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¿Conoces a alguien en tu entorno que presume de saber algo sin tener realmente idea de lo que habla? Son ese tipo de personas que opinan de todo sin tener certezas de lo que que están afirmando. Pues tal vez padezcan lo que se conoce en psicología como efecto Dunning-Kruger, “un sesgo cognitivo por el cual las personas con baja capacidad intelectual tienden a sobreestimar tanto sus conocimientos como sus habilidades”, nos explica Margarita Carrasco, psicóloga de bluaU de Sanitas. Este es un fenómeno bastante extendido, si bien es más habitual en personas jóvenes, debido a que han vivido menos experiencias, han recibido menos feedback de su entorno, y, por tanto, el aprendizaje que han recibido es menor. Se encuentra en las antípodas del denominado síndrome del impostor, que es precisamente el efecto contrario, es decir, personas con gran capacidad intelectual que tienden a infravalorarse.

 

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Así se manifiesta

¿Qué señales y rasgos nos indican que podemos padecerlo? Tal y como nos cuenta la especialista, las personas que padecen este síndrome se suelen caracterizar por tener un exceso de confianza que hace que sobreestimen sus habilidades, de forma que se creen muy competentes en todo lo que hacen. Además, tienen dificultad para reconocer las habilidades y competencias en los demás, a la par que les cuesta mucho asumir y aprender de sus propios errores.

 

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Opinar de todo sin saber de nada

Uno de los rasgos de estas personas, como decíamos al principio, es que tienen tendencia a opinar de todo sin tener idea de muchas cosas. “Esta cuestión se puede responder con la definición de lo que Dunning y Kruger denominaron 'el monte de la ignorancia'. Este fenómeno se refiere a personas con muy pocos conocimientos, que tienen la falsa creencia de saber mucho y sentirse muy competentes para dar sus opiniones, creyendo, además, que estas opiniones son superiores a las del resto de la gente”, apunta la psicóloga.

Y en relación a esto nos surge una duda, ¿por qué cuanto menos sabemos, más creemos saber? “Las personas que actúan bajo los efectos de este síndrome, además de sobreestimar sus capacidades, tienen serias dificultades en la habilidad metacognitiva para darse cuenta de ello. Esto implica que no son capaces de evaluar sus habilidades de forma objetiva, por lo que continúan pensando que son muy competentes en muchas áreas y que no necesitan más formación o experiencia. En conclusión, las personas con baja capacidad intelectual, no identifican que no son tan buenos como se piensan”, detalla.

 

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¿Hay personas con más posibilidades de desarrollarlo?

A nivel global, Margarita Carrasco nos cuenta que las personas con menos capacidades intelectuales y habilidades tienen más riesgo de poder padecer este síndrome. A esto habría que sumar otros factores específicos de la personalidad como la baja capacidad de hacer autocrítica, la falta de autoconciencia personal, o un grado de apertura a la experiencia inferior a lo deseable.

 

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La relación de convivencia

Nos planteamos, claro está, si es difícil la relación con personas que se comportan de esta manera. Y la experta confirma que así es en la mayoría de los casos, ya que la dificultad de reconocer la inteligencia en los demás, también es una característica que se presenta en este síndrome. “Un ejemplo típico es el paciente que cree que sabe más que su médico y llega a la consulta con su diagnóstico elaborado, incluso llegando a corregir al profesional. Además, son personas que difícilmente asumen que se han equivocado, por lo que tienden a buscar excusas o culpar a los demás, y esto hace que empeore la calidad de sus relaciones personales”, nos explica poniendo estos ejemplos concretos.

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Cómo afrontarlo

¿Qué consejos daría, por último, la experta para minimizar el efecto Dunning-Kruger, por el propio bien de quien lo padece?

-En primer lugar, hay que conocer la existencia de este síndrome, la identificación es el proceso clave para iniciar un cambio.

-Como recomendaciones específicas, practicar más la escucha activa, asumir las críticas, aumentar los tiempos de respuesta, y parar de vez en cuando para hacer autocrítica, son pautas que nos pueden servir de gran ayuda para combatir este síndrome.

 

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