Durante más de dos décadas, Nicole Kidman ha sido sinónimo de elegancia contenida. Con su piel de porcelana, siluetas limpias y una predilección por el minimalismo, la actriz australiana se ha consolidado como una de las figuras más coherentes (y previsibles) de la alfombra roja. Era embajadora no oficial del "quiet luxury" mucho antes de que se pusiera de moda: trajes de Michael Kors, vestidos columna de Armani Privé, guiños sobrios a Chanel... Siempre impecable, pero sin sorpresas. Hasta ahora.
Para ti que te gusta
Lee 5 contenidos gratis al mes con
solo registrarte.
Aprovecha nuestra oferta de Navidad
y navega sin límites durante 1 año
desde 19,50€
Este contenido es solo para
suscriptores.
Aprovecha nuestra oferta de Navidad
y navega sin límites durante 1 año
desde 19,50€
Este contenido es solo para
suscriptores.
Aprovecha nuestra oferta de Navidad
y navega sin límites durante 1 año
desde 19,50€
TIENES ACCESO A 5 CONTENIDOS DE
Recuerda navegar siempre con tu sesión iniciada.
En los últimos meses, Kidman ha dado un giro estilístico que no ha pasado desapercibido. Lo hemos visto en Cannes, con un look metalizado que parecía sacado del armario de una superestrella del K-pop. Lo confirmó en los estrenos de su serie Babygirl, incluso ha coqueteado con lo coquette: moños altos, lazos, estética de muñeca moderna.
¿A qué responde esta transformación?
Hay varias pistas. La primera: Kidman, a sus 57 años, está protagonizando una etapa profesional marcada por la versatilidad. Lejos de encasillarse, ha pasado de Nine Perfect Strangers a Expats, de The Undoing a The Perfect Couple, demostrando que no tiene intención de retirarse al rincón de las actrices respetables. Su imagen, como su carrera, busca renovación constante. La segunda: su estilista, Julia von Boehm, ha apostado por explotar una versión más actual y atrevida de Nicole. A diferencia de otras celebrities que rejuvenecen a golpe de clichés, Kidman se permite jugar sin caer en la caricatura. No está disfrazada de veinteañera, está explorando un nuevo registro. La tercera, y quizás la más significativa, es que la moda también ha cambiado. En una era donde las grandes casas juegan con la nostalgia Y2K, el maximalismo y la provocación controlada, incluso los íconos de la sobriedad necesitan actualizar su narrativa visual. Y Nicole lo ha entendido mejor que nadie.
