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“En nuestra sociedad prevalece la mentalidad de que cuanto más bronceado se está, más se aprovechan las vacaciones. Pero nada más lejos de la realidad”. Así de claro lo tiene la doctora Aurora Garre, Medical Marketing Manager de la firma Isdin, quien nos habla de la importancia de la concienciación del daño que una exposición excesiva al sol puede causarle a nuestra piel. “Desde mi punto de vista, todavía queda mucho camino por recorrer y los médicos, farmacéuticos y responsables sanitarios jugamos un gran papel en la sensibilización y concienciación de la población en estos aspectos. Aunque sí es cierto que una gran parte de la población está cada vez más concienciada sobre la salud de su piel. Sobre todo, las personas con problemas dermatológicos o con la piel más clara y/o más sensible acostumbran a tomar más precauciones ante este riesgo”, nos explica.

 

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Más casos diagnosticados de cáncer de piel

Le preguntamos a la especialista por qué, entonces, los casos de cáncer de piel son cada vez más habituales. “Hay muchos factores que han disparado estos números, el primero y más impactante es que el 39% de los niños se queman frecuentemente cada verano, y estas quemaduras solares, a la larga, potencian el riesgo de aparición de melanomas y otros tipos de cánceres de piel. Otro factor fundamental es que la piel tiene memoria y hemos acumulado muchas horas de sol en nuestra vida debido a la moda de estar intensamente morenos y cuanto antes mejor”, explica la doctora Garre. El daño solar se acumula en las células de la piel, quemadura tras quemadura. Y como explica la doctora, nuestro cuerpo realiza las funciones pertinentes para regenerar las células dañadas y evitar que se acumulen, pudiéndose transformar en células malignas y dar lugar a un cáncer de piel. Sin embargo, algunas veces nuestro organismo no consigue regenerar todas las células dañadas, por lo que la piel se regenera, pero el daño celular ya es permanente.

“Pero además hay otros factores que no podemos controlar como la presencia abundante de lunares, piel blanca, con pecas, ojos claros y cabello rubio o pelirrojo, antecedentes familiares de melanoma u otros cánceres de piel, sistema inmunitario debilitado, edad (a mayor edad, mayor riesgo)”, añade.

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Detección precoz, la clave

Lo que sí está claro es que es fundamental la detección precoz. “Los médicos siempre recomendamos ir a la consulta una vez al año, aunque siempre que surja alguna duda o haya algún cambio en el estado de una mancha, lunar o peca se debe hacer una visita tan pronto como sea posible. La exploración dermatológica es esencial para prevenir todo tipo de cánceres de piel y diagnósticos tardíos que muestren casos agravados. Si desde jóvenes usamos cremas y protectores solares con SPF altos contribuiremos a reducir el daño celular en nuestra piel, ya que sufrir 5 quemaduras en la piel antes de los 20 años aumenta el riesgo de sufrir melanoma en un 80%”, añade.

 

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Piel más envejecida por el sol

Por otro lado, hay que tener también muy presente que una exposición solar excesiva no solo tiene consecuencias de gravedad, caso del cáncer de piel, sino también el temido fotoenvejecimiento, que se manifiesta con arrugas, manchas, flacidez... lo que nos lleva a plantearnos si es el sol el gran enemigo de nuestra piel. “Todo en exceso es malo. Eso no significa que no podamos tomar el sol o realizar actividades al aire libre durante los días soleados pero evitando las horas centrales del día en los meses de verano, tiene que ver con hacerlo moderadamente y ser muy conscientes en todo momento de que debemos proteger nuestra piel con fotoprotectores. No solo para evitar las quemaduras y sus consecuencias sino, también, por el fotoenvejecimiento”, cuenta la doctora, que añade, eso sí, que no lo podemos considerar nuestro enemigo, ya que tomar el sol nos aporta vitamina D, que combinada con el calcio ayuda a fortalecer los huesos y ralentizar su deterioro, bajar el colesterol y mejorar en la respuesta muscular. El sol también nos proporciona un bienestar emocional y es fundamental para nuestra vida.  

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'Tips' para prevenir el daño solar

Vayamos a lo práctico: ¿qué consejos sencillos daría la doctora a nuestros lectores, para incorporar en su día a día, y prevenir el daño solar? “En lo concerniente al tema solar, un pequeño cambio de hábitos en nuestra rutina diaria nos puede ayudar a prevenir el desarrollo de enfermedades relacionadas con la piel. Hay muchos tips que podemos empezar a aplicar para mejorar la protección de la piel, y dependiendo de la persona, el lugar del territorio donde vive, sus hábitos alimentarios y estilo de vida, las necesidades de protección pueden variar. Sin embargo, hay una recomendación que es universal: el uso de un fotoprotector con un factor de protección solar igual o superior a 30 y en pieles muy claras y sensibles, de 50 o 50+”, apunta.

Por otro lado, la doctora da otra serie de recomendaciones útiles:

1. Es ideal que en las horas punta del sol, que son de 12 a 17 aproximadamente, y sobre todo en los meses de más calor, no nos expongamos de forma directa y, si tenemos que hacerlo debido al trabajo u actividades de ocio en exteriores, será primordial aplicarse protector solar cada 2 horas.

2. Las cremas hidratantes post solar y el empleo de antioxidantes tópicos y orales mediante una dieta rica y variada en frutas y verduras de temporada o en su defecto suplementos alimenticios antioxidantes son también dos piezas clave en este puzle. Cuidar de la piel en verano debe formar parte de nuestro día a día. Por ello, es recomendable invertir en productos que sean respetuosos con la piel. El uso de este tipo de productos puede ayudar a regenerar y a proteger las capas más externas de la piel, que son las más expuestas.

3. La ropa y los accesorios también pueden usarse como una capa más de protección. Por ejemplo, pantalones cortos y camiseta. Existen prendas en cuya etiqueta podemos encontrar las siglas FPU, que nos indican que esa tela tiene capacidad para protegernos de la radiación solar UVA y UVB.  Por otro lado, los sombreros y gorros, preferentemente de ala ancha, proporcionan protección al cuero cabelludo, la zona de los ojos, la nariz, las orejas y la nuca. Incluso, otro imprescindible son las gafas de sol que nos protegen del UVA y reducen el daño ocular. 

4. La hidratación, vital. El agua es una parte esencial de nuestro cuerpo y ayuda a nuestro organismo en la mayoría de los procesos fisiológicos. Es importante estar siempre hidratado y seguir las recomendaciones médicas que indican que deberíamos beber unos 2-2,5 litros de agua en épocas calurosas. Aunque, cabe añadir, que cada cuerpo es un mundo y que las cantidades varían según muchos factores, como la edad, el género, etc. Beber agua no evitará que nos quememos, pero será un gran aliado para recuperarnos de una quemadura. La piel deshidratada ofrece menor protección frente a la radiación solar.

5. Reducir el consumo de tabaco y alcohol. Minimizar su consumo evitará el daño que se produce al colágeno y a la elastina del cuerpo. Dos elementos clave en el envejecimiento.

6. “Y me gustaría añadir un factor muy importante que son las revisiones dermatológicas anuales e incluso, en casos de mucha exposición, semestrales. Es ideal ir revisando nuestra piel con el dermatólogo para poder percibir a tiempo cualquier anomalía”, nos dice.

 

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La dieta que previene el daño solar

La especialista ya anticipa cómo puede la alimentación echarnos una mano en esta labor de prevención, como ayuda, claro está, a la fotoprotección, que es la mejor manera de cuidar la piel durante todo el año y prevenir los efectos del daño solar. “Además existen frutas y verduras de temporada que, sobre todo en épocas veraniegas, debemos incorporar a nuestra dieta ya que su composición nos ayudará a fortalecer la protección de la piel, haciéndola menos vulnerable a los efectos perniciosos de los rayos solares debido a que poseen una característica en común: propiedades antioxidantes. ¿Y cuáles son estos alimentos? Principalmente frutas y verduras, ideales para preparar ensaladas y otros platos frescos durante el verano”, recomienda.

-Frutas y vegetales. Por un lado, encontramos el tomate, las cerezas, las fresas, la remolacha o la sandía, que contienen licopeno, un antioxidante que ayuda a la piel a protegerse de la sobreexposición solar de las quemaduras. Por otro, la zanahoria, la calabaza o el melocotón, ricos en betacarotenos, antioxidantes que estimulan la producción de melanina, favoreciendo la protección natural de la piel.

-Alimentos con alto contenido en vitamina E, presente en algunos frutos secos como los piñones y semillas, y vitamina C, en kiwi, naranja, mango, pomelo o pimiento rojo. Estas vitaminas producen una acción antioxidante e intervienen en el proceso de formación de colágeno, que estimula la homogeneidad y firmeza de la piel.

-Verduras, concretamente, la lechuga, las acelgas o las espinacas, por su alto contenido en minerales, vitaminas y antioxidantes.

“Como consejo general, a diario debemos comer verduras rojas y verdes de temporada: es la combinación perfecta de antioxidantes”, concluye.

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