Fernando Morientes es un nombre que deja huella en el universo del fútbol, reconocido por su maestría en el juego aéreo y considerado uno de los grandes rematadores de cabeza en la historia del deporte. Originario de Cáceres, creció en un entorno familiar que le inculcó principios firmes y una profunda afinidad por la actividad física. Desde sus primeros años, el balón fue su compañero inseparable y el fútbol, su horizonte. Todo comenzó en el patio de un cuartel de la Guardia Civil, donde compartía largas jornadas de juego con su hermano mayor, José Alberto. Con el paso del tiempo, su talento natural y constancia le condujeron a integrar las categorías formativas del Albacete, punto de partida de una carrera que pronto lo llevaría a la élite. Ese recorrido lo llevó a vestir los colores de algunos de los clubes más emblemáticos del panorama internacional, como el Real Madrid, el Liverpool, el Mónaco o el Valencia, con los que levantó trofeos importantes, tanto en competiciones nacionales como europeas. Entre sus momentos más memorables, destacan su debut en Primera División, los goles marcados en torneos internacionales y, por supuesto, su primera llamada a la Selección española. En este camino, no ha estado solo. A su lado, siempre presente, se encontraba Victoria López, su mujer y compañera de vida. Su historia en común se remonta a los años escolares, cuando una amistad sincera fue el inicio de un vínculo que, con el tiempo, se transformó en amor. Victoria ha sido un apoyo fundamental, especialmente durante los años en los que Fernando afrontaba las demandas del fútbol profesional. Supo construir un hogar, no solo en los momentos de gloria, sino también durante las dificultades, como lesiones o etapas de incertidumbre. Y, con un compromiso firme, ha procurado que sus cuatro hijos crezcan con principios esenciales como el respeto, el esfuerzo y la empatía.
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Hoy, tras cerrar su etapa como futbolista profesional, Morientes ha sabido reinventarse y, actualmente, triunfa como comentarista deportivo. Este nuevo capítulo no solo mantiene viva su conexión con el fútbol. Y es precisamente en el corazón de su hogar donde se refleja esta nueva etapa. Su casa, su templo, el espacio donde hoy nos reciben, ha sido concebido con la misma atención y cariño que ponen en su vida familiar. Para ello, contaron con el estudio Menéndez-Moran @ABM Arquitectos y con uno de los estudios de interiorismo más prestigiosos de Europa: INDIETRO, liderado por las hermanas Patricia y Beatriz Fernández Castro, que han logrado crear un entorno que respira armonía, personalidad y equilibrio. El resultado es una vivienda única que refleja la personalidad de la familia.
El futbolista, reconvertido en comentarista deportivo, ha vestido los colores de clubes emblemáticos, como el Real Madrid, el Liverpool, el Mónaco o el Valencia, y ha sido internacional con la Selección española
Habla Morientes
—Con tantos logros, aprendizajes y vivencias acumuladas, resulta inevitable preguntarte ¿quién ha sido, a lo largo de este recorrido, tu mayor fuente de inspiración?
—En el deporte, siempre fue Michael Laudrup. No solo me gustaba su forma de jugar, sino también la manera en que se comportaba fuera de los terrenos de juego y el trato que tenía con los aficionados. Fuera de ellos, probablemente fue mi hermano mayor, José Alberto. Siempre fue un referente para mí, desde muy pequeño, ya que me llevaba dos años.
—¿Cómo fue tu infancia?
—Nací en Cáceres y, cuando tenía apenas cinco años, nos mudamos a Sonseca por el trabajo de mi padre. Todos mis recuerdos están allí: una infancia tranquila, sana y muy feliz. Me crie en un cuartel de la Guardia Civil y conocí a mis mejores amigos en el colegio. Comencé jugando al balonmano, pero lo que realmente me gustaba era el fútbol y pronto cambié de deporte, sin el consentimiento de mis amistades. Con apenas 15 años, el Albacete se fijó en mí y me fichó para las categorías inferiores. A partir de ese momento, comenzó mi historia.
—¿Cuál es tu recuerdo más preciado de la infancia, relacionado con el fútbol?
—Probablemente, fue en el patio del cuartel, donde tuve mi primer contacto con el balón. En ese lugar, disputé innumerables partidos con una pelota de tenis, junto a mi hermano mayor y los hijos e hijas de otros guardias civiles. Fueron momentos llenos de diversión y, por supuesto, de alguna que otra bronca por romper algún cristal de las ventanas.
—¿Qué fue lo que te motivó a convertirte en futbolista profesional?
—Nada, porque, realmente, no tenía antecedentes en la familia y nadie me presionaba. Siempre pensé que era solo para unos pocos afortunados, entre los que yo no me encontraba. Cuando ya estaba en las categorías inferiores del Albacete, y viendo mi progresión, sí que empecé a darme cuenta de que el sueño se podía convertir en realidad.
—Más allá del fútbol y de tu carrera profesional, ¿qué "hobbies" o intereses tienes que quizás nuestros lectores aún no conozcan?
—Lo que más disfruto es el compartir momentos de calidad con los míos. Una simple película en familia o una buena comida, rodeado de las personas que quieres, no tiene precio.
—Tienes una mujer de bandera. ¿Qué es lo que más admiras de ella?
—Me enamoré de una adolescente y ahora es toda una mujer con mayúsculas. Admiro muchísimas cosas de ella: su evolución, su capacidad de adaptación y su generosidad, especialmente con la familia. Pero lo que más necesito es su positivismo. Siempre es capaz de encontrar una solución a cualquier problema y, gracias a su forma de ser, muchas veces me ha guiado para tomar decisiones importantes. Sin mencionar ese sexto sentido suyo que, de vez en cuando, me ha sacado de algún apuro… (risas).
—¿Qué papel juega tu familia en tu vida y cómo influye en tus decisiones?
—No hay decisión en mi vida que no tome con cierto consenso, porque he aprendido a delegar y dejarme aconsejar por quienes realmente me quieren. Eso me da tranquilidad. Mi vida estuvo regida, durante mucho tiempo, por el trabajo en equipo, lo que me dio muchas satisfacciones profesionales, y he decidido que mi vida personal también se guíe por el "equipazo" que formamos en familia.
Victoria: "el mejor equipo del mundo"
—Muchos seguidores ven a los futbolistas en el campo, pero muy pocos conocen su vida en casa. ¿Cómo ha sido ser la mujer de un futbolista?
—Ha sido una mezcla de orgullo, sacrificio, amor y mucha paciencia. Estar presente en los momentos de gloria, pero sobre todo en los silencios, lesiones e incertidumbres. No siempre ha sido fácil, pero sí profundamente humano y lo volvería a elegir mil veces.
—¿Cómo manejaste la convivencia con horarios tan irregulares?
—Con organización y mucha flexibilidad. Hemos vivido en distintos países con niños muy pequeños, adaptándonos al clima, al idioma y a los horarios. Cenar temprano se convirtió en una rutina que nos permitió disfrutar de un momento en familia ajenos al fútbol.
—¿Cómo os conocisteis Fernando y tú? ¿Qué es lo que te atrajo de él?
—Nos conocimos en el colegio, donde éramos compañeros de pupitre y grandes amigos. A los 15 años, nos hicimos novios, aunque antes tuvo que convencer a mi mejor amiga para que me animara a salir con él. Desde entonces, hemos compartido un camino que no siempre ha sido fácil. Lo que más me atrapó de él fue su sentido del humor. Siempre me hacía reír y lo sigue haciendo.
—Háblame de tu papel como motor de tu familia.
—Es un papel que se ve y se siente en cada rincón de nuestra vida diaria. Estoy presente, tomo decisiones, organizo, acompaño y sostengo. Mi energía, entrega y amor marcan el ritmo de nuestro día a día. Lo hago movida por el corazón, porque mi familia es mi mayor compromiso y mi mayor alegría.
"No hay decisión en mi vida que no tome con cierto consenso, porque he aprendido a delegar y dejarme aconsejar por quienes realmente me quieren"
—¿Y cuál es la historia de esta casa?
—Durante más de veinte años de profesión de mi marido, hemos vivido con discreción, pero hoy, después de más de cuatro años de esfuerzo, ilusión, decisiones y aprendizajes, sentimos que es el momento de compartir algo que va más allá de una casa. Este hogar no solo es ladrillo, diseño y decoración: es el reflejo de nuestras raíces y de nuestra historia. Cada rincón guarda un pedazo de nuestras vivencias, de nuestros sueños cumplidos y de los momentos difíciles superados en familia. No lo compartimos por exhibición, sino como una forma de inspiración, porque detrás de estas paredes hay trabajo, ilusión, amor y dedicación.
—¿En qué espacio pasáis más tiempo?
—En la cocina. Es el corazón de nuestra casa, donde, sin planearlo, terminamos todos juntos. Mientras cocino, van llegando uno a uno y se crean momentos únicos: charlas, risas, confesiones.
—¿A qué ciudad te ha costado más adaptarte?
—A Liverpool. No conecté ni con el clima, ni con el ritmo de vida. Con el tiempo entendí que no todos vivimos las ciudades igual. De hecho, tengo amigos que se adaptaron perfectamente.
"Nos conocimos en el colegio. A los 15 años nos hicimos novios. Después de tantos años, sigo admirando la forma de ser de Fernando, y agradezco que nuestras diferencias nos hayan unido para formar el mejor equipo del mundo"
—Lleváis un cuarto de siglo juntos. ¿Qué es lo que más te gusta de tu marido?
—Lo que más me gusta es su humildad y su forma sencilla de estar, mirar y vivir. Su empatía le hace cercano a cualquiera y su serenidad equilibra mi locura. Y, aunque no lo parezca a simple vista, Fernando es un hombre profundamente divertido, cuando se siente cómodo. Después de tantos años, sigo admirando su forma de ser y agradezco que nuestras diferencias nos hayan unido para formar el mejor equipo del mundo.
—¿De dónde te viene la vena artística?
—Cuando era pequeña, me encantaba pintar y mi padre me regaló una colección de libros de pintura, que aún conservo como un tesoro. Con los años, esta faceta quedó en pausa por las mudanzas, los hijos y las responsabilidades, pero ahora, que tengo más tiempo, he vuelto con fuerza.
—Eres muy organizada. ¿Cómo eran los traslados de ciudades con toda tu familia?
—No eran nada planificados. Mi marido se mudaba, casi sin previo aviso, y yo llegaba después con los niños y las maletas, empezando de cero: buscando la casa, el colegio, los supermercados, los médicos… En pocas semanas, había un hogar funcional y cálido.
—¿Cómo es tu día libre perfecto?
—Me basta con estar en familia, compartir una comida tranquila, abrir un buen vino con mi marido y los amigos y reír a carcajadas. Esos momentos sencillos y auténticos son los que llenan mi alma.
—¿Te gusta recibir invitados?
—Sí, me encanta ejercer de anfitriona y disfruto organizando comidas y cenas, preparando mesas bonitas con velas, flores y buena música, creando recuerdos que permanecen. Una tradición que adoro es la Navidad: los cascanueces, la decoración y la foto familiar con ropa navideña, aunque ellos intenten huir de ella cada año.
—¿Tienes alguna anécdota divertida vivida en esta casa?
—La primera noche dormimos entre cajas, sin cortinas, con la valla exterior en obras y la casa a medio acabar. Parecía una mudanza perpetua, pero estábamos felices, cenando con lo básico como si fuera lo más normal del mundo.
—¿Qué te hace feliz?
—Me hace feliz mi familia, ver crecer a mis hijos con valores, compartir la vida con mi marido y sentirme en paz en casa. También me llena cuidar, crear, pintar, cocinar para quienes adoro, disfrutar del silencio, con un pincel en la mano, con una charla sincera o con unas risas espontáneas. Las pequeñas cosas auténticas lo son todo para mí.
—¿Cuáles son tus sueños?
—Mis sueños giran hoy en torno a ver felices a mis hijos y comprobar cómo hacen realidad los suyos, acompañándolos desde la distancia, pero siempre estando presentes. Sueño con estar al lado de mis padres, seguir creciendo como mujer, recuperar pasiones, pintar, crear y disfrutar de lo sencillo. También sueño con envejecer al lado del amor de mi vida, rodeada de los que amo y, si la vida me da tiempo, seguir viajando, aprendiendo y descubriéndome.
—¿Cómo describes tu estilo personal y cómo ha evolucionado con el paso del tiempo?
—Mi estilo es auténtico. Me gusta mezclar colores, estampados y piezas distintas. Si algo me representa, lo uso sin dudar. Antes era insegura, pero hoy, peinando canas, es una forma de mostrar quién soy sin explicaciones. La moda me permite expresarme sin palabras.
—¿Cuál es tu recuerdo más querido de la infancia?
—Uno de los más bonitos son los veranos en la casita de los Montes de Toledo, con mis hermanos. Nuestra tía nos cuidaba, mientras nuestros padres trabajaban, y vivíamos días de libertad, risas y juegos. Me comía la fruta del huerto hasta empacharme. Lo más especial era compartirlo con mis hermanos, especialmente con el mayor, que falleció a los 36 años, en un accidente de tráfico. Esos veranos conservan un brillo único en mi memoria y son un tesoro que guardo en el corazón.