La llegada de un bebé a casa es una de las experiencias más emocionantes para una familia y también uno de los momentos de mayor cambio, no solo para los padres, sino para todos los miembros del hogar, incluido el perro.
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Juan Carlos Castilla, adiestrador canino y fundador de NobleCan, explica que los perros no entienden lo que para nosotros significa un nuevo miembro en la familia, pero perciben profundamente que algo va a cambiar. Los olores, sonidos, horarios, atención y espacios del hogar se transforman y su bienestar puede verse alterado si estos cambios no se abordan con tiempo y previsión.
Lo ideal, señala el adiestrador, es comenzar a introducir ciertos cambios en la rutina del perro antes del nacimiento del bebé.
Si el perro dejará de dormir en el dormitorio o ya no podrá subirse al sofá, conviene establecer esas nuevas normas de convivencia con antelación. También es útil practicar momentos en los que el perro no reciba atención, reforzando su calma para que aprenda a autorregularse sin ansiedad.
Mantener horarios predecibles de comida, paseo y descanso similares a los que se mantendrán tras la llegada del bebé ayudará a que el animal se sienta seguro y contenido.
Paso a paso
La familiarización con los estímulos del bebé debe ser paulatina. Castilla recomienda reproducir grabaciones de llanto a bajo volumen y asociarlas con experiencias agradables para el perro, como juegos, premios o caricias.
También se le puede permitir explorar la cuna, la ropa y el carrito bajo supervisión, sin regañarle. Incluso antes de que el bebé llegue a casa, es positivo presentarle sus olores a través de prendas o pañales para que el encuentro real resulte menos desconcertante.
La primera presentación es clave
Cuando por fin el bebé llega, la primera presentación es clave. El adiestrador aconseja permitir que el perro se acerque con calma, primero a distancia y sin forzar el contacto directo.
Si es posible, el encuentro debe realizarse en un ambiente relajado, incluso en el exterior, para reducir el nivel de excitación.
La integración posterior debe ser constante. El perro necesita sentirse incluido y no desplazado, por lo que es recomendable hablarle cuando se alimenta o acuna al bebé y pasear con él y el carrito para que ambos formen parte de la misma rutina familiar.
Por último, la supervisión es indispensable. Aunque exista una relación positiva, nunca se debe dejar a un bebé solo con un perro. Un animal emocionalmente equilibrado y preparado no representa un peligro, pero es importante respetar sus señales y evitar situaciones de estrés.
Con paciencia, anticipación y cariño, la convivencia puede ser no solo segura, sino también una de las experiencias más tiernas y enriquecedoras para toda la familia.