Pareja romántica en una terraza© Getty Images

Pareja

Sebastián Girona, psicólogo, habla de cómo aceptar las rarezas de tu pareja: "de cerca, nadie es normal"

Lo que antes te encantaba ahora te saca un poco de tus casillas. ¿Cómo llevar mejor las manías y rarezas de tu pareja y no morir en el intento?


28 de junio de 2025 - 10:00 CEST

Hay un momento en vuestra relación, una especie de hechizo con fecha de caducidad, en el que todo lo que hace tu pareja te parece entrañable. Que si deja las llaves siempre en el mismo sitio (aunque no sea el correcto), que si canta en la ducha a grito pelado, que si colecciona tazas de gatos o tiene la manía de 'pinchar' la ensalada… Nada molesta, todo te encanta. Pero, claro, eso no dura para siempre. Y cuando el tiempo pasa y esa especie de magia de los primeros días se va diluyendo, ¿qué hacemos con esas pequeñas manías que empiezan a chirriar?

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Para hablar de este tema, hemos consultado con Sebastián Girona, psicólogo y terapeuta de parejas, quien nos ayuda a entender por qué pasamos del “me flipa cómo eres” al “no puedo más con esto”. Spoiler: aceptar las rarezas del otro es uno de los secretos mejor guardados de las parejas que realmente funcionan.

Pareja besándose en el parque demostrando amor© Getty Images

Del flechazo al realismo: cuando el hechizo se rompe

El famoso enamoramiento inicial no es una ilusión, es un fenómeno químico. “En nuestro cerebro se producen ciertas sustancias en mayor cantidad, lo que hace que ese momento sea maravilloso, pero también un poco mentiroso”, explica Girona. Es decir, vemos lo que queremos ver, no a la persona tal cual es.

Y aunque no hay consenso sobre cuánto dura esta fase —algunos estudios dicen seis meses, otros un poco más— lo que sí está claro es que se acaba. Y cuando eso ocurre, “empezamos a ver a la persona real de carne y hueso, con defectos y virtudes”, señala el psicólogo. Es entonces cuando muchas parejas se enfrentan al primer gran reto: aceptar que el otro no es perfecto… y que nunca lo fue.

El pequeño duelo del amor real

Pasar del ideal al real conlleva un duelo, por extraño que suene. “De alguna manera se presenta un pequeño duelo por esa persona que pensábamos que era y que en realidad no es”, apunta Girona. Y en ese proceso, lo que antes nos hacía gracia ahora puede resultar insoportable.

Pero aquí viene la primera clave: todos tenemos rarezas. “En psicología hay un dicho que dice que de cerca nadie es normal”, recuerda el terapeuta. Convivir es una especie de lupa que amplifica detalles que en otros contextos pasarían desapercibidos. Y si esperamos encontrar a alguien completamente ‘normal’, “estamos partiendo de una expectativa imposible”, asegura.

¿Y si soy yo? Dónde poner el foco cuando algo me molesta

A veces, lo que nos molesta del otro puede no tener tanto que ver con él como con nosotros mismos. ¿Somos demasiado exigentes? ¿Tenemos una idea demasiado rígida de cómo deben ser las cosas? Girona lo tiene claro: “Las señales de que una pareja no va bien son mucho más graves que no tolerar un defecto del otro”.

Entre esas señales, el psicólogo menciona “problemas que se instalan lentamente, dificultades para dialogar, hacer muchas cosas por separado o incluso llegar a sentir soledad dentro de la pareja”. Si nada de esto ocurre y solo te saca de quicio cómo mastica o que siempre deje la tapa del váter levantada, quizás estés magnificando lo que en el fondo es irrelevante.

Ahora bien, hay matices. “Si ese defecto es determinante o innegociable para ti, ahí puede ser más complejo avanzar”, admite Girona. No se trata de aguantar todo, sino de distinguir lo importante de lo accesorio.

Claves prácticas para aceptar las rarezas de tu pareja

Aceptar las particularidades del otro —sus rutinas, sus miedos, sus manías— no significa resignarse, sino aprender a convivir desde el respeto y el cariño. ¿Cómo se hace?

“Hay que entender que lo que nos pasa a nosotros con los defectos de nuestra pareja, también le pasa a nuestra pareja con nuestros defectos”, dice el psicólogo. La empatía es clave porque saber que tú también roncas, repites las mismas historias o te dejas los calcetines tirados, ayuda. Aceptar que ninguno es perfecto es una forma muy sana de construir un amor más real y duradero.

Además, Girona insiste en que “la pareja se está construyendo”, sobre todo en esos primeros meses en los que se desvanece el enamoramiento. “Va a haber cosas que nos van a costar y otras que serán distintas a esa etapa inicial, pero es parte del proceso”, asegura.

© Getty Images

Aprender a mirar diferente

Aceptar las manías del otro también es una cuestión de perspectiva. A veces, lo que hoy nos resulta molesto, antes nos parecía tierno. O incluso sigue siéndolo si cambiamos la mirada. Es posible que ese gesto que te exaspera esconda una historia, una necesidad o una inseguridad. Escuchar y preguntar también es parte del amor.

En palabras de Girona, “ojalá que tu pareja sea lo más normal que se pueda, pero entendiendo que siempre va a tener cosas… y que nosotros también tenemos cosas”. Se trata, en definitiva, de dejar de buscar la perfección para empezar a construir una intimidad real.

Porque, seamos sinceras: quien no tiene rarezas, probablemente no tiene tampoco demasiado encanto.

¿Y si no lo consigo? Cuándo vale la pena seguir y cuándo no

Aceptar las diferencias no siempre es posible. A veces, por más que lo intentemos, sentimos que todo nos aleja del otro. En esos casos, conviene revisar si la relación se sostiene sobre una base compartida.

“Una señal para terminar una relación en esa etapa es darse cuenta de que el ‘nosotros’ está siendo construido solo por uno de los dos”, afirma Girona. Si solo tú haces el esfuerzo, si solo tú pones los límites, si solo tú intentas comprender… entonces quizás estés en el lugar equivocado.

El “nosotros”, insiste el psicólogo, “es un espacio que se construye y se mantiene entre los dos”. Si no hay voluntad común, lo demás no basta. Pero si ambos están comprometidos, si hay comunicación y ganas de trabajar en el vínculo, las rarezas del otro pueden transformarse en una especie de sello de identidad compartido.

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