El pequeño de los hijos de Kate Middleton acaparó todas las miradas durante el Jubileo©AdobeStock

Crianza

¿Sabrías manejar una rabieta en público como la que sufrió Louis de Cambridge?

Analizamos con un experto el comportamiento de Louis de Cambridge durante el Jubileo de la Reina. ¿La recomendación es atenderle, ignorarle, irnos del evento? La presión de que nuestros hijos se frustren con testigos delante es aún mayor y nos genera infinidad de dudas sobre la crianza.

El benjamín de los hijos de los duques de Cambridge ha acaparado todas las miradas durante el Jubileo de la Reina Isabel II, en el que se han celebrado sus 70 años de reinado tras el fallecimiento de su padre, el rey Jorge VI, en 1952.

La expectación durante estos días ha sido máxima y los titulares sobre el pequeño de cuatro años no han dejado de sucederse después de que Louis de Cambridge protagonizase una serie de rabietas y berrinches que han dado que hablar.

Son muchos los medios que, analizando su comportamiento, no han tardado en asegurar que el niño puso en jaque la paciencia de su madre. ¿Realmente fue así? ¿Nos retan los niños cuando se frustran o están avisándonos de algo?

Y, por otro lado, ¿es mejor ignonarles cuando estamos rodeados de otros adultos? ¿Les atendemos? ¿Les reñimos? ¿La solución es marcharnos del lugar? Charlamos con un psicólogo experto en terapia infantil y adolescente para dar con las claves sobre cómo lidiar en público con la rabieta de los más pequeños.



El niño, inmerso en un contexto que no está preparado para soportar

“Es evidente que delante de otros los padres nos sentimos más inseguros y la crianza de nuestros hijos ante este tipo de actitudes puede convertirse en todo un desafío... más aún cuando hablamos de la Familia Real Británica. Si ocurre delante de miles de personas, la situación es aún más estresante”, expone Rafa Guerrero, psicoterapeuta, director de Darwin Psicólogos y autor de ‘El cerebro infantil y adolescente’.

Los niños son todos iguales, da igual que sean duques, princesas, que vivan en Inglaterrra, Argentina o Indonesia. Sus necesidades son exactamente las mismas”, añade el experto, quien asegura que entiende la presión a la que están sometidos todos los miembros de la familia, pero es la que también podemos sentir nosotros como padres cuando mi hijo se tira al suelo en pleno supermercado ante la atenta mirada del resto”.

El psicólogo es consciente de que es difícil de manejar tanto para la madre como para el niño, pero al final el pequeño está viviendo una situación que no le corresponde, al igual que un niño de cuatro años no le corresponde estar haciendo la compra a las 8 de la tarde ni en una terraza a las 11 de la noche porque sus padres quieran tomarse una copa.

Por eso, nos recuerda la necesidad de que los niños de estas edades tengan sus rutinas y estén alejados de contextos de presión: “No es que sea este niño concreto, cualquiera con su edad y circunstancia habría hecho lo mismo. Con cuatro años, estás en un acto protocolario de la Casa Real Británica en el que no puedes moverte y tienes que aguantar el chaparrón”.


Analizamos el comportamiento de Louise de Cambridge©AdobeStock

Ignorarle nunca es una opción

Cuando esto sucede, Rafa Guerrero garantiza que ignorar nunca es una opción: “El mandato social entre las rabietas suele ser ese porque se tiende a pensar que en cuanto le haces caso estás perdido... pero es todo lo contrario”. E indica que, ante una rabieta, enfado o cualquier tipo de actitud similar, lo que debemos hacer, como padres, es tratar de comprenderle, escucharle y ayudarle para buscar una solución, al igual que lo haríamos con un amigo o con nuestra pareja.

“Los padres estamos sometidos a mucha presión, y en el nivel del que estamos hablando no puedo ni imaginarlo. Entiendo que existe una cantidad infinita de presiones, gente que la va a juzgar por romper el protocolo y hacer o decir lo que no corresponde según lo que se supone que tiene que hacer... Pero no es así: lo primordial es lo que su hijo de cuatro años necesita, ya que tiene unas necesidades que, precisamente por su corta edad, hay que atender”, confiesa Guerrero.

Al final, la quietud es algo que el niño aprende a hacer con el paso del tiempo, pero no con esa edad, ya que no está capacitado para empezar a hacerlo.



Límites respetuosos y comprensivos con la situación, edad y circunstancias

Sin embargo, todo esto no implica no poner límites, al contrario: “Los límites se ponen desde el primer día, pero una cosa es ponerlos y otra no entender lo que el pequeño está viviendo. Es evidente que no le puedo permitir a mi hijo que haga lo que quiera, pero tampoco le puedo pedir que esté expuesto a un sinfín de actos que no le corresponden porque no es donde tiene que estar”.

Debemos marcar límites respetuosos y comprensivos con la situación, edad y las circunstancias en las que nos encontramos, además de con su personalidad, ya que existen niños más tímidos, otros más movidos...

Por otro lado, expone que es evidente que el niño tiene que aprender mediante la perseverancia y con el paso de los años. Tendrá que ir muchas veces a ese sitio para controlar sus impulsos, aprender a concentrarse... en definitiva, para aprender.

“Uno adquiere las habilidades con práctica y entrenamiento. Con lo cual, como padres, nuestra función será darle estrategias y decirle qué puede hacer, siempre y cuando esté preparado (y un niño de tres o cuatro años no lo está)”, afirma el experto.

Louis de Cambridge no estaba desafiando a su madre, sino manifestando una necesidad

“Louis de Cambridge no estaba desafiando a su madre ni se portó mal, estaba manifestando una necesidad. Te está diciendo que no sabe qué hace ahí, en un contexto completamente rígido y estricto. El problema no es del niño, es del adulto, que ha decidido, entiendo que por muchas presiones, protocolo o lo que sea, que debe estar ahí”, reafirma.

Y asevera que este tipo de situaciones ocurren cuando pensamos más en nosotros que en lo que necesita nuestro hijo. “¿Y si el que se portara mal fueses tú por llevarle a un sitio en el que no tiene que estar?”, nos plantea Guerrero.

Nuestros hijos necesitan comprensión: “El niño está buscando su naturaleza como la hubiéramos manifestado cualquiera de nosotros, que es estar con sus padres o en el colegio o en el parque jugando con sus amigos”.

¿Es mejor irse del lugar?

Rafa Guerrero asevera que sólo debemos irnos si el niño lo requiere o si lo está pasando muy mal. “Irnos como castigo porque consideramos que se está portando mal nunca sería la opción correcta. Si el niño entra en rabieta le calmamos y estamos junto a él. Si nos vamos a marchar para que la gente no nos vea lo estamos haciendo mal ya que en esos momentos hay que estar a disposición del niño y observar qué necesita para que esté seguro y proporcionarle cierto equilibrio”.

Quizá sea más cómodo para el adulto pero no es la opción. Como padres, debemos ir en sintonía y de la mano del niño. “En este caso, lo ideal sería que la madre fuese capaz de agacharse y saltarse el protocolo. Pero, aún así, habría gente que lo criticaría y lo tacharía de maleducado. No existen niños de cuatro años maleducados”, sentencia el psicólogo.