En 2025, la reina Máxima de los Países Bajos ha vuelto a confirmar por qué es la royal más imprevisible —y entretenida— de Europa. Este año la hemos visto enfundarse un uniforme militar y mancharse de barro en un entrenamiento oficial, asistir a actos institucionales en bermudas y mocasines con tachuelas, lucir un sombrero digno de Indiana Jones sin quitárselo en toda una jornada pública y aparecer con una tiara histórica en lo que parecía más un polideportivo que un salón de gala. Entre viajes de Estado, cumbres internacionales y visitas oficiales, su armario ha generado auténticos momentazos que van mucho más allá de la estética: son gestos, mensajes y escenas que solo alguien con su seguridad —y su sentido del espectáculo— puede permitirse.
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Una tiara histórica en una cena de gala en Surinam
Uno de los momentos más comentados del año llegó durante la visita de Estado a Surinam. A su llegada a Paramaribo, el matrimonio real fue agasajado con una cena oficial ofrecida por la presidenta Jennifer Geerlings-Simons. El escenario, lejos del clasicismo palaciego, resultó sorprendentemente funcional, más cercano a un espacio polivalente que a un salón de gala tradicional. Y, sin embargo, Máxima decidió jugar justo a lo contrario.
Para la ocasión eligió un vestido de seda en tono naranja, con pronunciado escote y una capa flotante que aportaba teatralidad al conjunto. El diseño, elegante y rotundo, contrastaba deliberadamente con el entorno. Sandalias marrones de Natan y un recogido relajado completaban el estilismo, aunque el verdadero golpe de efecto llegó con las joyas.
Sobre su cabeza lucía la tiara Dutch Diamond Bandeau, una de las piezas más históricas del joyero neerlandés. Creada originalmente en 1879 como collar de diamantes para la reina Emma y transformada en tiara en 1937, es una joya íntimamente ligada a la historia del país y a su pueblo.
Bermudas, sí: una reina moderna en Indonesia
Si hubo un look que desconcertó —y fascinó— a partes iguales fue el que Máxima lució durante su viaje oficial a Indonesia como enviada especial de la ONU para la inclusión financiera. En un contexto institucional donde el traje clásico sigue siendo la norma, la Reina apareció con bermudas de sastrería negra y mocasines con microtachuelas.
Sí, bermudas. En una reina. En un acto oficial.
El conjunto, en blanco y negro, se completaba con una blazer negra de mangas campana —una prenda arquitectónica ya conocida en su armario— y una camisa blanca impecable. Sin pendientes, sin broches, sin anillos: una elección deliberadamente contenida que subrayaba aún más la audacia de las bermudas. Solo una manicura burdeos aportaba el toque cromático.
Camuflaje y barro: la reina en versión militar
Otro de los grandes momentazos del año fue su aparición vestida de camuflaje durante un entrenamiento con la Real Marechaussee en Harderwijk. Sin vestidos, sin joyas y sin artificios, Máxima se enfundó el uniforme militar y participó activamente en las actividades junto a los efectivos.
La escena, lejos de ser simbólica, fue completamente real: botas, tienda de campaña, conversaciones técnicas y recorrido por las instalaciones. Un gesto que reforzó su implicación con las Fuerzas Armadas y que dejó una de las imágenes más inesperadas de su reinado reciente.
Safari chic en Kenia: bohemia, elefantes y romanticismo
Durante la visita de Estado a Kenia, Máxima recuperó uno de sus looks más evocadores: un conjunto de blusa y falda de estampado paisley de Etro, coordinado con cinturón de rafia y sombrero a juego. El escenario —el santuario de animales del lago Naivasha— pedía un vestuario acorde, y la Reina no falló.
Acompañó el estilismo con joyas de Cartier de inspiración animal: un anillo vintage con elefantes y un brazalete con once paquidermos, además de grandes aros de madera. Las imágenes parecían sacadas de una película.
Verde lima en la cumbre de la OTAN: Máxima protagonista
En la cena de gala de la cumbre de la OTAN en La Haya, mientras la mayoría optaba por tonos oscuros y discretos, Máxima apareció con un mono de seda verde lima de Natan. Escote en V, mangas murciélago y pantalón palazzo componían un diseño que no pasaba —ni pretendía pasar— desapercibido.
El look se completaba con joyas cargadas de historia: la garceta de diamantes de la reina Emma, llevada como broche, y la pulsera de las Indias Orientales Holandesas. Modernidad y pasado dialogando en un solo estilismo, en una de las citas diplomáticas más relevantes del año.
Dos momentos extra: el sombreri de Indiana Jones y las plumas amarillas
Otro detalle que dio que hablar fue su insistencia en mantener un sombrero marrón durante toda su asistencia a los PUM Impact Awards en La Haya. Combinado con un vestido rojo sin mangas y una capa de Natan, el accesorio evocaba una estética aventurera, casi cinematográfica.
Por último, durante un almuerzo oficial con el sultán de Omán, la reina sorprendió con un collar de plumas amarillas acompañado de pendientes a juego, contrastado con un vestido estructurado en tono granate.
Un estilismo en el que el sombrero pasaba a segundo plano frente a un accesorio imposible de ignorar.
