Este sábado, Cáceres se ha convertido en el escenario de una boda que trasciende la alta sociedad para hablar de historia, cultura y raíces. Micaela Belmont y Fernando Palazuelo, hermano de Sofía Palazuelo, duquesa de Huéscar, se han dado el “sí, quiero” en la iglesia de Santiago, uno de los templos más emblemáticos de la ciudad extremeña, cuyos orígenes se remontan al siglo XII. Pero más allá de la ceremonia y la nobleza de los invitados, la protagonista indiscutible ha sido la novia —y su vestido—, un diseño que fusiona tradición, innovación y un homenaje directo a Perú, su tierra natal.
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El vestido que ha llevado Micaela —actriz e hija de la exministra de Cultura de Perú Diana Álvarez-Calderón— se distingue por su originalidad y su conexión con sus raíces. Inspirado en los trenzados andinos, técnicas textiles que los pueblos peruanos utilizaban siglos atrás en mantos ceremoniales y vestimenta cotidiana, el diseño combina tradición y modernidad. Una capa exterior trenzada, con flecos gruesos que se mueven con cada paso, crea volumen y dinamismo, funcionando casi como un corsé escultórico sobre un vestido de seda blanca ceñido al cuerpo y con escote tipo corpiño.
El hilo plateado que recorre la capa refleja la luz y añade un matiz contemporáneo. Este tipo de detalle recuerda a las reinterpretaciones que han hecho algunos diseñadores de alta costura, como Iris van Herpen o Jean Paul Gaultier, quienes juegan con estructuras y texturas que transforman la tela en algo casi arquitectónico. El vestido de Micaela tiene ese mismo cuidado por la forma, el movimiento y el detalle.
El look se completa con un recogido bajo, un moño trenzado que refleja la técnica del vestido, un velo ligero y una peineta de diamantes. La raya al medio y el maquillaje natural equilibran el conjunto, mientras que los zapatos de tacón nude y el ramo de lirios blancos naturales refuerzan la sencillez y armonía del estilismo.
La boda en Cáceres ha reunido a más de 250 invitados, entre ellos Sofía Palazuelo con su marido Fernando Fitz-James Stuart y sus hijas, Rosario y Sofía, además de Ágatha Ruiz de la Prada y su hijo Tristán Ramírez, Piru Urquijo y Patricia Llosa Urquidi, exmujer de Mario Vargas Llosa. La ceremonia, cargada de emoción, ha contado con la participación de la familia cercana: Micaela ha sido llevada al altar por su hermano Rafael Belmont, en un gesto cargado de simbolismo tras la pérdida de su padre, mientras que Fernando ha llegado acompañado de su madre, Sofía Barroso, reconocida promotora cultural.
Tras la ceremonia, los recién casados han realizado un baile tradicional peruano, un gesto que refuerza la conexión con la tierra natal de la novia y la fusión de culturas que ha caracterizado la boda.
El Palacio de Godoy, donde se ha celebrado el convite, añade otra capa de historia al enlace. Fernando ha participado en la restauración del palacio renacentista del siglo XVI, un proyecto que conecta con Perú, ya que el conquistador Francisco Godoy lo construyó tras su regreso del país sudamericano. Convertido ahora en un hotel boutique de lujo, el edificio aporta un marco palaciego al evento, recordando que la boda no es solo una unión familiar, sino también una celebración del patrimonio y la memoria histórica.
El vestido de Micaela se inscribe dentro de una tendencia más amplia en la moda nupcial contemporánea: la reinterpretación de técnicas ancestrales y la incorporación de elementos culturales en diseños modernos. Los trenzados andinos, en particular, son un ejemplo de cómo un detalle artesanal puede dialogar con la moda sin perder autenticidad. Históricamente, estas trenzas simbolizaban unión, protección e identidad; trasladadas al altar, adquieren un valor aún más profundo.