En 2025, Kate Middleton ha reducido sus apariciones de gala, pero cada una de ellas ha estado medida al milímetro. Cuatro grandes citas —banquetes de Estado en el Castillo de Windsor y una de las noches culturales más importantes del calendario británico— han bastado para trazar un retrato muy preciso de su momento como princesa de Gales. En cada ocasión, el contexto ha marcado el tono, el vestido ha definido la escena y las joyas han actuado como un lenguaje paralelo: piezas con reglas de uso estrictas, historias que conectan generaciones y elecciones que nunca son inocentes. Este recorrido por los cuatro looks de gala que ha firmado este año permite entender cómo Kate utiliza la moda no solo como imagen, sino como herramienta de representación institucional, continuidad histórica y diplomacia.
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Windsor y Estados Unidos: encaje, perlas y la tiara que une a tres princesas de Gales
El castillo de Windsor acogió el banquete de Estado en honor al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y la primera dama, Melania Trump, durante su segunda visita oficial al Reino Unido. Una velada de máxima solemnidad diplomática que exigía una puesta en escena impecable.
Kate Middleton optó por un diseño de alta costura de la diseñadora británica Phillipa Lepley. Un vestido largo confeccionado en encaje floral translúcido, en tonos crema y oro, con cuello alto y manga larga, superpuesto sobre una base marfil palabra de honor. La silueta, austera en apariencia pero riquísima en textura, dejaba al descubierto únicamente brazos y escote. Completó el conjunto con la banda y las insignias reales, subrayando el carácter institucional del encuentro.
La pieza central fue la tiara Cambridge Lover’s Knot. Creada en 1913 por Garrard, primer joyero oficial de la Corona, fue un encargo de la reina Mary inspirado en una diadema del siglo XIX perteneciente a su abuela, la duquesa de Cambridge. Su diseño se compone de 19 arcos de diamantes coronados por lazos —los característicos “lover’s knots”— de los que penden 19 perlas barrocas suspendidas, célebres por moverse al ritmo de quien las porta y aportar vida a la joya. Tras pasar por Isabel II, la tiara se convirtió en uno de los símbolos más íntimos de Diana de Gales, aunque su entorno contaba que le provocaba intensos dolores de cabeza por su peso.
Después de la muerte de Diana en 1997, desapareció en las cámaras acorazadas de Buckingham Palace hasta que, en 2015, Kate Middleton la recuperó para una recepción diplomática. Desde entonces, se ha consolidado como su tiara fetiche en los grandes banquetes de Estado, reforzando la continuidad entre las tres grandes princesas de Gales del último siglo.
Alemania en Windsor: la tiara que casi nadie puede llevar
El banquete de Estado en honor al presidente alemán Frank-Walter Steinmeier volvió a convertir Windsor en escenario de diplomacia ceremonial. Una cita solemne en la que Kate sorprendió con una elección cargada de historia.
La princesa de Gales confió en Jenny Packham, una de sus diseñadoras de cabecera. Eligió un vestido azul de escote asimétrico, cubierto de pedrería y con un sutil drapeado en la cintura que suavizaba la silueta. Desde los hombros nacía una capa de gasa ligera que acompañaba el movimiento y funcionaba como falsas mangas, aportando teatralidad sin exceso.
Kate debutó con la tiara Oriental Circlet, una de las piezas más imponentes y menos vistas del joyero real británico. Diseñada en 1853 por Garrard bajo la supervisión directa del príncipe Alberto, marido de la reina Victoria, la tiara presenta una silueta inspirada en la arquitectura india, con flores de loto, arcos de influencia mogol y una estructura más cercana a una corona ceremonial que a una diadema convencional. Originalmente estaba engastada con ópalos —una de las gemas favoritas de Alberto— y más de 2.600 diamantes. En 1902, la reina Alexandra, profundamente supersticiosa, ordenó sustituir los ópalos por rubíes birmanos, considerados piedras protectoras, muchos de ellos procedentes de un regalo del gobernante de Nepal a la reina Victoria.
La propia Victoria dejó estipulado que solo futuras reinas y reinas consortes podrían llevarla. Paradójicamente, apenas tuvo ocasión de disfrutarla: tras la muerte repentina de Alberto en 1861, inició un luto que duraría cuarenta años y abandonó las joyas de color. La tiara reapareció con la reina Isabel, la Reina Madre, que la convirtió en una de sus favoritas y fue inmortalizada con ella por Cecil Beaton. Isabel II apenas la llevó una vez, en Malta en 2005. Su reaparición en 2025 refuerza la idea de que se trata de una joya reservada para momentos de alto simbolismo institucional.
Royal Variety: terciopelo verde y joyas de legado
El Royal Albert Hall acogió una nueva edición de la Royal Variety Performance, uno de los eventos culturales más relevantes del Reino Unido, en apoyo a la Royal Variety Charity, dedicada a ayudar a profesionales del entretenimiento, especialmente en cuestiones de salud mental.
Kate estrenó un vestido de terciopelo verde oscuro, atribuido al diseñador alemán Talbot Runhof. De silueta ceñida, falda ligeramente acampanada y escote pronunciado, el diseño incorporaba un ingenioso trabajo en el cuerpo que simulaba un bolero integrado. Una elección elegante, nocturna y festiva, distinta a sus habituales apuestas para actos oficiales.
Completó el look con los pendientes Greville Chandelier, un brazalete tipo choker de la reina Mary y accesorios coordinados, además de zapatos de tacón de Manolo Blahnik y un bolso joya de Jenny Packham.
Francia en Windsor: cuando la moda se convierte en diplomacia
El banquete de Estado en honor al presidente francés Emmanuel Macron volvió a situar a Windsor en el centro de la escena internacional. Fue la primera vez desde 2023 que la vimos de nuevo con tiara.
Kate Middleton apareció con un vestido rojo de Givenchy diseñado por Sarah Burton. Confeccionado en crepé de seda plisada, el diseño incorporaba una capa integrada desde los hombros que aportaba movimiento y solemnidad. La elección fue una lección de diplomacia estética: una diseñadora británica al frente de una casa francesa para simbolizar la relación entre ambos países.
La princesa recurrió de nuevo a la tiara Lover’s Knot, acompañada de un bolso bordado con lirios del valle.
La elección reforzaba la idea de continuidad, homenajeando tanto a Diana de Gales como a la tradición de los grandes banquetes de Estado.
