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No era la primera final que los chefs Joan Roca y Quique Dacosta (ambos con tres estrellas Michelin en sus respectivos restaurantes) vivían como jurado invitado una gran final de MasterChef. Y, tras su desarrollo, ambos coincidían en el diagnóstico: nunca un duelo final había estado tan reñido y había tenido un nivel tan alto. Razón, desde luego, no les faltaba; a diferencia de años anteriores, donde quizá había alguna pista más sobre el veredicto, todo parecía bastante abierto antes de que, por fin, Pepe Rodríguez pronunciara la esperada frase: ‘Y la ganadora de MasterChef 13 es… ¡Gabriela!’.
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Enseguida sus compañeros de concurso y sus familiares (su marido Curro, y sus hijos, el pequeño Curro y Gabriela, presentes en plató) bajaban de la galería para darle un abrazo y felicitarla. Agotada pero feliz, Gabriela aún no podía creer lo que acaba de ocurrir. En una disputadísima final con Bea Serrano -la manchega hizo también un papel excelente en ese duelo final-, Hinojosa consiguió hacerse finalmente con ese preciado trofeo por el que tanto había luchado.
Embarazada de su tercera hija en el momento de grabación del programa, esta financiera, procedente de una importante familia vinculada al mundo de la moda (su padre, Eduardo Hinojosa, fue miembro de la antigua familia propietaria del grupo Cortefiel) lo dio todo por conseguir su sueño. Un esfuerzo y constancia desplegados durante semanas que le hicieron llegar a ese último escalón del programa y conquistar al jurado con un espectacular menú dedicado a su familia. Han pasado algunos meses desde aquel día, pero a Gabriela aún le parece increíble haber llegado tan lejos…
Hemos visto en tus redes cómo ayer te juntaste en casa con tus amigos y familiares para ver la final de MasterChef, ¿cómo lo viviste?
¡Con decirte que me puse a llorar de nuevo, como si acabase de pasar en ese momento! Recordarlo fue un cúmulo enorme de emociones, de alegría, de orgullo… es que todavía hoy me cuesta creer haberlo conseguido. Es un sueño hecho realidad, y compartirlo ayer con amigos y familia en casa… ¡fue genial!
Tu menú del duelo final fue un homenaje a tu familia, ¿cómo lo preparaste?
Quise poner en práctica toda la formación recibida durante el programa, quería que fuera un menú que estuviera a la altura de las finales de MasterChef, y me rompí bastante la cabeza para diseñarlo. También quería que estuviera a la altura de mi familia, que era a quien estaba dedicado. El pasado, representado en el entrante, estaba dedicado a mis padres, como agradecimiento a los valores que me transmitieron y que me han hecho ser quien soy; el presente, representado en el plato principal, dedicado a mi marido, quien creyó en mí antes de que yo misma lo hiciera; y el futuro, representado en el postre, que son, claro, mis hijos.
Además de alegrías, también habrá habido momentos duros, ¿cuál ha sido el más difícil para ti?
Si te tengo que decir algo, quizá en la prueba de ‘Seguir al chef’. Ahí hubo un momento que dije: ‘Uf, he perdido el control del cocinado, estoy muy desubicada’. Pero más allá de eso, la verdad que no puedo decir nada. Es que ¡me lo he pasado tan bien! Obviamente, echaba de menos a mi familia. Pero estaba mentalizada de que esto era una cosa temporal para conseguir algo muy grande a largo plazo.
¿Hay algo del programa que te ha sorprendido, que no esperabas que fuera así?
He decir que los jueces me han sorprendido para muy bien. Pensaba que iban a ser mucho más duros. Por ejemplo, pensé que Jordi sería más duro, y es la persona más amorosa del mundo. Pero lo demás... es que lo que se ve en la televisión, es la realidad. De verdad, no hay nada maquillado por detrás. Lo único que hay por detrás es un equipazo a todos los niveles, cámaras, vestuario, producción… mucha gente que hace que el programa salga adelante, que está en la sombra y que son dignos de mencionar.
¿Sigues con tu proyecto profesional de abrir un catering?
¡Sí, sí! Mi idea, si todo me sale bien, es montar un catering. La verdad es que me chiflaría, por todo lo que engloba… Me encanta cocinar en ‘pequeñito’, todo con una buena presentación, con una vajilla y una mantelería preciosas, flores…
Sería la forma de cumplir tu sueño y, por fin, dedicarte a la cocina…
Sí, es que yo siempre he querido ser cocinera. Pero cuando se lo dije a mi padre, él me aconsejó que estudiara primero finanzas, porque estas siempre irían de la mano de cualquier negocio que quisiera montar en el futuro. Lo que pasa que después de hacer mis estudios, empecé ya ‘enredarme’, a trabajar en banca, en fondos de inversión… Pero siempre, con la espinita clavada de la cocina. Hasta que un día mi marido me dijo: ‘Oye, preséntate a MasterChef’. Yo pensé que era una locura y que ni iban a cogerme, pero mira, lo hice, y fíjate dónde he llegado.
Hablando de la familia, ayer en la final hacías una pequeña mención a la situación complicada con tus hermanos por temas de herencia desde el fallecimiento de tu padre. Imagino que te gustaría que las cosas fueran de otra manera…
Sí, bueno yo soy de la opinión de que en todas las casas cuecen habas. Y que todos los hermanos tienen conflictos, y si no, que levante la mano el que no. Pero la familia es la familia y siempre lo será.
Como madrileña, afincada ahora en Valencia… ¿algún restaurante de estas ciudades que te guste especialmente?
Pues mira, en Madrid, para una celebración así muy especial me gusta mucho Horcher. Tienen una cocina con un producto tratado de una forma maravillosa. Pero vamos, que me encanta ese, como luego me voy al típico bareto donde comes que te mueres por dos duros. Y en Valencia, la verdad es que llevo poco tiempo, y tres meses me los he pasado en MasterChef… Pero hay un chiringuito en medio de la Alameda, un quiosco que se llama la Pérgola que pone unos bocatas espectaculares.
¿Tienes alguna receta veraniega favorita?
Pues justo hay una que acabo de hacer esta semana y que me encanta. Es un ajoblanco que hago con un tartar de atún macerado. El ajoblanco es tradicional, con almendra, pan, aceite y un poquito de vinagre de Jerez. Y el atún lo macero a estilo japo, con wasabi, soja, aceite de sésamo y un poquito de jengibre. Es fresquito, muy fácil de hacer, ¡y está que te mueres!