© Hola Boda Raphael portada

Así contó ¡HOLA! la boda ‘secreta’ de Raphael y Natalia Figueroa

‘Quiero casarme con todos los tópicos: enamorada, en Venecia y después de dar un romántico paseo en góndola’, nos contaba la flamante novia. Hoy, el cantante y la periodista celebran 50 años de casados

A mediados del mes de julio de 1972, la expectación en España era máxima. Todos los ojos estaban puestos en Raphael, uno de los cantantes del momento, y Natalia Figueroa , la joven periodista nieta del conde de Romanones e hija del marqués de Santo Floro. La feliz pareja quería pasar por el altar, pero lo que no deseaba era “convertir su boda en un espectáculo de masas”, como explicaba la crónica de ¡HOLA!

Casarse en Madrid suponía, por tanto, un riesgo que querían evitar. Principalmente porque desconocían cuál podía ser la reacción de las fans, que suspiraban por el cantante –“miles de seguidoras montaban guardia, noche y día, a las puertas de su casa”-, ante un acontecimiento como este.

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“Las innumerables cartas de amenazas respaldaban estos temores” de Raphael y Natalia. De ahí que su ‘sí, quiero’ pronto se tornase en toda “una operación digna de la mejor película policíaca que comenzó un mes antes. Primero, con una rigurosa selección de invitados por ambos lados -tarea ardua y difícil- dada la gran popularidad de los novios y los millares de amigos con los que cuentan. Segundo, la fecha de la boda -también difícil por la apretada agenda del novio-. Y tercero y más difícil: el lugar donde celebrar la ceremonia”.

Aunque, al final, importantes detalles de la ‘misión secreta’ salieron a la luz -algunos medios incluso contrataron detectives privados para conseguir información sobre el enlace-, lo cierto es que nada logró empañar su paso por el altar. Y ahora, 50 años después, Raphael y Natalia celebran cinco décadas de amor , igual de unidos que en los años setenta. Recordamos la que, sin duda, fue una de las bodas de la época.

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Invitados con billete… pero sin destino

Nueva York, Moscú, Versalles… Los novios barajaron diferentes destinos como el lugar ideal para su ‘sí, quiero’. Finalmente, se decidieron por una de las ciudades más románticas del mundo, Venecia.

Como comentamos en líneas anteriores, la elección del escenario era la única dificultad a la que se enfrentaban. También debían pensar cómo trasladar a sus invitados hasta allí sin levantar las sospechas de la prensa, así que optaron por que sus invitados -divididos en tres grupos: los de Natalia, los de Raphael y uno último formado por personas que su círculo común- se subieran al avión sin saber cuál era su destino.

Unos llegaron a Roma, otros, a París, pero, desde distintos puntos, todos volvieron a viajar hasta la ciudad de los canales, su punto de encuentro.

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En góndola, por la ciudad de los canales

“Hay ciudades en las que el turista más reaccionario no puede eludir pasar por ciertas costumbres que son ya casi un tópico, como, por ejemplo… darse un paseo en góndola por el Gran Canal de Venecia. Raphael quiso evitar este romántico paseo que él consideraba un poco cursi, sobre todo, en esta ocasión”, según contaba nuestro cronista.

Pero Natalia, aunque confesaba no ser muy romántica, no opinaba lo mismo: “Quiero casarme con todos los tópicos: enamorada, en Venecia y después de dar un romántico paseo en góndola”.

El artista fue quien terminó accediendo. “Cogidos de la mano, a bordo de una romántica góndola, con un no menos romántico y apuesto gondolero de camisa a rayas y sombrero veneciano, surcaron las tranquilas aguas del Gran Canal hasta avistar el conocido y también romántico Puente de los suspiros”. artista accedió.

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La novia más española de Venecia

La noche anterior al enlace, Raphael no pudo pegar ojo. Incluso, tal y como relataba ¡HOLA!, llamó a su médico para que le ayudase a controlar sus nervios. No era para menos. Había rumores que aseguraban que algo podría torcerse. “La tarde del mismo día de la boda fue un poco tensa, ya que se había corrido la voz de que se esperaba de un momento a otro la llegada de un avión especial de fans con intenciones agresivas. Afortunadamente, la noticia no se confirmó”.

Ni la lluvia que había caído sobre Venecia el día anterior empañó el enlace. A las 19 horas del 14 de julio de 1972, bajo un sol radiante, comenzaba la boda en la iglesia de San Zacarías, próxima a la popular Plaza de San Marcos.

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Natalia lució para la ocasión un vestido inspirado en los trajes de faralae andaluces.

El novio salió diez minutos antes del hotel donde se hospedaba, llegando al templo de una forma peculiar: en una motora. “Le parecía un poco ridículo cruzar las callejuelas de Venecia, de chaqué y dando el brazo a su madre y madrina, a pie”.

Ella, en cambio, prefirió ir a pie hasta allí. Así, entre una marabunta de turistas en pantalones cortos, shorts y hippies, apareció la novia más española del momento. Su vestido, obra de los modistas Herrera y Ollero, estaba confeccionado en piqué blanco, y se inspiraba en los trajes de faralaes andaluces. No faltaban ni los volantes, y una gran flor de organza blanca prendida a su caballo completaba su look nupcial.

‘Miré a Raphael de reojo, creyendo que iba a arrancarse a cantar en la ceremonia’

Cuando llegó el gran momento, los nervios se disiparon. “La ceremonia fue sencilla, emotiva, clásica, al viejo y tradicional estilo español.

Junto a los novios, sus padrinos, el marqués de Santo Floro, padre de Natalia, y Rafaela de Martos, madre de Raphael. A ambos lados, los testigos, y en los bancos, los invitados.

Las flores blancas inundaban la iglesia de San Zacarías. “Tanto Natalia como Raphael se mantuvieron en todo momento tranquilos, serenos, sonrientes. Los rituales ‘sí’ sonaron claros y firmes, así como el resto de las contestaciones a las preguntas del padre José Zenobio, colector general de la basílica de Nuestra Señora de Guadalupe, de México, que voló expresamente desde la capital mexicana para oficiar la ceremonia. “Una prueba de gratitud por el gran recital benéfico que el cantante ofreció en el santuario mexicano dos años antes”.

Terminada la Misa, los novios firmaron el acta matrimonial y, al salir de la Iglesia, no faltó la tradicional lluvia de arroz, traído del Rocío.

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Después, en el hotel se ofreció un cóctel seguido de una cena en la que los asistentes pudieron disfrutar de un menú compuesto por vichyssoise, salmón ahumado, roast beef a la inglesa, tarta nupcial y helado.

Confesó la novia, más tarde, a ¡HOLA! que se encontraba “muy feliz. Pero hubo un momento en el que creí que Raphael iba a dar la sorpresa. Fue cuando el padre dijo: ‘Voy a entonar el Aleluya. Por favor, síganme. En ese momento, miré de reojo a Raphael creyendo que iba a arrancarse a cantar…”, confesó la novia.

Pasadas las doce de la noche, la pareja se retiraba a la suite real del hotel. Para sorpresa de nuestro cronista, a las cinco y media de la mañana, apareció, en el embarcadero del hotel, el cantante, vestido de chaqué, pero sin corbata. “Me marcho, como tú a las seis a Roma y no he tenido más remedio que venir a recoger mi equipaje, ya que ayer sólo me llevé a la iglesia el chaqué puesto y no era cosa de venir envuelto en una sábana”. Y soltó una de sus clásicas carcajadas mientras se dirigía al ascensor para subir a su habitación.

La pareja, que en principio iniciaría su luna de miel en Nueva York, aseguraba que había optado por quedarse en Italia. “Iremos a San Remo, a Capri, a Nápoles, a Palermo. Esta vez no es para despistar…

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