabajar en insistir esa preferencia, ya sea en casa, en la escuela o en la sociedad. Es la mejor garantía de que el niño la tenga como opción preferente en sus deliberaciones.

Entonces, en la práctica, ¿cómo la trabajamos?

No hay trucos, sino que hay que cultivarla día tras día a través de acciones, reflexiones y compromisos. Y no hay edad concreta, aunque la verdad es que los bebés desde los 18 meses ya tienen ganas de ayudar a los adultos, por lo que debemos dejar que lo hagan. Si no, estaremos inhibiendo ese potencial de bondad que ya ha salido en él. Este es tan solo uno de los pequeños actos que podemos ir haciendo, apreciando siempre que se han realizado actos de bondad y creando contextos donde esta forma de actuar sea la opción preferente.

De padres bondadosos, ¿niños necesariamente bondadosos?

No, no necesariamente. Los hijos no están solo influenciados por los padres, sino también por la escuela, la época en la que viven y el contexto, además de, por supuesto, los amigos. Nuestros hijos pueden preferir un comportamiento malicioso y eso no tiene nada que ver con que nosotros no intentemos que prefieran la bondad. Son personas libres, más allá de que sean nuestros hijos. Ahora bien, podemos poner las condiciones para que la bondad florezca, pero es todo lo que podemos hacer.

Actualmente, ¿estamos los padres preparados para enseñar en la bondad?

En mi experiencia, te diré que pienso que los padres son más bondadosos de lo que creen en su día a día, pero lo que no tienen es tiempo para apreciar que lo son. Educarlos a ellos también en ese aprecio hará que la bondad florezca aún más. La vida que llevamos tiene una fuerte carga de estrés y eso no es muy bondadoso. Detenernos, apreciarnos y dar las gracias por todo lo que hacemos como padres es algo importante.

Por ello, primero debemos encarnar la bondad para con nosotros, reconocer que solamente el hecho de haber puesto un hijo en este mundo es ya un acto de bondad. A partir de ahí, es bueno imaginarse lo que se ha hecho durante el día, gesto a gesto y momento tras momento. No importa si tu hijo lo aprecia o no, tú lo has hecho y eso cuenta. Sería muy beneficioso, siempre lo defiendo, tener más espacios donde los padres puedan encontrarse entre ellos, aunque sea virtualmente, apoyarse, reconocerse y apreciarse. La comprensión compartida es fundamental y nos hace poder crear líneas de trabajo hacia la bondad.

Ten en cuenta que nadie está preparado para educar a otro ser humano, porque cada uno de nosotros somos un misterio. Podremos estudiar todos los libros del mundo y tener una teoría fabulosa, pero, al final, es el hecho de mirar a los ojos a otro ser humano y ayudarle en su evolución lo que te hace convertirte en padre o madre. Para ello, además de teoría, se necesita valentía, paciencia, discernimiento, gratitud, desapego, calidez, amabilidad, compromiso y cooperación. Muchas de estas cualidades es lo que hacen que un padre o una madre prefieran esa educación en bondad y no otra. Siendo padres es como aprendemos a educar, hasta entonces, nada nos prepara.

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