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En verano todo se relaja, incluso en ocasiones descuidamos algunas costumbres que, el resto del año, tenemos totalmente interiorizadas. Esto pasa también en lo que respecta al cuidado de la salud de nuestra boca. En el caso de nuestros dientes, está comprobado que, en vacaciones, descuidamos nuestros hábitos de higiene y alteramos nuestra dieta. “Precisamente en vacaciones, por tener más tiempo libre, deberíamos aprovechar para hacer una puesta a punto de nuestra salud, incluyendo la de nuestros dientes”, comenta por su parte el Dr. Iván Malagón, odontólogo experto en Ortodoncia y Estética Dental.

Mientras, le preguntamos al doctor Carlos Saiz, de clínicas Carlos Saiz Smile de Madrid y Barcelona, si piensa que el verano es una época especialmente complicada para nuestra salud dental. El experto piensa que no debería ser así, y que lo que tendríamos que tratar de hacer es intentar llegar a esta estación con nuestra boca cuidada y sin problemas bucodentales que puedan causarnos otros problemas durante los meses estivales. El motivo es que estos pueden aparecer lejos de nuestros dentistas de confianza y muchas de las clínicas dentales de nuestro país pueden permanecer cerradas unos días. ¿Descuidamos, entonces, nuestra salud bucodental? “Aunque no debería ser así, el hecho de pasar más horas fuera de casa, en la playa por ejemplo, y romper nuestras rutinas puede hacer que nos saltemos los tres cepillados diarios”, nos dice.

 

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Ojo con estos problemas

¿Cuáles son los principales problemas a los que podemos enfrentarnos en los meses de verano en relación a nuestra salud dental? El doctor Saiz nos explica que, en su opinión, los problemas más habituales que pueden suceder durante las vacaciones serían “dolores dentales por caries no tratadas en su momento, fracturas por caídas y desprendimiento de prótesis, entre otros”. Todos ellos son incidentes que requieren de consulta con un profesional de la odontología para tratar de solucionarlos cuanto antes.

 

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Un cambio de hábitos que influye

En vacaciones, además cambiamos muchas veces nuestros hábitos alimentarios, comemos más fuera. ¿Puede tener también impacto este hecho en nuestra salud bucodental? “Todos sabemos que en verano solemos relajar nuestras dietas e ingerir con más frecuencia azúcares refinados que durante el resto del año”, nos cuenta el especialista, que cita, por ejemplo, el caso de los helados, así como las bebidas alcohólicas o azucaradas. “Esto puede aumentar el riesgo de caries y problemas gingivales”, nos comenta Carlos Saiz.

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Mantener los hábitos de higiene

Teniendo todo esto en cuenta, ambos expertos nos dan los consejos básicos para cuidar también de nuestra salud bucodental en los meses de vacaciones. “La recomendación que yo doy a mis pacientes es que el cepillo eléctrico sea uno de sus compañeros de viaje, así como el uso diario de enjuague buco dental para lucir una sonrisa más sana y fresca”, sugiere Carlos Saiz. Y es que no hay que descuidar nuestros hábitos de higiene, siendo incluso más riguroso que el resto del año. Las altas temperaturas favorecen la proliferación de los microorganismos.

Es clave, por ejemplo, el cepillado antes de dormir. En opinión de Iván Malagón, es el más importante, porque durante la noche los ácidos que dañan los dientes se forman más fácilmente, porque se segrega menos saliva y el hecho de tener la boca cerrada (medio anaerobio), crea las condiciones favorables para que las bacterias proliferen.

 

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La importancia de la dieta

El doctor Malagón recomienda mantener una dieta rica en frutas y hortalizas frescas. La gran variedad de frutas de temporada que os ofrece esta época del año es una oportunidad única para mejorar el aporte de antioxidantes a nuestro organismo.

Y ojo con los dulces, pues los azúcares son uno de los grandes enemigos de la salud oral, ya que son los culpables de las caries. Las bacterias que las originan, se nutren de ellos, por lo que hay que evitar consumir productos con azúcar añadido y, si se consumen, lavarse los dientes rápidamente para minimizar su efecto. Y reduce el “picar entre horas”, ya que no favorece mucho nuestra higiene. Se recomienda, después de ingerir alimentos entre comidas, al menos enjuagarse la boca varias veces.

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Alimentos muy fríos

Hay que tener especial cuidado con las bebidas, helados, alimentos muy fríos o con la costumbre de masticar hielo. Debes evitarlo, pues los cambios bruscos de temperatura, provocan que los nervios y los vasos sanguíneos del interior de los dientes se inflamen, lo que se conoce como hiperemia pulpar y genera mucho dolor.

 

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Beber agua, fundamental

Hay que hidratarse regularmente. “Con el aumento de las temperaturas el cuerpo se deshidrata más rápidamente, y cuando ocurre se genera menos saliva (xerostomía). La saliva es un protector dental y cuando salivamos menos los dientes quedan desprotegidos ante el ataque de las bacterias. En los pacientes de edad media o jóvenes no es relevante, pero si en mayores, porque tienen más dificultad para manejar el equilibrio hidrosalino y necesitan una mayor hidratación”, apunta el doctor Malagón.

Pero hay que reducir, eso sí, el consumo de bebidas carbonatadas y el alcohol. El motivo es que este tipo de líquidos llevan una gran cantidad de ácidos que merman mucho el esmalte dental, desgastándolo y descalcificándolo. Además, también influyen en la salud de las encías, produciendo que se inflamen. El alcohol provoca halitosis y sensibilidad dental.

 

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Chicle sin azúcar

El doctor Malagón recomienda llevar siempre a mano un chicle sin azúcar. En esta época, en la que se pasa mucho tiempo fuera de casa, como decíamos, es habitual lavarse menos los dientes. Por eso, en opinión del experto, si no se dispone de un cepillo a mano, una buena forma de limpiar los dientes es masticar chicle (sin azúcar) para estimular la salivación y ayudar así a una primera limpieza. Alimentos como las frutas frescas también ayudan a ello, con su alta cantidad en agua.

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Ojo con las actividades al aire libre

Hay que tener especial precaución con estas actividades. Sí, el buen tiempo incita a salir a la calle y divertirse, pero hay que tener cuidado para no sufrir traumatismos que dañen los dientes. El contacto continuo de los dientes durante la práctica deportiva, puede ocasionar microrroturas, especialmente en una dentadura mal alineada.

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¿Y en la piscina?

En este caso hay que prestar atención con el cloro de la piscina y deportes acuáticos. Y es que el cloro no es que sea malo en sí para los dientes, pero a las personas que habitualmente practican natación y exponen sus dientes al agua con cloros y otras sustancias químicas, se les acumula el sarro o placa dental de forma mucho más frecuente que al resto de personas. Las proteínas salivales se descomponen rápidamente, en contacto con el pH del agua de la piscina, y forman depósitos orgánicos en los dientes, de color marrón, conocido como ‘el sarro de los nadadores’.

 

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Si buceas

En relación con el agua, también debemos hacer mención al buceo, que puede acarrear dolor de mandíbula, si antes no se ha consultado con el dentista cómo colocarse la boquilla del regulador de aire. Es frecuente también el ‘síndrome de la boca del buzo’ (también llamado barodontalgia), un problema causado por el cambio de presión de aire, sobre todo si el buceador tiene grandes caries, empastes, encías inflamadas o infectadas… Un consejo para quien sea portador de dentaduras postizas es acudir antes de bucear al dentista, para evitar que pueda tragársela…

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El sol ¿aliado de los dientes?

“El sol además de ser clave para disponer de alimento y oxígeno a nuestro cuerpo, también lo es para adquirir vitamina D, una vitamina vital para el ser humano. Tener buenos niveles de vitamina D beneficia a los huesos y también a los dientes, porque el esmalte dental se constituye principalmente por calcio y fosfatos. La vitamina D tiene un papel muy importante en la capacidad del cuerpo para absorber esos elementos. Por el contrario, si se tienen poca cantidad de vitamina D puede afectar en la fortaleza de nuestro cuerpo (por lo tanto, perjudica al buen desarrollo de los implantes) y puede empeorar las enfermedades de las encías. Esta vitamina D, al contrario que otras vitaminas, no podemos adquirirla de forma íntegra a través de los alimentos, por lo que es fundamental sintetizarla a través de la exposición solar. ¡Aprovecha el verano para ello! Siempre con cuidados y protección solar”, indica el doctor Malagón.

 

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