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Paciencia, la madre de la ciencia. En algún momento de la vida, a todos nos toca cultivarla, no queda más remedio. “La paciencia está considerada como una virtud, (“punto medio y equilibrio entre emociones externas”, según Aristóteles), dirigida a alcanzar una vida pacífica y serena a nivel psicológico físico y espiritual”, nos cuenta la psicóloga clínica y coach ejecutivo Pilar Guerra Escudero, que también nos habla de cómo ha ido evolucionando el concepto, para bien. “Hay un nuevo paradigma sobre el concepto de paciencia que cambia al anticuado y estoico matiz acerca de que todo lo que se haga ha de estar precedido de sufrimiento y lucha, por el nuevo significado de que la paciencia es el resultado de una buena inteligencia emocional y, por lo tanto, de una impecable gestión de las emociones”, nos explica. Y nos resume los que son, en su opinión, las ocho claves fundamentales para cultivar la paciencia.

 

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Es importante discernir entre control y gestión

El control, amigo del perfeccionismo, aboga por pelear, por pugnar por el mejor postor para alcanzar la exigencia y como esta tiene que ver con las prisas, la paciencia solo se alcanza siempre y cuando recordemos que la gestión de las cosas requiere un tiempo de elaboración, de espera, como si de una receta al horno se tratase. Gestionar, y no controlar por tanto, tiene que ver con la humildad en reconocer que el ser humano no está dotado de súper poderes.

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Controlar el tiempo

Desde el punto de vista anterior respecto a la gestión del control, aparece el concepto de temporalidad: qué hacer mientras espero en que algo aparezca.

La paciencia y su desarrollo requiere, por tanto, de altas dosis de imaginación para no aburrirse y poder hacer una correlación con la mítica frase de que importa más el proceso que el resultado. El proceso por tanto, es un transcurso que permite que algo que queremos pueda llegar a alcanzarse. Desde este concepto, saber esperar y disfrutar mientras algo llega hace que la paciencia se desarrolle.

 

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Alejar la frustración

La poca tolerancia a la frustración es otro enemigo de la paciencia; frustrarse fácilmente es una respuesta emocional que experimentamos cuando no logramos el objetivo que queremos, cuando las cosas no salen de la forma que a uno le gustaría que salieran. Esto está relacionado directamente con las expectativas; desde que deseamos algo hasta que lo conseguimos pueden ocurrir miles de acontecimientos que no esperábamos. Cultivar la expectativa y, por lo tanto, trabajar de manera indirecta la paciencia es sinónimo de no esperar absolutamente nada, aunque necesitemos absolutamente todo.

 

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Gestionar el pesimismo

La gestión del pesimismo es otra de las claves para desarrollar la paciencia. La exageración del pensamiento respecto a engordar la queja que acerca de que todo requiere una espera, no hace sino tener un discurso tóxico con nosotros mismos, en el que nos recordamos que “todo es catastrófico”, que “todo supone un esfuerzo insoportable”, que “todo es insostenible”, “lo difícil que es vivir” y “lo tremendamente negativo que es esperar”. Frases como estas contaminan nuestro día a día y llevan al ser humano a estar del lado de lo negativo de manera continuada.

 

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Aprender a estar solos

Aprender a estar solos es también cultivar la paciencia. El estar solo en muchas ocasiones lleva a aprender a estar pausado, quieto y también a estar en silencio. Uno de los pilares básicos para aprender este estado de permanecer con uno mismo es el de vivir el presente. Cuando el ser humano se focaliza exclusivamente en el aquí y el ahora y simplemente está sin hacer absolutamente nada, el ser humano está del lado de la paciencia. Observar, pensar, parar, sin ruido, ayuda a conectarse y ejercitar el discurso interior.

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La meditación

La meditación, la relajación, la respiración son herramientas gratuitas, innatas, que de manera natural llevan a cultivar la paciencia. La meditación es una técnica que cuando se convierte en hábito permite tomar consciencia de quienes somos, por lo que dejamos de esperar, dejamos de estar del lado del hacer, del consumismo, de comprar objetivos para simplemente estar y dar importancia a la esencia humana.

Cuando se cultiva este mundo interior, las cosas adquieren otra perspectiva, los temores, los miedos, las frustraciones se disipan y la paciencia viene inmediatamente dada después, así, sin más.

 

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Saber parar

El confinamiento del año 2020 hizo que el mundo cambiase el ritmo y se modificasen las prioridades. Todo se congeló, todo estaba sin tiempo, nadie conocía qué es lo que iba a ocurrir, ni si existiría o no un final a esa pandemia. Curiosamente y, a pesar de los datos trágicos acerca de que miles de personas cursaron con depresión y angustia en esos meses de encierro, hubo un grandísimo número de habitantes en este planeta que llegaron a declarar que fue el confinamiento la mejor experiencia de su vida. Simplemente el poder estar esperando a observar lo que ocurría, reflexionando lo que acontecía, les enseñó -nos enseñó- a no esperar nada absolutamente más que desarrollar la paciencia como herramienta principal.

 

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La importancia de la aceptación

La aceptación como herramienta emocional lleva a una mayor adaptación y, por consiguiente, a un estado de serenidad donde valores o virtudes como la paciencia se convierten en algo natural que se pone en práctica sin esfuerzo. Aprender de cada experiencia sin interpretar que los errores no son fracasos, sino parte de un continuo aprendizaje, así como deshacerse de los fantasmas del pasado y de los miedos del futuro lleva a saber vivir en el ahora y gestionar el pensamiento sin prejuicios, sin prisas y pacientemente.

 

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