Pareja abrazada muy feliz© Getty Images

Angela Vazi, terapeuta de pareja: "No estás rota, cargas con historias no sanadas que no te definen. Pero se pueden tratar"

La terapeuta Ángela Vazi explica qué son las heridas emocionales, cómo afectan a las relaciones de pareja y qué pasos dar para sanar. Una guía clara sobre apego, traumas infantiles y amor consciente.


14 de julio de 2025 - 10:00 CEST

Reaccionamos sin saber por qué. Nos molesta algo mínimo, sentimos angustia sin causa aparente o sufrimos en relaciones que, en teoría, deberían hacernos bien. Pero lo que está detrás no siempre es el presente. A menudo, se trata del pasado. Así lo explica Ángela Vazi, terapeuta experta en desarrollo personal, psíquico y espiritual, quien asegura que las heridas emocionales moldean nuestra forma de amar, discutir y vincularnos. Y aunque muchas veces lo ignoramos, esas heridas tienen nombre, causa y pueden transformarse.

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“Aunque estés herido, no estás roto. Cargas con historias no sanadas que no te definen”, recuerda Vazi. Y esa frase puede marcar el comienzo de un cambio real.

Qué son las heridas emocionales y por qué nos afectan tanto

Las heridas emocionales son improntas profundas que se graban en la psique y el sistema nervioso. “Se generan cuando nuestras necesidades más básicas —como el amor, el reconocimiento o la seguridad— no son satisfechas, especialmente en la infancia”, señala la terapeuta.

Y no hace falta haber vivido un trauma visible o una situación límite. Basta con una ausencia emocional, un padre distante por exceso de trabajo, una madre sobrecargada que no pudo ofrecer sostén o un entorno que exigía demasiado. Incluso, algunas heridas pueden originarse en el embarazo, por lo que vivió la madre, o transmitirse desde generaciones anteriores.

Desde esta mirada holística, Ángela Vazi distingue tres vías de origen: durante nuestra vida, durante la gestación o a través de la herencia transgeneracional. Lo importante es entender que no siempre somos conscientes de su existencia… hasta que una situación nos las activa.

Chica sanando sus heridas

Las heridas que más afectan a la pareja

Según Vazi, hay cinco heridas emocionales principales que se manifiestan con frecuencia en los vínculos afectivos:

  • Abandono, que genera miedo a no ser suficiente y a ser dejado de lado.
  • Rechazo, que lleva a no mostrarse tal y como uno es por temor a no ser aceptado.
  • Traición, que alimenta la desconfianza y la necesidad de control.
  • Humillación, que provoca vergüenza, represión emocional y sensación de ser una carga.
  • Injusticia, que se traduce en rigidez, perfeccionismo y dificultad para mostrar vulnerabilidad.

Estas heridas no son etiquetas ni diagnósticos, pero sí pueden condicionar, y mucho, nuestra manera de amar. “La pareja se convierte en un espejo donde se reflejan todas esas carencias no resueltas”, afirma la experta.

Así se manifiestan las heridas en la convivencia diaria

Una persona con herida de abandono puede desarrollar apego ansioso, sentirse insegura cuando su pareja se aleja o necesitar una validación constante. En cambio, quien arrastra una herida de rechazo suele mostrar un apego evitativo, evitando la intimidad, reprimiendo sus emociones y aislándose.

La herida de traición suele venir acompañada de celos, hipervigilancia y control. La de humillación puede llevar a anularse por completo para complacer al otro, incluso tolerando situaciones de abuso. Y la de injusticia se traduce en exigencia excesiva, tanto hacia uno mismo como hacia la pareja.

“En muchos casos, estas reacciones no son proporcionales al conflicto, porque la persona está reviviendo algo antiguo. Está discutiendo con su pareja, pero en realidad está discutiendo con su historia”, explica Vazi.

¿Somos conscientes de que actuamos desde la herida?

La mayoría de las veces, no. Actuamos desde el ego, un sistema de protección automático que utiliza dos mecanismos básicos: la proyección (culpar al otro de lo que es propio) y la racionalización (justificar reacciones con argumentos aparentemente lógicos).

Después, cuando el dolor baja, tal vez llega la pregunta: ¿por qué reaccioné así? ¿Qué parte de mí se activó? Ahí comienza el trabajo de autoconciencia.

Cómo las heridas sabotean la comunicación

Una de las consecuencias más directas de actuar desde la herida es la distorsión de la realidad. “Dejas de escuchar al otro y filtras todo desde el miedo, la carencia o el dolor. Interpretas mal, te pones a la defensiva y no puedes resolver desde la calma ni desde la responsabilidad afectiva”.

En ese estado, la pareja deja de ser pareja para convertirse, inconscientemente, en la figura que nos hirió. Y si no somos capaces de identificarlo, el vínculo se erosiona, aunque el amor esté presente.

© Getty Images

Un caso real: cuando dos heridas se encuentran

David fue criado por una madre narcisista, controladora y manipuladora. Aprendió a protegerse desconectándose de sus emociones, desarrollando heridas de humillación y rechazo. Laura, en cambio, fue abandonada por su padre y emocionalmente sobrecargada por su madre. Carga heridas de abandono y traición.

Cuando David se aleja, no responde o se encierra en el trabajo, Laura se activa emocionalmente. Siente que no la quieren, que no es suficiente, que la están dejando atrás. Él, en cambio, siente que lo están evaluando, como lo hacía su madre, y necesita huir.

“Ella no le está reclamando a él, sino al padre que la abandonó. Y él no se está alejando de ella, sino de la madre que lo controlaba. Es el pasado entrando por la puerta del presente”, resume Vazi.

La infancia como matriz del amor adulto

Las heridas emocionales se entrelazan con nuestro estilo de apego que se forma en los primeros años de vida. Existen cuatro estilos principales:

  • Apego seguro, cuando hemos sido cuidados con coherencia y afecto.
  • Apego ansioso, cuando el amor ha sido inconsistente y el niño ha aprendido a hipervigilar.
  • Apego evitativo, cuando las emociones no fueron bienvenidas y hubo que desconectarse para sobrevivir.
  • Apego desorganizado, cuando el niño ha vivido entre el amor y el miedo, generando vínculos caóticos.

“Amamos como nos amaron, hasta que aprendemos a amar de otra forma”, dice la terapeuta. Y eso requiere conciencia, responsabilidad y muchas veces, acompañamiento terapéutico.

Cómo empezar a sanar: primeros pasos

El primer paso es salir del piloto automático y hacerse responsable. “Dejar de culpar al otro y observarte. Crear un espacio seguro en la pareja donde puedas mostrarte sin miedo al juicio y, si es posible, iniciar un proceso terapéutico individual y también en pareja”.

La sanación comienza cuando uno se compromete con su propio proceso. Y aunque el amor puede acompañar y sostener, no puede reparar lo que no se quiere mirar.

© Getty Images

Acompañar sin invadir: el rol de la pareja

Cuando detectamos que el otro está reaccionando desde una herida, lo mejor que podemos hacer es no tomárnoslo como algo personal. Validar su dolor sin justificar un comportamiento dañino, ofrecer escucha, presencia… y marcar límites.

No puedes arreglar a tu pareja. Solo puedes decidir si acompañas desde el respeto o si te alejas si el otro no se responsabiliza. El amor no implica sacrificio”, puntualiza Vazi.

¿Se puede sanar en pareja?

Sí, pero no sin trabajo individual. “Sanar dentro del vínculo puede ser reparador, siempre que ambos estén comprometidos. Pero no hay transformación si no hay responsabilidad personal. No se trata de cambiar al otro, sino de mirarte tú”.

La clave está en trabajar por dentro y por fuera. Y entender que amar bien también es aprender a soltar lo que duele.

Cuándo ir a terapia y qué tipo elegir

Cuando los conflictos se repiten sin solución, cuando hay agotamiento emocional o cuando la comunicación se rompe, es momento de pedir ayuda. Vazi recomienda una terapia multidisciplinar, que combine un enfoque psicológico (como TCC, EMDR o terapia sistémica) con herramientas holísticas como la respiración, la psicogenealogía o el trabajo energético.

Cada caso es distinto, pero el objetivo es común: volver a ti, reconstruir desde dentro y dejar de mendigar amor.

Perdonar, quererse, responsabilizarse

El perdón, dice Vazi, no es una obligación. Es una decisión libre que puede surgir o no. “Perdonar no es justificar el daño, sino dejar de cargar con lo que no te corresponde. Es un acto de autoamor”.

La autoestima, por su parte, es la base para dejar de suplicar afecto y empezar a dártelo tú. Y la responsabilidad emocional es el pilar de una vida consciente: observar tus reacciones, dejar de actuar desde la herida, comunicar desde la calma.

“Con estas tres herramientas —perdón, autoestima y responsabilidad— puedes volver a ti. Y desde ahí, amar con verdad”.

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