UNA BODA EN CIUDAD REAL

Blanca, la novia que encontró su vestido por casualidad y bordó una canción de Karol G en sus zapatos


Encontró su look nupcial, y por casualidad, en Barcelona. Marta Martí entendió su estilo e hizo sus deseos realidad


Vestido de novia de Marta Martí© Carol Garcia - Conde
14 de septiembre de 2025 - 19:00 CEST

Mañana será bonito”. Más que la frase de una conocida canción, es un mantra de vida para Blanca, nuestra protagonista de hoy. No importan las indecisiones previas a la boda, ni los (ahora ya anecdóticos) contratiempos que hubo durante la misma, cuando, al final, siempre existe esta certeza. Mañana será bonito. Frase, por cierto, que acabó bordada en sus zapatos personalizados de novia, esos con los que capeó el temporal (nunca mejor dicho) bailando una noche insólita, bonita e inolvidable. Pero empecemos esta historia por el comienzo.

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© Carol Garcia - Conde

Ocurrió en Barcelona

En un principio, Blanca había viajado a Barcelona, su ciudad natal, con la idea de visitar a una diseñadora que siempre había sido su favorita desde niña. Sin embargo, casi por llenar la agenda, decidió acercarse también al atelier de Marta Martí. Aquella visita lo cambió todo. “Fue amor a primera vista, la mejor de las casualidades”, recuerda. Y aunque reconoce que al inicio le costó decidirse, hubo un momento en el que sintió que no podía tomar la decisión sin la opinión de su madre. “Al final, aunque a veces no lo queramos ver, ellas siempre hacen falta. Y efectivamente, fue justo lo que necesitaba para tenerlo claro del todo”.

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La decisión de buscar en allí le regaló algo más que un vestido: tres escapadas inolvidables con su madre y sus amigas a su ciudad favorita. Desde la primera cita, el equipo de Marta Martí supo captar su esencia a pesar de que, como ella misma reconoce, “no era fácil”. “El proceso de creación fue, literalmente, un sueño”.

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En realidad, Blanca podría decir que optó por una diseñadora de Barcelona para honrar sus raíces, pero lo cierto es que en Madrid no encontró a nadie que reflejara completamente su estilo. Y es que muchas firmas nupciales catalanas beben de una marcada estética mediterránea y presumen de un estilo mucho más relajado y romántico que las de la capital, que tienen un enfoque, quizás, más sobrio y sofisticado. Blanca buscaba todo lo contrario: “un diseño aparentemente sencillo y atemporal, con movimiento, con un aire boho y un punto hippie, que al mismo tiempo resultara original y distinto a todo lo que se había visto antes”, nos cuenta. Con esta premisa, se pusieron manos a la obra.

La historia de un vestido

El diseño de Marta Martí que conquistó a la novia fue el modelo Jane de la colección My Universe. Un look nupcial que utilizaron como base y personalizaron acorde a sus gustos. Recuperaron los valenciennes verticales que decoraban este diseño de colección, dando lugar a una pieza con espalda ligeramente escotada, salpicada con estos delicados encajes, siempre tan apreciados en la moda nupcial y la alta costura.

© Carol Garcia - Conde

Su silueta hace honor a una tendencia detectada meses atrás y convertida en la gran estrella de la temporada, en especial entre las invitadas. Hablamos de un tipo de vestidos con tirantes, escote recto y cuerpo ligeramente ceñido que se abre en una falda ligera y con movimiento. Una línea depurada y muy femenina que Blanca supo defender con creces.

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También es tendencia entre las novias actuales hacer alarde de una practicidad que no se estilaba tanto años atrás. Ya no se ven tantos segundos looks, ni terceros vestidos de novia, ahora, las prometidas prefieren diseños que evolucionen a lo largo de la celebración y se puedan personalizar sin esfuerzo en cualquier momento de la velada. “Sabía que quería llevar un único vestido durante todo el día, pero también deseaba que fuera transformable”, explica.

© Carol Garcia - Conde

Así lo hizo Marta Martí, incorporando sobre el vestido un envolvente a modo de blusa, confeccionado en bambula de seda, para cubrir sus brazos y hombros durante la ceremonia religiosa. “Fue una idea que siempre rondó mi cabeza, pero nunca imaginé que pudiera materializarse de una forma tan brillante”, reconoce la novia. Porque lo más sorprendente es que era un diseño completamente desmontable, con piezas separadas que permitían jugar solo con las mangas, con el envolvente del cuerpo, con la estructura del propio vestido. Así, podía adaptarlo a cada momento del día según cómo se sintiera. ¿No es magistral? Esa versatilidad le permitió, por ejemplo, despojarse de la blusa envolvente durante el cóctel y quedarse con la versión más ligera del vestido. El calor de aquel julio manchego también lo propició.

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El vestido no necesitó velo. La propia blusa envolvente hacía un efecto de cola o de velo improvisado que habría sido excesivo si se hubiese añadido otro accesorio.

Accesorios coherentes

En cuanto a los zapatos, Blanca no tuvo ninguna duda: “siempre tuve claro que serían unas alpargatas con cuña, blancas y sencillas. Es el único zapato alto que mis pies aguantan”. Eligió unas de lino de la firma Mint&Rose, aunque reconoce que ni siquiera las resistió toda la noche. Pero no fue problema, porque, como decíamos al principio, sus amigas le sorprendieron con unos zapatos bordados con la frase de una canción de Karol G que las unía: Mañana será bonito.

© Carol Garcia - Conde

Siguiendo con los complementos personalizados y con las tendencias en alza, no renunció a un precioso abanico de Bambam Studio. Blanca recuerda cómo captaron desde el principio lo que quería transmitir y cómo el resultado superó sus expectativas. Incluía bordados llenos de simbolismo: el faro de Cabo de Palos, la silueta de Cuba (su primer gran viaje en pareja) y una frase muy especial: “De tu casa a la mía por el otro lado”. La personalización no quedó ahí: también se hicieron versiones para las madres de los novios, uno de los regalos más emotivos del día.

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Las joyas tuvieron un significado especial. Más allá del anillo de pedida, la pieza clave fueron unos pendientes diseñados a mano por una de sus mejores amigas. “Yo no suelo llevar pendientes, pensaba que con cualquiera me iba a ver rara, pero los que ella creó para mí fueron simplemente perfectos: sencillos, delicados y con muchísimo significado”. Aquellos pendientes tuvieron tanto éxito en la boda que su amiga decidió lanzar su propia marca, Vanila Brand, y llamó “Blanca” al modelo que diseñó para ella. No podía ser de otra manera.

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El ramo fue otra pieza con sello personal. Lo realizó Andaluflor a partir de una inspiración que Blanca les envió. Lo quería monocolor y en un tono naranja, un color atípico que comienza a resonar resonar con fuerza como tendencia nupcial. Lo escogió así para estuviera en sintonía con la paleta de la boda y las flores que llevaban las niñas de arras en el pelo. Además, incluyó en él un retal de valencienne del vestido a modo de lazada, con la frase A las mujeres de mi vida en homenaje a sus abuelas y una cruz de la Virgen del Carmen. “Luego se lo regalé a ellas como recuerdo”, cuenta emocionada.

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El look se completó con un maquillaje sencillo a cargo de Manuela García, maquilladora local que ha estado presente en todos los momentos importantes de su familia. “El maquillaje fue muy muy sencillo, ya que yo no me suelo maquillar y con cualquier cosa me veía rara. Pero ese día me vi espectacular”, reconoce Blanca. El peinado corrió a cargo de Ino Experience Art, su peluquería de confianza, que optó por un semirrecogido con ondas naturales, desenfadadas e informales, adornado también con un retal de valencienne, cerrando con coherencia todo el look.

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La ceremonia y la decoración

La boda fue también un homenaje a su historia de amor. Blanca y Eloy se conocieron un verano en Cabo de Palos, gracias a una amiga en común. Es su lugar especial, donde siempre han veraneado. Allí mismo, 8 años después, él le pidió matrimonio. “Dar este paso era algo importante que habíamos hablado, pero nunca con seriedad, siempre entre risas. Un día de verano me lo pidió en el sitio más mágico del mundo y no pude decir que no”.

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La ceremonia religiosa se celebró el pasado 5 de julio en la Ermita de Alarcos, en Ciudad Real. Un entorno cargado de historia y significado familiar que apenas necesitaba adornos. Aun así, Bambarela, sus wedding planners, supieron aportar el toque justo de discreción, color y frescura sin restar protagonismo al lugar.

© Carol Garcia - Conde
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Para la celebración, la finca La Posadilla se transformó en un vibrante escenario de verano. Desde el principio, la pareja tenía clara la inspiración: querían que la cena evocara una noche estival, cálida y distendida, de esas que invitan a alargar la sobremesa. El mantel de rayas se convirtió en el gran protagonista, y alrededor de él giró toda la decoración. Los centros de flores pequeños en tonos cálidos (rojos, naranjas y amarillos) reforzaron esa idea y facilitaron la conversación entre los comensales. La flor estrella fue la gerbera, que llenó de vida las mesas.

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© Carol Garcia - Conde

La papelería fue uno de los detalles más comentados. Blanca descubrió a Mirstudio por casualidad en redes sociales, y la conexión fue inmediata. “Su estilo era muy especial y diferente a lo que había visto. Sus diseños tenían muchísima personalidad y eso era justo lo que buscaba”. Se encargaron del seating plan, en colaboración con Andaluflor, de las minutas manuscritas y de unas láminas personalizadas para cada invitado. Fue, sin duda, uno de los regalos más originales de la boda.

© Carol Garcia - Conde
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Los niños de arras vistieron de Quémono, la firma de Angelina, una amiga de la novia. Saliéndose de los cánones más tradicionales, los pequeños supieron defender unos conjuntos distintos, originales y llenos de detalles.

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Un invitado inesperado y un gran aprendizaje

La velada, sin embargo, guardaba una sorpresa inesperada. Tras días de tormentas veraniegas, el gran miedo de los novios era que el calor sofocara a los invitados durante la cena. Blanca confiesa que antes de sentarse rezó para que soplara un poco de aire. Y alguien de ahí arriba debió escuchar sus plegarias porque el aire llegó, aunque en forma de vendaval. “De repente se fue la luz, empezó un viento huracanado y volaban platos, sillas, servilletas… Eloy y yo pensamos que la boda había llegado a su fin y no nos habíamos terminado ni el primer plato”, recuerda.

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La gestión rápida de Bambarela y la ayuda de todos los invitados hizo posible bajar las laterales de la carpa y continuar con la cena. “Ahora lo recordamos con muchas risas, pero en su momento fue bastante drama. Eso sí, la noche se quedó muy fresquita después”, recuerda la novia.

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El proceso de organizar la boda les dejó aprendizajes. “Hemos aprendido a tomar decisiones. Al principio, cualquier mínima decisión nos suponía un mundo y días de reflexión. En una boda hay tanto que decidir que, al final, tuvimos que aprender a luchar contra la indecisión y pasar a la acción”. El segundo aprendizaje fue aún más revelador. “Hemos aprendido a trabajar única y exclusivamente con personas y proveedores con los que de verdad sintiéramos conexión y confianza. Si diésemos marcha atrás, volveríamos a elegir a los mismos y no cambiaríamos ni el más mínimo detalle de nuestra boda. Incluido el huracán”.

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Y es que el amor se hace más fuerte cuando dos navegan juntos las tormentas. Quizás, ese inesperado torbellino de viento fue, metafóricamente, una de las primeras lecciones que les regaló el matrimonio. Porque después de todo, por muy gris que se ponga el cielo, siempre llegará la calma. Porque después de todo, “mañana siempre será bonito”.

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