Desde aquellos días de instituto, entre libros prestados y tímidas miradas, Claudia Ula, hija de Raquel Revuelta, y Vicente Benítez ya intuían —sin saberlo del todo— que su historia estaba destinada a perdurar. Trece años después, aquella complicidad adolescente se ha transformado en un amor maduro, que celebraron este 21 de junio con una boda de ensueño, en Zahara de los Atunes, Cádiz, rodeados de 340 invitados.
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La elección del destino no fue casualidad: la localidad gaditana, con su encanto costero y su aire auténtico, ha sido el refugio de sus veraneos juntos. También en ella reposan las cenizas del padre de Claudia, Miguel Ángel Jiménez. Por eso, cuando llegó el momento de sellar su historia, no dudaron en hacerlo en este escenario.
La noche previa, los novios vivieron la tradición de pasarla separados: él, en el exclusivo Trafalgar Polo Club, en el Palmar de Vejer; ella, en su casa de Zahara, donde, rodeada por su madre; sus dos hermanos, Miguel Ángel y Nicolás, y su abuela materna, Amalia, se preparó para el gran día, añadiendo un matiz de emoción a su camino hacia el altar de la parroquia de Nuestra Señora del Carmen, un lugar muy especial para la pareja.
Raquel: "Siento una profunda satisfacción como madre por haberla acompañado hasta aquí. También un orgullo inmenso al verla convertirse en una chica maravillosa, una mujer diez"
Construida en piedra, ocupa el antiguo salero de atunes del palacio Chanca de Zahara, lo que añadió historia y encanto al ambiente con una decoración floral. Creada por Mamen Melero, estaba compuesta de arreglos frondosos que se dispusieron en la entrada, a lo largo del pasillo central y también en el altar, creando una atmósfera íntima y serena.
El ammi majus, conocido como flor de encaje, fue el protagonista por su aire silvestre, acompañado por otras especies, como el delphiniums, la astrantia, la lisianthus mariposa, los narcisos y las azucenas de mar, en un guiño especial a la madre de la novia.
La novia llevaba dos medallitas colgadas del puño de su vestido. Una, de cerámica, con el nombre de su padre: "Él estaba conmigo todo el tiempo"
Sus primeros zapatos buenos
El sacerdote, y amigo de la familia, Antonio Romero Padilla ofició una misa llena de espiritualidad y ternura. Desde que lo conocieron, la pareja supo que era la mejor elección por su forma de expresarse. Sabían que él les tiene el mismo cariño, por lo que la ceremonia fue un momento especialmente hermoso y cercano. Acompañada por sus hermanos y padrinos, Miguel Ángel y Nicolás, la novia deslumbró con un vestido exclusivo de Victorio & Lucchino.
El diseño, de corte sirena, estaba confeccionado en crepé con superposiciones de gasa cristal francesa y tul, que complementó con sus primeros zapatos buenos: unos Jimmy Choo modelo Azia 95, en rosa ballet. Para las joyas, preguntó a su madre y a su abuela si tenían alguna pieza familiar que pudiera llevar, pero las mujeres de su familia nunca han sido muy joyeras, algo que también ha heredado. Aun así, quiso lucir unos pendientes especiales que encontró en la joyería Chico: un diseño de oro blanco y brillantes desmontables.
"Claudia estaba impresionante velada, aunque, aun así, se le veían los ojos tan grandes, llenos de emoción, y una sonrisa de oreja a oreja", recordaba el novio
El velo también fue una elección con significado. Claudia optó por ir velada, un detalle que le hacía mucha ilusión porque su madre también lo hizo en su boda, y le encanta verla en las fotografías de aquella ocasión, donde lucía espectacular. También obra de Victorio & Lucchino, complementó a la perfección el conjunto. Siguió, además, la tradición de algo nuevo, algo azul y algo prestado. Algo nuevo: el vestido, los zapatos y el velo. Algo prestado: los pendientes. Algo azul: una delicada flor entre las que componían su ramo. Llevaba también dos medallitas colgadas del puño. Una, de cerámica, con el nombre de su padre, Miguel Ángel Jiménez, creada por Atelier Pottery.
Elaborado también por Mamen Melero, el ramo era una composición en cascada, muy natural, con esparraguera plumosa, ammi majus, un punto de astrantia, algún narciso, un toque de azucena de mar y, cómo no, el mirto, que representa la fecundidad. Peinada por Ana Camero, llevó un recogido sencillo y tirante de bailarina, que posteriormente se soltó para la celebración, y el maquillaje corrió a cargo de Pedro González, que también se encargó de maquillar a la madre y la abuela de la novia, con un estilo natural.
Raquel Revuelta deslumbró con un sofisticado diseño firmado por José Luis Zambonino: un maxipantalón fluido, un body con escote halter y una gabardina ligera en gasa de seda natural, que aportaba movimiento y delicadeza a cada paso. Completó su look con un cinturón exclusivo del artista artesano José Rivas y unos pendientes en forma de luna con diamantes blancos y un brazalete con pavé de diamante blanco.
Del brazo de su madre y madrina, Beatriz Bachiller, Vicente apareció impecable con un chaqué gris oscuro, que complementó con un reloj muy especial: el regalo de pedida de su suegra. Sus gemelos, sin duda, fueron el detalle más emotivo: un obsequio de su abuela por ser el primer nieto en casarse, una pieza que pertenece a la tradición familiar, pues fueron el regalo de pedida de sus abuelos y los mismos que llevó su abuelo.
La ceremonia contó con la delicada interpretación musical de Duo Amore, un dúo gaditano que acompañó cada momento con una selección exquisita de piezas. Para la entrada del novio sonó Fix You, una canción muy especial para la pareja desde sus primeros encuentros, y la de Claudia estuvo marcada por las notas de la melodía Every Breath You Take, que tanto le recuerda a su padre.
Durante la misa, el repertorio continuó con emotivas melodías como el Hallelujah, de Leonard Cohen, tras el salmo, y La misión, de Morricone, en el momento del consentimiento y las alianzas. De líneas clásicas y elegantes, los anillos de boda provenían de la reconocida joyería sevillana Gener y fueron un regalo muy especial de su cuñada Beíta, hermana de Vicente, y también de una de sus mejores amigas. Para la firma de documentos y las fotos, la banda sonora se llenó de la intensidad de Gladiator; la suavidad de La mañana, de Grieg, y otras piezas que intensificaron la emoción del momento.
Finalmente, la salida de los recién casados fue celebrada con la romántica Marry Me, culminando así una ceremonia que estuvo marcada por lecturas y momentos muy especiales que aportaron profundidad y emoción al enlace, como el rito de la velación, un momento cargado de simbolismo, en el que dos amigas muy cercanas colocaron sobre los novios una mantilla, herencia materna de Mercedes Roldán, abuela de Vicente. También los recuerdos al padre de la novia estuvieron presentes de manera constante y profunda. Además de las dos medallitas con su nombre, un detalle lleno de significado y cariño, la música también fue un puente hacia su memoria.
Entre los 340 invitados a la ceremonia y posterior celebración, se encontraban Fiona Ferrer y las "Miss España" Eva
Noche de sorpresas
Ya convertidos en marido y mujer, Claudia Ula y Vicente continuaron la celebración junto a sus familiares e invitados, entre quienes se encontraban Fiona Ferrer y las Miss España Eva Pedraza y María José Suárez, en el Trafalgar Polo Club, un enclave natural con vistas privilegiadas al Atlántico. En él disfrutaron de un banquete exquisito, una auténtica celebración de los sabores del sur. Desde el principio, la pareja tuvo claro que querían contar con un catering de la zona, y se decidieron por Momento Andaluz, que sirvió un cóctel en el que cobró especial protagonismo el atún rojo de almadraba, los inconfundibles chicharrones de Cádiz y el jamón de Enrique Tomás. Para el vino eligieron Marqués de Cáceres.
También desde el principio, los recién casados quisieron que la música formara parte esencial de su gran día. El cóctel comenzó con una playlist cuidadosamente seleccionada por los novios junto con los padres de él, Beatriz y Vicente Benítez, creando un ambiente distendido y familiar. En la segunda parte, la magia del directo llegó de la mano de David Pineda, un talentoso pianista que invitó a los presentes a cantar, y la fiesta arrancó con fuerza gracias a Sin Llaves, un grupo pop-rock de Chiclana, y continuó con el DJ Andrés Ossorio, cuya sesión mantuvo la pista de baile llena hasta el último autobús.
En el banquete no hubo mesa presidencial ni seating plan. Una boda sin normas, pero con muchísimo estilo. Y aunque no hubo tarta, sí hubo muchos momentos cargados de emoción, como el baile nupcial, que Claudia abrió del brazo de su hermano Miguel Ángel, mientras su otro hermano, Nicolás, interpretaba al piano y cantaba Yo te vi pasar, de Manuel Carrasco. Poco después, entraban el novio y su madre para continuar el baile y, tras un pequeño cambio, Claudia y Vicente bailaron juntos por primera vez como marido y mujer. Otra de las sorpresas de la noche fue cuando Claudia le dedicó dos canciones a su esposo: Algo contigo, de Vicentico, y Your Song, de Elton John.
El momento del ramo también fue especial. En lugar de lanzarlo, la novia entregó varios ramos a personas muy queridas: amigos íntimos, primos y, de forma especialmente emotiva, a sus madres y abuelas. Para ellas hubo, además, un detalle único: un collage de fotos impresas en algodón. La fiesta duró hasta el amanecer, sin límites ni pausas, acompañada en todo momento por el talento y la dedicación del equipo de La Madrina Wedding, pieza clave en la organización y apoyo durante todo el día. Una boda sin artificios, pero llena de alma; sin normas rígidas, pero llena de tradición y sentimiento. Una fiesta para recordar en Zahara de los Atunes, donde todo empezó.