© Sevilla Press Fran Rivera

Fran Rivera y su hijo Curro, tradiciones heredadas en la Goyesca

El diestro compartió con su pequeño, de 4 años, la Goyesca de Ronda

La Goyesca de Ronda es una creación de los Ordóñez. Cayetano Ordóñez Araújo, hijo del mítico Niño de la Palma, fue el impulsor de la primera edición de esta corrida en 1954. Años después, en 1957, Antonio Ordóñez fue uno de los integrantes del cartel de aquella edición. Con su carisma, el abuelo de Francisco y Cayetano Rivera Ordóñez se convirtió en el alma de la Goyesca, que a día de hoy sigue siendo todo un acontecimiento social y cultural. La toreó en 17 ocasiones y la organizó hasta el mismo año de su fallecimiento. En 1973, el festejo unió dos apellidos grandes en el toreo: Ordóñez y Rivera. Paquirri, que había tomado la alternativa en 1966, vestía por primera vez el traje goyesco y se medía con el mismísimo Maestro de Ronda.

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Sirvan estas líneas, para entender el enorme significado que la tradicional corrida que cada septiembre se celebra en la mágica localidad malagueña tiene para Francisco Rivera Ordóñez. Digno heredero de la dinastía taurina, hace 25 años cogió el testigo de su abuelo y se convirtió en empresario de la Maestranza rondeña, en la que mientras ha estado en activo, ha hecho el paseíllo vestido de goyesco siempre que ha podido. Ahora sigue con empeño las enseñanzas de su abuelo y se esmera por tener un cartel de lujo y que cada año, la Goyesca sea la cita más esperada de la temporada.

De todos es sabido que el mayor de los dos hijos de Paquirri y Carmina Ordóñez vive con pasión las tradiciones de su tierra, que siente tan arraigadas. La Semana Santa sevillana, la Feria de Abril, la romería de El Rocío y, por supuesto, todo lo que rodea al mundo del toro y del caballo. Como anteriormente hicieron su padre y su abuelo con él, Francisco intenta trasladar ese amor por las costumbres, las raíces y la herencia de su familia a sus hijos.

A nadie extrañó por tanto que el pasado 2 de septiembre el empresario acudiera a la Goyesca 2023 acompañado del más pequeño de los dos hijos que tiene de su matrimonio con Lourdes Montes, Curro, de cuatro años. El niño, guapísimo, rubio y con los mismos ojos azules que tenía su abuelo paterno, Paquirri, presenció el festejo junto a su padre. La mayor de las hijas de Fran, Tana, muy aficionada a la Fiesta como no podía ser de otra manera, tampoco se perdió la tarde, a la que acudió con su novio, el empresario Manuel Vega.

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A Francisco Rivera no le gustaría que Curro fuese torero. Lo ha dejado claro ya en alguna que otra ocasión, cuando se le ha preguntado sobre si querría que heredara su gran pasión. “No me gustaría que mi hijo se entregara a este mundo. Es una profesión muy bonita, pero es la más dura y sacrificada. No me gustaría ver a mi hijo jugarse la vida delante de un toro, pero si él lo elige, le ayudaré”, ha confesado.

Sin embargo, eso no impide que quiera inculcar a su pequeño las artes que rodean el mundo del toro. Sin ir más lejos, la doma vaquera, una disciplina a la que el diestro es muy aficionado y en la que participa siempre que tiene ocasión. Tras tomar parte en alguna prueba, el hijo de Carmina Ordóñez suele subir al caballo a su hijo para que disfrute, como señala su padre, de “nuestras tradiciones y amigos”. De hecho, a Francisco le gusta ir con sus hijos a todas partes. “Me encanta llevármelos a todos los sitios. Yo creo que ellos tienen que venir siempre a donde vayamos los padres (si se puede, claro). Nuestros planes giran siempre en torno a poder estar todos juntos”, declaró en una entrevista que concedió a ¡HOLA!.

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Sobre estas líneas, a la izquierda, Francisco, de niño, junto a sus padres, Carmina Ordóñez y Francisco Rivera ‘Paquirri’, a caballo por la Feria de Sevilla. A la derecha, Fran Rivera, de niño, sobre los hombros de su abuelo materno, Antonio Ordóñez, en la Semana Santa sevillana

Francisco y sus hermanos eran muy pequeños cuando perdieron a su padre, pero el torero y empresario tiene muy presente lo que les transmitió Paquirri, como él intenta hacer ahora con sus hijos y como él mismo manifestaba en las páginas de nuestra revista: “Lo recuerdo perfectamente (jugando con él y con Cayetano). Y también compartiendo su vida con nosotros. El campo, el caballo, el toro. Él nos enseñaba a amar todo lo que era su vida. Y es lo que hemos heredado”.

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