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No es la primera vez que te hablamos de algunos de los mitos más habituales en relación con la alimentación. Pero en esta ocasión, hemos querido profundizar en ellos, analizando, además, por qué en un campo como el de la salud y la dieta abundan estas falsas creencias. Y le hemos planteado, todas nuestras dudas al respecto a una experta en Nutrición, Beatriz González (@bea_gonfer), Vocal de Comunicación del Colegio Profesional de Dietistas-Nutricionistas de Madrid, quien nos ha resumido las causas, así como cuáles son los mitos más habituales en relación con lo que comemos.

 

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Por qué abundan los mitos nutricionales

¿Por qué piensa que en un campo como el de la nutrición es tan habitual que existan mitos y falsas creencias? En su opinión, son varios los motivos, y los resume en los siguientes:

  • Falta de educación nutricional. No saber cómo interpretar la información que encuentran en internet o en otros medios puede llevar a la confusión y a creer en mitos y falsas creencias.
  • Difusión de información errónea. Intereses de personas o empresas que buscan ganar dinero o promocionar un producto o servicio determinado.
  • Diferentes necesidades nutricionales. Las necesidades nutricionales varían de unas personas a otras y lo que funciona para una persona puede no funcionar para otra, lo que lleva a la confusión y a la proliferación de mitos.
  • Complejidad de la nutrición. La simplificación excesiva para que se comprendan ciertos temas puede conllevar a la generación en mitos.
  • Influencia cultural. Las creencias culturales y las tradiciones pueden influir en lo que la gente come y en lo que se considera saludable o no, en muchas ocasiones no están basadas en evidencia científica.

“Ante esto, es importante buscar información basada en evidencia científica y consultar con un nutricionista antes de tomar decisiones importantes sobre la alimentación y la nutrición”, nos cuenta.

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No todo vale en nutrición

Uno de los problemas añadidos es que tendemos a confiar mucho en lo que le ha funcionado a alguna persona de nuestro entorno. Seguimos una dieta porque a nuestro amigo, familiar o compañero de trabajo le ha funcionado. Decidimos tomar un alimento por el mismo motivo. Gran error, tal y como nos explican los expertos. “Cada persona en un mundo y los tratamientos deben ser personalizados. Lo que le funciona a una persona le puede perjudicar a otra. Incluso lo que le funciona a una persona a día de hoy puede que no le funcione dentro de 10 años. Cada uno tiene un camino, lleva un ritmo y no debe compararse con el del vecino”, comenta la nutricionista.

 

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Tres grandes mitos

Teniendo claro todo esto, toca profundizar, analizando algunos de esos falsos mitos relacionados con el mundo de la nutrición, que deberíamos desterrar de una vez por todas. Además, nos confirma que hay tantos mitos como alimentos. “Y cada año surgen nuevos”, puntualiza.

De entrada, la experta en Nutrición nos resume tres de los más habituales:

  1. "Los huevos aumentan el colesterol": Los huevos son una excelente fuente de proteínas y nutrientes importantes como la vitamina D. Aunque los huevos contienen colesterol, estudios recientes han demostrado que no tienen un efecto significativo sobre el colesterol en la sangre. El 70% del colesterol de nuestro organismo lo produce nuestro propio cuerpo, no se incorpora a través de la alimentación
  2. "La leche desnatada es más saludable que la leche entera". La leche entera contiene más grasa y calorías que la leche desnatada, pero también contiene más vitaminas y minerales.
  3. "El gluten es malo para la salud". Para aquellos con enfermedad celíaca o sensibilidad al gluten, el gluten puede ser perjudicial para la salud. Sin embargo, para la mayoría de las personas, el gluten es seguro y no tiene ningún efecto negativo sobre la salud.

 

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Dejar de contar calorías, otro gran mito

¿Piensa que debemos de dejar de contar calorías, es, tal vez, ese un gran mito? “No tiene sentido contar calorías. En primer lugar, porque puede ser un desencadenante de un trastorno de la conducta alimentaria. Y en segundo lugar, porque no es un dato útil. Es decir, en un idílico caso puedes contar con exactitud todas las calorías que metes a tu cuerpo, pero nunca sabrás con exactitud las calorías que quemas. Porque no quemas las mismas andando que corriendo, ni corriendo rápido que corriendo lento o que subiendo escaleras. Tampoco quemas las mismas si tienes mucho músculo o poco músculo, mucha grasa o poca grasa. Ni con 18 años quemas lo mismo que con 28. Y ¿para qué quieres saber las calorías que metes al cuerpo si nunca vas a saber las calorías que quemas? Esto solo favorece la obsesión. Está bien mirar el aporte calórico de los alimentos por interés y conocimiento personal, pero no para controlar el número total de calorías ingeridas en un día”, nos detalla la experta.

 

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Las bebidas vegetales son más saludables que la leche

FALSO. No son ni más ni menos saludables que la leche. Son alimentos diferentes y en función del objetivo y los gustos personales debemos consumir uno, otro o ambos. Sí hay que prestar atención a la composición de las bebidas vegetales ya que en muchos casos se les añaden azúcares, aceites vegetales, sal... En cambio, con la leche podemos estar tranquilos, porque no se le puede añadir nada. Según la ley, leche es el «producto íntegro, no alterado ni adulterado y sin calostros, del ordeño higiénico, regular, completo e ininterrumpido de las hembras mamíferas domésticas sanas y bien alimentadas».

 

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Todas las grasas son malas

FALSO. Como todo en la vida, hay grasas de mejor calidad y grasas de peor calidad. Las más aconsejables de consumo diario son las grasas insaturadas, como las presentes en el aceite de oliva, pescados como el salmón, el atún o la trucha, también en el aguacate y los frutos secos, entre otros. Las grasas de peor calidad y que debemos evitar su consumo frecuente son las grasas saturadas, las grasas trans, grasas hidrogenadas, presentes en alimentos fritos, comida rápida y preparada, bollería…

 

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Los hidratos de carbono engordan

FALSO. Los hidratos de carbono aportan 4 kcal por cada gramo que consumimos. Exactamente la misma cantidad que la proteína. Engordamos cuando consumimos más calorías de las que quemamos y en este proceso influye la alimentación, el ejercicio físico, el estrés, la genética… Es erróneo simplificarlo a que los hidratos de carbono engordan, porque ningún alimento o nutriente tiene la capacidad de hacernos engordar, es el conjunto de hábitos. Además, los carbohidratos complejos, como los presentes en los cereales integrales, frutas y verduras, son importantes para una dieta saludable.

 

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Los productos light adelgazan

FALSO. Un alimento light es el que tiene una reducción de un nutriente, como mínimo, del 30 % en comparación con un producto similar. Light no significa que tenga menos calorías, ya que un producto puede tener un 30% menos de azúcar, pero si se le aumenta su contenido de grasa, la cantidad de calorías puede llegar a ser incluso mayor que la versión original y lleva la denominación light. Con frecuencia las personas consumen altas cantidad de los productos light pensando que son saludables y no es así.

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Cenar solo fruta engorda

FALSO. Engordar es un proceso multifactorial en el que influyen la alimentación, la actividad física, el estrés, la genética, las hormonas… La fruta es muy sana, pero de forma general no aconsejo cenar solo fruta porque seguramente la persona se quede con hambre, le genere ansiedad o estrés y llegue al día siguiente con más hambre de la debida.

 

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¿Hay que hacer realmente cinco comidas al día?

FALSO. No, hay que hacer tantas comidas como el cuerpo y el estilo de vida lo pidan. Esto es algo muy personal y no hay consenso del número ideal de comidas al día. Hay quienes se despiertan sin hambre por las mañanas y no comen nada hasta medio día, otros que se despiertan con un hambre voraz que no pueden salir de casa con algo en el estómago. Lo importante es que sean comidas estructuradas, equilibradas y de calidad.

 

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Adaptar nuestra nutrición

Como sucede en otros aspectos de la vida, ¿hay recomendaciones en nutrición que pueden cambiar o adaptarse a los tiempos? “Soy fiel defensora de que la salud no entiende de modas y debemos evitar todo tipo de dietas milagro o alimentos superpoderosos que prometen el oro y el moro. Pero por supuesto que la alimentación se puede y se debe adaptar a los tiempos: época del año, etapa de la vida, condición patológica, estilo de vida… No había la misma disponibilidad de alimentos durante la Guerra Civil que en la actualidad. No tiene las mismas necesidades nutricionales un bebé que un adolescente de una persona mayor. Tampoco debe comer lo mismo una persona que es sana a los 20, pero que a los 50 desarrolló diabetes. ¡La clave está en adaptarse a cada uno! Esto le llevará a desarrollar un estilo de vida que pueda seguir durante mucho tiempo y no sea un hábito puntual que tenga que abandonar por no poder llevarlo a cabo”, concluye.

 

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