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El 26 de junio daremos un pasito más hacia lo que antes conocíamos como normalidad. Una vida previa a las mascarillas, al menos en exteriores. Y es que entra en vigor la norma que permite prescindir cuando estemos al aire libre de este accesorio que, junto con el gel hidroalcohólico, nos ha acompañado durante toda esta larga travesía marcada por la COVID-19. Poco a poco, vamos recuperando nuestra vida. Pero todo tiene sus pros y sus contras. Está claro que hay personas que ven esa fecha del sábado con ilusión, con ganas, mientras que, en el otro extremo, hay quienes tienen ciertos reparos a la hora de afrontar esta nueva realidad ya sin mascarillas en la calle.

 

No es extraño. Ya sucedió cuando nos permitieron salir a la calle tras el confinamiento, cuando se multiplicaron los casos de síndrome de la cabaña a principios de la desescalada del año pasado. Hemos vivido una situación tan compleja con esta pandemia mundial que aún no se ha acabado, que no es extraño que haya personas con dudas y ciertos miedos. Habrá incluso que se sientan desde el sábado más vulnerables, pues nos permiten desprendernos de un accesorio que nos daba cierta seguridad.

 

¿Estamos preparados?

Le preguntamos a Enric Soler, Psicólogo relacional y tutor del Grado de Psicología de la UOC si después de meses con la mascarilla como un objeto indispensable, piensa que estamos preparados para desprendernos de ella. “Creo que más que preparados estamos ansiosos por hacerlo. Hace años veíamos como ciudadanos de grandes ciudades orientales usaban mascarilla para protegerse de la contaminación, y nunca hubiéramos sospechado que algún día nosotros acabaríamos haciendo de la mascarilla un artículo de uso cotidiano. El hecho de que su uso ya no sea obligatorio en exteriores implicará un cambio sustancial en nuestra conducta. Si bien hasta ahora la población ha obedecido las órdenes de un 'papá Estado' que nos decía lo que podíamos hacer y lo que no, a partir de ahora cada uno de nosotros puede decidir cuándo, y en qué circunstancias, usa la mascarilla, o deja de hacerlo. Es decir, que el gran cambio es el empoderamiento de cada ciudadano en la toma de decisiones sobre su propia salud, y la de los demás”, nos detalla el experto, que añade que por ejemplo, “todos nos deberemos plantear si usar la mascarilla, o no, en una calle peatonal muy concurrida en la que las distancias entre personas son cortas. Antes había instancias superiores que decidían por nosotros, y velaban por el cumplimiento adecuado de nuestra conducta. Ahora es el momento de tomar conciencia individual y colectiva, ya que en la prevención de contagio por aerosoles en espacios abiertos, tendremos la libertad de decidir. En principio deberíamos sentirnos bien tomando las decisiones que consideremos oportunas, pero no olvidemos que estamos tan acostumbrados a decirnos lo que debemos hacer, que a más de uno le puede resultar incómodo administrar su libertad de elección”.

 

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Miedo a quitársela

En opinión de Enric Soler, es normal tener cierto reparo a retirársela. “Llevamos un año conviviendo con la mascarilla, de modo que nos sentimos más protegidos usándola. A las personas más ansiosas, o con tendencias fóbicas, o hipocondríacas, les va a costar más prescindir de ella porque van a tener una percepción subjetiva de más riesgo de contagio. En todo caso, no es obligatorio quitarse la mascarilla”, matiza el experto.

 

¿Qué les dirían los expertos a esas personas que tienen miedo a quitarse la mascarilla y ven con cierta angustia la fecha del día 26 en el calendario? “Simplemente que no se la quiten, y que la sigan usando hasta cuando se sientan seguros sin ella, o en los espacios abiertos que perciban un riesgo mínimo. Ya tenemos suficientes tensiones secundarias a la pandemia, como la crisis socioeconómica, la incertidumbre, etc., como para convertir la retirada de la mascarilla en espacios abiertos en otro factor estresante. De todos modos, vamos a seguir necesitando la mascarilla para entrar en espacios cerrados, así que es probable que pase a convertirse en un objeto cotidiano de uso personal como otro cualquiera. Deberíamos aprender a utilizar la mascarilla cuando nos sea conveniente del mismo modo que utilizamos un paraguas cuando llueve”, compara Enric Soler.

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Sentir la presión del grupo

Podemos sentir, incluso, cierta presión de nuestro entorno si decidimos mantenerla puesta, incluso en exteriores. “Somos gregarios. Si estamos en una gran plaza pública donde hay cincuenta personas, y somos la única que lleva puesta la mascarilla, es muy probable que nos sintamos incómodos con ella. ¿Mi recomendación? Valorar qué nos resulta menos incómodo: sentirse una oveja negra en el corral, o nuestra percepción subjetiva de riesgo de contagio. El sentimiento siempre es subjetivo, y nadie más que nosotros mismos debería valorarlo. Por ser el único en llevar mascarilla no haces daño a nadie, así que nadie está legitimado para juzgar tu decisión”, recomienda Enric Soler.

 

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Un tiempo de adaptación

Sin duda, habrá personas que necesitarán un tiempo de adaptación a esta nueva vida en exteriores sin mascarilla. “Todos los cambios son progresivos. Al principio de la pandemia, ¿quién no tuvo que volver a su casa a por la mascarilla por haber olvidado cogerla? Pues ahora ocurrirá lo contrario. A medida que comprobemos, y ojalá así sea, que el número de contagios sigue bajando a pesar de no usar mascarilla en espacios abiertos, tendremos más confianza y las mascarillas irán usándose cada vez menos. Insisto, antes hace falta que cognitivamente asumamos estadísticas científicas que avalen que ya no sea necesario usarla. La solución es fácil: lleve usted siempre una mascarilla consigo. Tenerla a mano reducirá la angustia de poder encontrarse en escenarios percibidos subjetivamente peligrosos”, apunta Enric Soler.

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Quitarse la mascarilla, una liberación

Mientras, como apuntábamos antes, para otras personas el hecho de poder salir a la calle sin mascarilla supone una liberación. “Hay personas que se van a ver liberadas después de tanto tiempo sin poder expresarse con plenitud, en referencia a la comunicación no verbal facial. Sin mascarilla también respiraremos mejor, y se nos escuchará nuestra voz sin la distorsión que implica para el sonido que emitimos al hablar”, cuenta el experto de la UOC.

 

En resumen, te sientas cómo te sientas, nadie debería juzgarte por ello, así que utiliza la mascarilla a tu buen criterio, siempre que en el uso de tu libertad no condiciones la libertad de los demás.

 

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Seguridad y peligro

Tal y como explican los expertos de Mundopsicologos.com, hay peligros reales y peligros percibidos. “Cada uno desarrolla una forma personal de reacción ante cada situación, de la que deriva su forma de comportarse. Por eso, la sensación de seguridad es también algo que cada individuo percibe de forma personal. No existe una definición objetiva de lo que es seguro y lo que no, así como no hay cosas que dan miedo y cosas que no. Existe el sentido común, pero luego está la percepción individual de cada uno. Como es bien sabido, existen fobias y miedos ilógicos. La mayoría de nuestros miedos no tienen una base racional y surgen de motivos profundos o de traumas relacionados con el pasado y la vida vivida. Por ello, después de más de un año que en todos los canales se profesa sin cesar el concepto de seguridad como distanciamiento social, mascarilla y manos limpias, no debe sorprendernos que estas reglas sean en unos casos ignoradas, en otros tomadas a la ligera, en otros respetados en los límites de lo posible y en otros interpretados como preceptos a seguir con meticulosidad religiosa”, comentan.

"No todas las personas están deseando volver a salir de fiesta y apuntarse de cabeza al próximo evento multitudinario. Volver a la normalidad que teníamos antes no va a ser fácil para todo el mundo. Hay personas que sienten ansiedad solo con la posibilidad de imaginarse rodeadas de gente de nuevo, o volviendo a la oficina después de más de un año de teletrabajo, incluso la posibilidad de volverse a abrazar puede suponer un agobio", explica Ixi Ávila, coach de Inteligencia Emocional.

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Cómo superar el miedo a quitarse la mascarilla

1. Hazlo de forma gradual. Los expertos de Mundopsicólogos apuntan que a nadie se le pide que pase de llevar una FFP2 incluso si camina solo en una calle desierta a no ponerse nada caminando por una calle principal estrecha y concurrida el sábado con las rebajas. Y apuestan por una desescalada personal, que comience por aflojar nuestras medidas personales, quizás cambiando al uso de mascarillas quirúrgicas en lugar de FFP2.

2. Quitátela solo cuando te sientas preparado. Se ha marcado un día, sí. Pero este hecho no significa que todo el mundo tenga que adaptarse y quitársela al instante cuando llegue el día 26. Por encima de eso está nuestra libertad de mantener hábitos que nos hagan sentir tranquilos, sin presiones y de tomar decisiones personales para nuestra propia salud.

3. Una vez complete el ciclo de la vacuna. Si hay un hecho claro es que, una vez vacunados, existe menos riesgo de contraer la enfermedad y especialmente de desarrollarla de forma grave. Esta conciencia nos ayudará a reingresar al mundo sin mascarillas con mayor tranquilidad.

4. Evita las áreas concurridas. Es buena idea evitar espacios abarrotados que nos hagan sentir más expuestos y que busquemos lugares donde vale la pena quitarnos la mascarilla, por ejemplo en un paseo solitario por el campo o por un parque. Porque ello implica solo una molestia que nos impide disfrutar plenamente del lugar y el momento.

5. Grupos reducidos. Nos permiten juntarnos con grupos más numerosos y las restricciones ahora se han relajado, pero no está de más mantener una actitud cautelosa. Esto evitará la posibilidad de aumentar las infecciones y al mismo tiempo hará que nos sintamos más tranquilos a nivel emocional.

6. Habla con personas que comparten tus mismas preocupaciones. Decíamos antes que somos gregarios, por lo que no sentirse solo y fuera de lugar es muy importante para evitar que la situación se vuelva más grave de lo que es. Mucha gente comparte estos miedos, no estamos solos y es una reacción normal y comprensible.

7. Intenta hablar también con personas que tengan un punto de vista opuesto. De la misma forma, es importante conocer también el punto de vista de quienes no piensan como nosotros. Hay que ampliar nuestras miradas y tomar en consideración motivos que no conocíamos para redimensionar nuestras inquietudes.

8. Lleva siempre una mascarilla contigo. Al margen de que la necesitarás cuando entres a un lugar cerrado, te ayudará también pues te ha hará sentir más seguro sabiendo que tienes una mascarilla a mano, incluso si solo sales a dar un paseo sin la intención de ir a espacios cerrados.

9. Tómate tu tiempo para aceptar el cambio y ponerlo en práctica. Nos cuesta aceptar los cambios, y a unas personas más que a otras. Por eso, es importante no intentar hacer todo de inmediato, no tendría sentido. Lo realmente importante es hacerlo bien. Es bueno evitar que se sume un trauma a un miedo ya existente.

10. Busca ayuda en un especialista. Pese a todo, podemos notar que el miedo se está apoderando de nosotros y no podemos manejarlo por nuestra cuenta. En esos casos, es una buena opción ir a un especialista para que nos pueda ayudar a gestionarlo y superarlo de la mejor manera.

 

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¿Qué haremos los españoles?

Con la noticia del fin de las mascarillas en exteriores, desde la plataforma global de investigación de mercados Appinio, han realizado una encuesta para conocer la opinión de los españoles al respecto. Según los datos recogidos, el 62% de los españoles se declara a favor del fin de la obligación de llevar la mascarilla en exteriores. A pesar de esto, un 82% de los españoles afirma que seguirán llevando la mascarilla pese a no estar obligados a ello. De estos, un 29% la seguirá llevando siempre, frente al 53% que afirma que hará uso de ella en lugares con mucha gente. Esto pone de manifiesto la existencia de cierta cautela por parte de la población frente a esta decisión. El debate generado también ha puesto el foco en la posibilidad de acabar con la obligación de llevar las mascarillas también en el interior, frente a lo que un 75% de los españoles se muestra en desacuerdo.

 

De lo que no hay duda es de lo beneficioso que ha sido su uso. Ha influido no solo en la prevención de los casos de COVID-9, sino también en los de gripe. Ahora la pregunta es si, una vez finalizada la obligación de su uso en exteriores, la población española normalizará su uso más allá de la pandemia. Según esta encuesta, un 34% afirma que la seguirá usando en caso de resfriado o en lugares concurridos, frente a un 12% que no la volverá a usar nunca más.

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