Con la bajada de las temperaturas, el jardín comienza a perder color y vitalidad. Pero, más allá de las plantas que florecen en invierno, hay otras especies capaces de mantenerlo lleno de color gracias a sus frutos decorativos. Rojos, anaranjados, morados o incluso blancos, estas plantas son capaces de convertirse en las protagonistas cuando las flores desaparecen. Cultivar en tu jardín estas especies con bayas es una manera de llenar de color tu espacio exterior en los meses fríos. Estas son algunas de las plantas con frutos más atractivos para disfrutar de un jardín vibrante durante el otoño y el invierno.
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Acebo: el clásico navideño que nunca falla
El acebo (Ilex aquifolium) es uno de los arbustos más populares del invierno gracias a sus frutos rojos brillantes que contrastan con las hojas verdes y punzantes. Para poder disfrutar de sus bayas, será necesario que tengas ejemplares macho y hembra cerca, ya que solo las plantas femeninas fructifican.
Lo mejor de esta planta es que tolera bien la sombra y el frío, lo que lo convierte en una opción perfecta para climas húmedos y frescos. Aprecia un suelo ligeramente ácido y bien drenado, evitando los encharcamientos que dañan sus raíces. Una poda ligera a finales de invierno te ayudará a mantenerlo compacto y con buena forma.
Cotoneaster: un tapiz de bayas rojas
Otro arbusto para tu jardín caracterizado por sus frutos de color rojo es el cotoneaster. Llenará de color tu jardín durante los meses más fríos. Esta planta conserva gran parte de sus hojas, aunque no todas, durante el invierno, pero sobre todo es llamativa por la gran cantidad de frutos en racimos rojos que ofrece, muy visibles durante el invierno.
Algunas variedades crecen erguidas, mientras que otras se extienden de forma rastrera, ideales para cubrir muros. Se trata de una planta muy resistente, capaz de soportar épocas de sequía, así como las heladas, por lo que se adaptará sin problemas a diferentes climas.
Plántala en una zona del jardín donde reciba sol o en una zona de semisiombra. Además, tampoco es muy exigente en cuanto al suelo que necesita. De igual modo, no requiere podas exigentes, aunque puedes recortarlo ligeramente después de que dé sus frutos para mantenerlo ordenado.
Piracanta: color y protección en un solo arbusto
La piracanta o espino de fuego destaca por sus espectaculares racimos de frutos, de color rojo, naranja o amarillo, que permanecen en la planta durante gran parte del invierno. Sus ramas tienen espinas, lo que la convierte en una opción muy adecuada para formar setos defensivos y delimitaciones.
Si te decantas por su belleza, elige una ubicación a pleno sol, ya que así crecerán más frutos y su follaje será más denso. Aunque soporta la sequía una vez establecida, es importante que reciba riegos regulares en los meses más secos. Asimismo, agradece un sustrato fértil y bien drenado, que potenciará su crecimiento, aunque también se adapta a suelos pobres sin demasiados problemas. También es importante podarla después de la floración para controlar su vigor y estimular la formación de nuevos brotes.
Durillo: flores en invierno y frutos decorativos
El durillo (Viburnum tinus) es un arbusto perfecto para alegrar tu jardín en los meses más fríos. Sus flores blancas llenarán de vida tu exterior en invierno, mientras que sus frutos de color azul metálico lo harán en primavera y verano.
Lo mejor es que es una planta resistente, de bajo mantenimiento y fácil de cultivar que se adapta a suelos pobres y secos, aunque crecerá con más fuerza en terrenos frescos y fértiles. Cultívala en una zona soleada o de semisombra, y tolera bien las heladas moderadas. El durillo no necesita que lo podes, excepto para eliminar las ramas secas o darle forma al final de la temporada fría.
Madroño: frutos comestibles y ornamentales
Otro arbusto ideal para tu jardín es el madroño (Arbutus unedo). Este pequeño árbol es muy apreciado porque combina unas bellas flores blancas otoñales con frutos rojos y redondeados que maduran al mismo tiempo. Estos frutos, además de decorar, son comestibles y se utilizan en mermeladas y licores tradicionales.
El madroño es una planta rústica que soporta bien la sequía y no requiere demasiados cuidados, lo que lo convierte en una elección excelente para jardines mediterráneos. Eso sí, prefiere suelos bien drenados y una exposición soleada para fructificar en abundancia. El madroño llenará de vida tu jardín en otoño.
Membrillero: belleza floral y frutos aromáticos
Suma belleza a tu jardín con la presencia de un membrillero (Cydonia oblonga). Este pequeño árbol caducifolio ofrecerá unas bonitas flores en primavera, mientras que en otoño aparecerán sus característicos frutos amarillos, aromáticos y de gran tamaño. Si te gusta preparar compotas y dulces caseros, es la mejor opción para ti.
Para que crezca sano necesita un suelo fértil, profundo y bien drenado. Además, agradece riegos regulares durante el verano, lo que asegurará una buena producción de frutos. Ubícalo en una zona soleada del jardín, protegido de fuertes vientos, ya que sus ramas pueden ser algo frágiles. Una poda ligera en invierno te ayudará a mantenerlo equilibrado y productivo.
Symphoricarpos: bayas blancas como perlas
El Symphoricarpos o “bola de nieve” es una especie de arbustos que puede ofrecer racimos de bayas blancas, grandes y esféricas. Dependiendo de la variedad, también pueden ser rosas, rojos o morados. Este un arbusto de hoja caduca y carácter rústico, se adapta con facilidad a diferentes suelos, incluso a los pobres o calcáreos. Si lo cultivas en tu jardín, plántalo en una ubicación soleada o de semisombra. Además, tolera bien las heladas intensas, lo que la hace perfecta para climas fríos.
Su mantenimiento es sencillo: basta con podar después de que dé sus frutos para rejuvenecer los tallos y estimular la floración del año siguiente. Aunque sus frutos no son comestibles, resultan muy decorativos en ramos de flores secas y composiciones florales.
Saúco: un arbusto útil y decorativo
Otro arbusto que llenará de personalidad tu jardín con sus frutos es el saúco (Sambucus nigra). Esta planta de crecimiento rápido ofrece racimos de frutos negros y brillantes a finales del verano y principios del otoño. Además, es muy resistente y se adapta bien a suelos frescos y ricos en materia orgánica, aunque tolera terrenos más pobres si puedes garantizar un riego regular. Asegúrate, además, que reciba sol, aunque también prosperará en una zona de semisombra.
Realiza una poda anual en invierno para controlar su tamaño y estimular la producción de nuevos brotes. Recuerda que sus frutos no deben consumirse crudos, aunque son muy apreciados en jarabes, vinos y mermeladas tras ser cocinados.
Callicarpa: el arbusto de las bayas moradas
Uno de los arbustos más llamativos por sus frutos es el callicarpa. De color morado y brillante, aparecen en otoño, formando racimos intensos que destacan sobre el follaje otoñal. Sus bayas permanecen varias semanas en la planta, creando un contraste único y muy decorativo en jardines de climas templados.
Esta planta prefiere suelos fértiles, húmedos y bien drenados, además de una ubicación soleada para florecer y fructificar en abundancia. Tolera bien el frío moderado, aunque conviene protegerlo en zonas de heladas muy intensas. Asegúrate de proporcionarle riegos regulares en verano y una poda ligera en invierno para mantener su forma compacta.