Representa la segunda generación de un imperio hotelero que construyó su padre, el exministro Abel Matutes, considerado el impulsor del turismo en Ibiza, y que hoy se revela como una de las sagas empresariales más relevantes de España. Sin embargo, Carmen Matutes (Ibiza, 1969) le resta peso a un sólido legado, que continúa como subdirectora general de la cadena Palladium Hotel Group.
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Para ella la familia es lo primero y más importante, valor que le inculcaron desde niña y que ha transmitido a sus hijas, Lydia (Ibiza, 2000) y María (Ibiza, 2002), fruto de su antiguo matrimonio con Alejandro Monfort. A las tres les encanta pasar tiempo juntas, especialmente en este piso de Ibiza, que fue su hogar durante tantos años antes de mudarse a Madrid y en el que, ahora, se reencuentran en primavera y verano, Navidades y algunos fines de semana.
Un ático blanco y luminoso, con una espectacular azotea, que invita a abrazar el espíritu pausado y hedonista del archipiélago balear.
“Cuando vi esta promoción me enamoré y supe que iba a ser la casa de mi vida. La compramos con muchísima ilusión y nos mudamos en 2004. Es donde he criado a mis hijas. Tiene unas vistas maravillosas y yo, como isleña, necesito tener el mar delante. Cuando mi exmarido y yo decidimos divorciamos, tenía claro que quería quedármela y le compré su parte. La siento mía y será, seguramente, donde acabé retirándome”, cuenta la mujer al frente de uno de los mayores grupos hoteleros del país.
“Para mí es clave que esté mirando al Mediterráneo. Cada vez que abro la ventana, parece que estoy contemplando un cuadro, como si estuviera metida en un barco. Eso es lo que más me gusta. Y también la terraza, donde pasamos mucho tiempo con amigos y familia”, agrega.
Aunque admite no disponer de minutos suficientes para ejercer de “perfecta anfitriona” debido a sus compromisos laborales, no renuncia a recibir de una manera más informal, sin mesas perfectamente dispuestas ni laboriosos menús.
“Es divertido improvisar, pedir unas pizzas o preparar unas tortillas y unas ensaladas, y salir a la azotea con unas cervezas y unos vinos. De vez en cuando también me gusta organizar algo más elaborado, pero al final el lujo está en la compañía y en esos momentos de desconexión”, apunta. Ratos en los que sus dos hijas ocupan un lugar protagonista.
“Estamos superunidas. De hecho, nos llamamos ‘el trío calavera’. Mi madre es mi referente absoluto y la admiro muchísimo, y con Lydia tengo una relación muy especial”, confiesa María, que actualmente está volcada en la moda y las redes sociales, pero sin perder de vista la vena empresarial que con tanta fuerza palpita dentro del clan.
“Tenemos una conexión muy bonita”, ratifica Lydia, que, tras terminar el MIM en el IE, decidió seguir con el negocio familiar. “Desde pequeñas hemos vivido de cerca lo que significa el trabajo constante, la dedicación y el amor por un proyecto común. Crecer así te enseña mucho sobre compromiso, pero también sobre generosidad y equipo”, explica la mayor de las hermanas, que actualmente trabaja en el departamento de Global Partnerships de la compañía.
En la Pitiusa comparten tiempo de calidad y disfrutan de planes tranquilos (navegar, hacer barbacoas en la terraza, jugar a juegos de mesa, cenar entre risas o simplemente leer un libro tomando el sol unas al lado de las otras) y otros más movidos, como escaparse a Formentera a almorzar, o pasar la tarde en el hotel Ushuaïa. Los veranos de la infancia de las Monfort Matutes están ligados al barco de su abuelo, el Aiglon.
“Era casi como nuestra segunda casa, durante esta época del año. Los días surcando las aguas con la familia o viendo atardeceres desde la cubierta son recuerdos mágicos”, rememora Lydia.
“Estamos superunidas, de hecho nos llamamos ‘el trío calavera’. Mi madre es mi referente, la admiro muchísimo, y con Lydia tengo una relación muy especial” María Monfort Matutes
A lo que María añade las noches en el apartamento y las cenas con sus amigos de Andorra y San Sebastián. “Vivían en el mismo edificio y, mientras nuestros padres alargaban la sobremesa hasta las tantas, los niños les hacíamos actuaciones, nos poníamos a bailar o a jugar”, evoca la benjamina.
“Los veranos en Ibiza están ligados al Aiglon, el barco de nuestro abuelo. Era como nuestra segunda casa durante esta época del año. Los días navegando en familia y los atardeceres son recuerdos mágicos” Lydia Monfort Matutes
Fuertemente arraigadas a la tierra que las vio nacer, para madre e hijas, Ibiza lo es todo. Su isla bonita. Un lugar de alegría, familia y amistad donde la vida fluye sin esfuerzo y se acumulan las memorias y anécdotas inolvidables.
“Si este hogar hablara, contaría una parte muy importante de mi vida. Historias preciosas, como la crianza de mis hijas y ratos inmejorables con mis amistades, y otras que no lo son tanto, como la enfermedad y la muerte de mi madre o mi divorcio. Pero el balance es positivo. Es una casa cargada de buenas vibraciones y en la que, si todo va bien, me gustaría pasar el final de mis días”, concluye Carmen.
Sus favoritos
Dónde comer...Cuando se trata de recomendar restaurantes en Ibiza, Carmen lo tiene claro: La Escollera, en Es Cavallet, por la calidad de sus platos y su trato familiar; el beach club Playa Soleil, en D’en Bossa, por su ambiente y lo bien que se come -”Es como teletransportarse a Tulum”, apunta- y Can Pau, en Santa Gertrudis, típico sitio de toda la vida.
Qué comprar...Nacida en la isla, la hija de Abel Matutes se la conoce como la palma de su mano. Cuando busca ropa y joyería de estilo local, acude a World Family y Elisa Pomar, respectivamente. También adora perderse por el mercadillo de Las Dalias, que reúne productos hechos a mano en un entorno distendido, con propuestas gastronómicas y sesiones de DJ.
A quién apoyar...A los oficios ancestrales del archipiélago balear, como la elaboración de espardeñas y capazos, la madera tallada o la cerámica. En lo que respecta a esta última artesanía, la empresaria destaca los jarrones y piezas contemporáneas de Bartblanc, creadas por su amiga la ibicenca-californiana Elena Noguera-Wilson.
Se hizo la luz
Recrea la serenidad y el encanto del Mediterráneo en clave lujosa. Al predominio del blanco y el uso de fibras naturales, incorpora obras de arte contemporáneo y eclécticos muebles y objetos de diseño. Una versión de Ibiza más glamurosa y hedonista, pero igual de relajada.