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Las primeras impresiones cuentan, y mucho. De hecho, todas sabemos que si tenemos una entrevista de trabajo, debemos cuidar nuestro aspecto al máximo si queremos ese puesto al que hemos postulado. También en las primeras citas o cuando vamos a conocer a la familia de nuestra pareja. Pero nosotras también emitimos juicios sobre los demás. Y debemos tener mucho cuidado, ya que a nuestro cerebro le cuesta mucho cambiar la opinión que tenemos de los otros una vez la hemos emitido. Y eso nos puede llevar más de un disgusto. Por ejemplo, podemos crear unas expectativas que realmente no existe. En psicología, estas primeras impresiones tienen un nombre 'efecto halo y efecto horn' y de ello te vamos a hablar.  

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¿Qué es el efecto halo y cómo influye en las primeras impresiones? 

Necesitamos ordenar y clasificar la realidad. Por ello, atribuimos características positivas o negativas a las personas sin tener información previa sobre ellas. Cuando se trata de positivas, hablamos del efecto halo. Como nos explica el psicólogo Moisés Suárez, de Mundopsicologos.com, "se trata de una impresión que se tiene sobre la otra persona a través de la primera percepción que se tiene sobre esta, la cual condiciona la opinión general". Gracias a este sesgo cognitivo, pensamos que vamos a poder comenzar una relación con esta persona sin conocerla realmente. 

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¿Qué es el efecto horn y cómo influye en la primera impresión?

Si el efecto halo creaba una impresión positiva de la otra persona y, por ella, podemos pensar que la relación será buena, el efecto horn es lo contrario. "Trata de atribuir características negativas sin tener información o conocimiento previo de la persona. Se prejuzga atribuyéndole cualidades negativas de manera generalizada a través de otra cualidad que se ha detectado o conocido", sostiene el experto en psicología. 

Tanto el efecto halo como el horn se producen porque emitimos un juicio erróneo o porque nosotros mismos lo estamos provocando de este modo.  "La atribución se hace con bastante seguridad anulando la capacidad de hacer un juicio racional. Esto se produce por la necesidad que tiene la persona de clasificar de forma ordenada la realidad", indica Suárez. Es decir, juzgamos o nos juzgan de manera subjetiva, ya que hacerlo objetivamente requiere un esfuerzo racional y consciente. 

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El peligro de dejarse llevar por la primera impresión

Las suposiciones que emitimos de forma anticipada, sin tener ninguna información de la otra persona, generalmente estarán equivocadas, ya que atribuimos características positivas o negativas sin conocer. Sin embargo, debido a que estos juicios de valor los emitimos porque nuestro cerebro necesita tener una idea del entorno y de los estímulos que le rodean, para generar un clima de seguridad y adaptación al medio al realizar anticipaciones, si la persona que juzga. Si la persona que está haciendo el juicio de valor y detecta que puede estar equivocada, lo que le va a provocar es inseguridad debido a que estaría dudando de sí misma y de su idea inicial. Hacer juicios de valor de forma regular va a influir en que la persona genere expectativas y estas no se cumplan, por lo que se va a decepcionar porque no han actuado como imaginó en un principio. Esto puede generar sentimientos de rabia, culpa, reproche...

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¿Se puede cambiar la primera impresión?

No es fácil, puesto que ya se han interiorizado esas características positivas o negativas y revertir este sesgo es complicado. Aunque no imposible. De hecho, según el psicólogo, requiere tiempo y voluntad. "Lo primero que debe hacer la persona es ser consciente de su errónea atribución. Una vez que haya sido consciente, ha de empezar conociendo qué ha despertado en su interior esta atribución, debe realizar este análisis para luego poder comenzar a observar de una manera más objetiva el entorno y las actitudes de la otra persona". o más importante en este proceso es no dejar que estas atribuciones y prejuicios gobiernen y manden sobre las emociones propias porque no se tendrá el control de uno/a mismo/a y dificultaría mucho las relaciones interpersonales y sociales.

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  1. Mantenerse alerta: si eres consciente de que existen estos efectos y pueden influir en tu juicio de cualquier manera, lo primero que se tiene que hacer es asumir que todas las personas tienen prejuicios, pero lo importante es conseguir identificarnos y no darles el poder para que distorsionen la realidad. En este caso, el reconocimiento de las emociones juega un gran papel.

  2. Autoanálisis: observar las emociones que despierta la persona que se acaba de ver o conocer y no dejarse llevar por los aspectos positivos o negativos que se hayan identificado.

  3. No dejarse llevar por la primera impresión: esperar a vivir más experiencias con esa persona para poder detectar si la interpretación inicial se mantiene, tratando siempre de hacer un juicio de valor lo más objetivo posible.

  4. Ser coherente: esto significa ser fiel a tus valores, principios éticos y morales, gustos y aficiones. Una persona es coherente cuando dice lo que piensa y, además, cumple su palabra. Si se proyecta una imagen incoherente de otra persona influenciará y provocará una disonancia cognitiva que acabará afectando a la persona y los juicios que ha realizado.

  5. Hablar con alguien de confianza: hablar con alguien de confianza ayuda a que se puedan expresar las impresiones que ha causado la otra persona con más facilidad. En el caso de que también la conozca, ambas pueden poner en común sus impresiones para así descubrir aspectos de los que, quizás, no se habían percatado.

  6. Hacerse preguntas: cuestionarse cada vez que se emita un juicio sobre otra persona y reflexionar sobre cuál sería la opinión si la imagen fuese diferente.

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