La pasada semana, nos vimos con Manuel Díaz, 'El Cordobés', y Virginia Troconis en el Club Juegaterapia, en Madrid, para que nos hablaran de un proyecto muy especial: El patio de los sueños, como se llamarán las nuevas terrazas del Hospital Materno Infantil Reina Sofía de Córdoba, que la Fundación Juegaterapia ayudará a transformar para niños con cáncer. "Esta enfermedad no conoce edades, si es hombre o mujer… Pero en el caso de un niño o adolescente, es mucho más cruel. Juegaterapia lo que hace es darle luz", nos dice el torero. "Y humanizar los hospitales. Dar un poquito de luz y de esperanza", apostilla Virginia.
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—Contadnos en qué consiste este nuevo proyecto en Córdoba.
MANUEL.—Serán tres nuevos espacios para el hospital Reina Sofía y estarán inspirados en los patios de Córdoba y edificaciones estilo árabe que se aprecian en los monumentos artísticos de la ciudad. Una de las terrazas será un espacio polivalente para actividades lúdicas y deportivas. Las otras dos estarán dedicadas a los juegos convencionales, con columpios y otros elementos de juego interactivos. La Fundación Juegaterapia busca recaudar los fondos porque no hay nada detrás que lo impulse. Simplemente, con la venta de sus Baby Pelones y los eventos.
VIRGINIA.—También con donaciones de socios, empresas y particulares. Para arrancar este proyecto, se necesita más de un millón de euros.
—Y qué mejor embajador del proyecto que el Cordobés.
M.—Claro. Cuando recibes una llamada así, es un regalo de la vida. Cuando mis hijos eran pequeños, tuve la suerte de ser el cartero de los Reyes Magos en el hospital Macarena, de Sevilla, y recogí las cartas de los niños. Luego, durante 18 años, he toreado en el Festival del Cáncer, en Murcia, y en Córdoba también. Siempre hemos estado apoyando. Luego, Alba también ha hecho voluntariado en África, en un campamento. Me quedé alucinado por cómo se integró con las familias. Ahora, Manu está haciendo su voluntariado con niños en silla de ruedas que juegan al fútbol.
V.—Manu tiene una asignatura en la carrera y está haciendo allí prácticas sociales. Y Triana ayudará estas Navidades en residencias de ancianos.
M.—Al final, ellos han visto ayudar a gente. Hay personas a las que solo con darles una sonrisa, una caricia, un abrazo… Uno de los niños del reportaje me ha dado ahora un abrazo…
V.—Le ha dicho qué gracioso era.
"Mis hijos siempre han visto ayudar. Alba fue de voluntaria a África y Manu hace un voluntariado con niños en silla de ruedas", nos explica el torero
—Te has metido a los niños en el bolsillo en nada. Tienes buena mano.
M.—Menos para los míos, que estamos todo el día de guerra (ríe). Si te digo el mote que me dicen en casa… ¡Pitufo gruñón! A veces, tengo que ser gruñoncete, por ser padre, pero es que no me gusta… Virginia es más severa. Yo soy más facilón.
—¿Y encima te ponen el mote a ti?
M.—Sí (ríe).
V.—Es que tengo mejor humor.
M.—Desde que soy padre, noto que la madre siempre es mucho más importante para los hijos. En mi caso, lo he vivido, pero también lo veo con mis hijos: no se abren igual conmigo que con Virginia. Pero incluso Alba. Con la madre tienen otra conexión distinta. A lo mejor, me buscan en momentos más críticos… Para el problemón, a papá. Pero en el día a día, a la madre.
Padrazo y mamá gallina
—Definiros el uno al otro como padres.
V.—Manuel es un padrazo.
M.—Virginia es demasiado sufridora. Le digo muchas veces: Los has criado, pero tienen que salir.
V.—Los echo mucho de menos y quiero planchar la ropa, lavársela… Me pregunto: ¿Por qué mi hijo tiene que estar pasando fatiga en Madrid, si él podría estar perfecto en mi casa?.
M.—Ella es mamá gallina.
—Triana ya tiene 18 años y estudia Psicología. ¿Se ha mudado a Madrid?
V.—No, estudia Psicología en Sevilla y vive con nosotros.
M.—Es como la madre… Tarda… Ya no tengo que esperar a una, sino a dos… Y ya no me riñe una, ¡sino dos!
—Entonces, aún no tenéis el síndrome del nido vacío.
V.—Lo tengo. Mi hijo lleva tres años en Madrid y lo echo muchísimo de menos.
M.—Por eso es tan importante hacer proyectos así. La vida son momentos como estos. Empatizas mucho con padres que tienen hijos luchando. Si te arrimas y das calorcito… La herida no se la puedes quitar, pero sí ayudas a aliviar la situación. Me acuerdo con Virginia en el Hospital Niño Jesús de Madrid. Cuando salimos, nos abrazamos en la puerta.
V.—Yo salí rota. Ahí te das cuenta de lo que es importante: la salud. Y más la de mis hijos que la mía.
M.—A este Club Juegaterapia los niños vienen después de sus tratamientos a socializar, hacer terapias, recibir clases. Aquí pintan, hacen teatro… Sinceramente, es un proyectazo.
"Pasamos el 24 y el 25 en casa. No me gusta encargar nada, porque lo que me gusta es cocinar: pavo, rosbif y pernil. Me encanta hacer mucha comida y que sobre", nos cuenta Virginia
—¿Cómo pasaréis las Navidades?
M.—Viene mi hermano Paco de Palma, con mis sobrinas, y su hermano con la sobrina. Cocinamos…
V.—Pasamos el 24 y el 25 en casa. No me gusta encargar nada, porque lo que me gusta es estar cocinando.
M.—Hemos aprendido un poquito. Antes éramos unos exagerados.
V.—Y todavía lo somos. Me encanta hacer mucha comida y que sobre. Hago pavo, rosbif y pernil, que es venezolano. También ensalada…
M.—Y arepas. Hay mezcla.
—Manuel, ya que tienes mano para la cocina, ¿de qué te encargas?
M.—De los arroces. Se me dan genial. Luego, el 25 es el cumpleaños de Virginia.
V.—Ese día, vienen amigos a casa. Para nosotros, las Navidades son para reunirnos, pasar tiempo frente a la chimenea y hacernos regalos.
—¿Papá Noel o Reyes Magos?
V.—Los dos. Repartimos las cosas.
M.—Hacemos amigo invisible. Al ser muchos, cada uno hace un regalo.
V.—A los niños les encanta. Cada uno describe a la persona que le tocó y lo lee antes de dar el regalo.
—¿Y para Nochevieja?
M.—Haremos un viaje los cuatro; Alba viene por Nochebuena.
—Alba acaba de cumplir 26 años.
M.—Sí, el 12 de diciembre. Fuimos por sorpresa a la fiesta que hizo su chico en su piso.
V.—Fuimos los cuatro. Manuel se vistió de Papá Noel.
M.—Como tengo fotos, con ella de niña, vestido de Papá Noel, me pillé un disfraz. Fue muy divertido.
—¿Pasáis algún día con tu padre?
M.—Tenemos que ver el día. Tenemos una relación superbuena y tengo la suerte de que esté fenomenal. A sus 89 años, tiene la cabeza muy bien. Hablamos mucho, nos reímos mucho y estamos muy pendientes el uno del otro.
—Vuestros hijos ya son mayores.
M.—Ahora toca ir detrás de ellos.
V.—Lo importante es que tengan buenos valores y que les guste siempre volver a casa.
—Con la casa tan maravillosa que tenéis en el campo, siempre querrán.
M.—Pero las casas grandes tienen un problema: cuando están llenas, son muy bonitas, pero cuando están vacías, se quedan muy muy vacías.
—Os planteasteis iros a Madrid. ¿Habéis barajado vender la finca?
M.—Venderla nunca, porque es nuestro refugio. A lo mejor, tener algo en Madrid… eso sí. Si Triana decide irse, Virginia querrá también.
