Acompañamos a Eugenia Silva, Miguel Ángel Silvestre y Jaime Lorente en su viaje a la ‘Serenissima’ con ARMANI BEAUTY
ESPECTACULAR POSADO: Eugenia Silva, Miguel Ángel Silvestre y Jaime Lorente, todo el ‘glamour’ español en la Mostra de Venecia
Vivimos junto a las estrellas españolas la segunda jornada del festival y el histórico desfile de alta costura de Giorgio Armani, ‘One night only a Venezia’
Tu período de prueba gratuita en ¡HOLA!+ se ha activado con éxito
Disfruta de todo el contenido totalmente gratis durante 7 días.
Recuerda navegar con tu sesión iniciada.
Ya tienes una suscripción activa.
Recuerda navegar con tu sesión iniciada.
El rosa empolvado de las plumas de su capa se fundía con la sinfonía de violetas, rojos y dorados del cielo de Venecia. Eugenia Silva había trabajado con el equipo de Armani desde hacía meses para conseguir un efecto mágico y casi irreal mientras surcaba las aguas de la Laguna, primero, y bajo los focos de la pasarela del Lido, después. Igual que Visconti jugó con los blancos y los celestes para Silvana Mangano en su Muerte en Venecia, la modelo española, embajadora de la casa italiana desde hace más de un lustro, celebraba la vida, sin embargo, con un modelo de alta costura de aires vintage, silueta ceñida a sus medidas perfectas y escote de vértigo. El 80 aniversario de la cita con el cine más antigua del viejo continente requería una puesta de escena tan cinematográfica como evocadora y nostálgica, como aquellas de las fotografías en blanco y negro que recorren los pasillos del hotel Excelsior, y Eugenia sabe cómo convertirse en directora artística y protagonista al mismo tiempo y lograr ese golpe de efecto. Solo necesitaba, eso sí, de tres galanes y de otra mujer que le diera una réplica a su altura para que se obrara el milagro tras los objetivos. De ese fogonazo de inolvidable belleza, ¡HOLA! fue testigo este fin de semana.
En dos tiempos. El primero, el viernes, con Miguel Ángel Silvestre, Jaime Lorente y Julio Peña amoldándose a los huecos que deja su silueta sinuosa. Respondiendo a sus gestos de inspiración mid century unas veces, otras, en un coup de force enarbolando clase, elegancia y ese chic canalla de los clásicos, Paul Newman, Marcello Mastroianni o Brando… Y todo bajo la atenta mirada azul de Clara Galle, vestida con un “tubino” que recordaba a Julia Roberts ganando un Oscar. Ambas, Clara y Eugenia, jugando a ser la Stella de Un tranvía llamado deseo y la Blanche Dubois (Silva) que se abandona al spleen de las olas en el Gran Canal de camino al estreno de Ferrari. El segundo, un día después, bajo el resplandor de miles de focos y con más plumas. Esta vez, en verde agua, en ese guiño a L’Arsenale, el primer astillero del mundo donde nació la Serenissima y la Repubblica Marinaia, donde, al igual que otras decenas de estrellas internacionales (desde Sophia Loren a Benicio del Toro, desde Jessica Chastain a Olivia Palermo) la modelo española se fundía en un aplauso ante el Re Sole Giorgio Armani y su desfile de haute couture…
Son estrellas internacionales y nada más aterrizar en Venecia, policías, turistas y también compañeros de profesión reconocían con piropos y selfis al trío de ases español en su gran noche
Disculpen la ensoñación, pero, al igual que nos confesaba Eugenia, minutos antes de embarcar en el hotel Kempinski en dirección a la alfombra roja del Palazzo del Cinema, una vez que uno llega a la ciudad de los canales es imposible no volverse a enamorar de nuevo de la postal que te ofrece, que te cueste respirar o que sufras un síndrome de Stendhal de perder el conocimiento. Y había que tomar aire porque la enajenación, a Dios gracias, iba a dar para muchos momentos irrepetibles durante las 48 horas siguientes. El primero, como les contamos, en el Lido, donde Armani Beauty guiaba a la fulgurante delegación española a las escaleras del Palazzo del Cinema de la Mostra, aunque fuera imposible impedir que Jaime Lorente no lo hiciera parapetado con cuatro guardias de seguridad para frenar los impulsos de los fans que, móvil y papel y boli en mano, estaban empeñados en conseguir a toda costa, fotos, autógrafos y, por qué no, algún beso robado de su ídolo Denver.
Y, sí, visto desde fuera, era como revivir una secuencia de Reservoir Dogs, de Tarantino. O de Sabrina si echabas la vista sobre Miguel Ángel Silvestre. Con su encanto y simpatía natural, “el Duque” hacía sucumbir a Sydney Sweeney, a Matilde Gioli y a Beatrice Grannó sin pretenderlo. Le bastaba con una sonrisa ladeada y dos palabras inaudibles para conseguirlo. Inaudibles, porque el espectro auditivo, a tropecientos decibelios, estaba ocupado por el griterío: “Giulio”, “Chiara”. Así, a dúo. Porque las pandillas de chiquillos que revoloteaban alrededor de Julio Peña y Clara Galle no dejaban espacio para nada más y los habían rebautizado a la italiana, como la película que les ha lanzado al estrellato: A través de mi ventana. Después del baño de masas, tendría lugar una cena de gala en la azotea del Palazzo Non Finito del Gran Canal, allí donde Peggy Guggenheim hizo de Venecia su casa —y la de sus perritos— y hoy se guarda gran parte de su colección de arte contemporáneo con algunos de los tótems del siglo XX. De Picasso a Gala Dalí, de Miró a Max Ernst… Cubismo, surrealismo, expresionismo… Sin los que hoy no se podría entender ninguna corriente estética actual y de los que es heredero Giorgio Armani, figura también clave y leyenda en el XXI.
“Denver”, gritaban los más jóvenes a pie de alfombra a Lorente, su ídolo de La casa de papel, mientras a unos pasos caminaba Julio Peña, el actor llamado a repetir el éxito del murciano en el spin off de la serie, Berlín
Con 89 años y un estado físico imponente que le permite enfundarse sin riesgo alguno su inconfundible maglietta nera, el diseñador designer mostraba el sábado ante el mundo su última colección de alta costura, de inspiración veneciana. O, quizá, picassiana. O, por qué no, daliniana. Bajo el título One night only a Venezia y con lentejuelas entrelazadas a modo de dameros arlequín rosas, blancos y negros, golas de tul o chaquetillas de patrones endiablados y hechuras impolutas, la leyenda de la aguja y el dedal volvía a convertir su pasarela en el epicentro de la moda mundial la misma semana en que la ciudad de Goldoni también lo es del cine. Y no hay reparto de película que se pueda equipar al front row de su desfile.
La primera plana del cine italiano estaba allí presente, comenzando por Sophia Loren junto a su hijo, Edoardo Ponti, que llevaba del brazo no solo a su madre, sino también a la última leyenda viva del Hollywood dorado, pasando por las estrellas actuales, como Miriam Leone, Asia Argento o Margherita Buy, y terminando por las emergentes, como Gretta Ferro o Alice Pagani; los directores Luca Guadagnino, Sergio Castellito, Gabriele Salvatores o Ferzan Ozpeteck, y los sex symbol masculinos Raoul Bova —con Rocío Muñoz Morales— y Luca Argentero. Con todos ellos, constatabas que estabas en Italia porque, si no, era fácil perder la noción del espacio y creer que el fieltro rojo te conducía hasta el Dorothy Chandler Pavilion, con Barbara Palvin abriéndote camino entre Sadie Sink, Sydney Sweeny, Jessie Williams, Michelle Rodríguez, Camilla Mendes, Lili Reinhart y Jenna Coleman… O a un club londinense. Porque, tras esa explosión de costura, el hangar se convertía en una pista de baile a ritmo de Rosin Murphy y su revisión de la Ancora, ancora, ancora, de Mina. Y así, con una Najwa Nimri que no perdía ojo del escenario de pie sobre un sillón, quién podía no resistirse a bailar hombrera con hombrera con Jessica Chastain, chapurrear spanglish con Kerry Washington y rendirse a Benicio del Toro y su total black a juego con sus atractivas ojeras.
Venecia ha logrado vencer al infortunio una vez más y ha conseguido volverse a convertir en el epicentro del glamour y la fama con la mayor concentración de fiestas y celebrities que se recuerda en años
Pero tras Armani, Venecia seguía sin darnos tregua. Ni respiración. Más que nunca, la ciudad se ha convertido en una metáfora de sí misma y, ante la adversidad, este primer fin de semana ha rugido con más fuerza. Ni huelgas al otro lado del océano ni danas adelantadas en el Adriático ni boicots por películas de directores bajo la luz y el taquígrafo judicial han podido con La Mostra. Como el amor, al que tantas veces ha servido de escenario, es indestructible. Y dos imágenes de dos parejas no han hecho nada más que confirmarlo. La primera, la de Patrick Dempsey con su mujer, Jillian Fink. Tras aquellas diferencias irreconciliables que los separaban en 2015, quince años juntos y tres hijos, volvíamos a verlos juntos este fin de semana: el doctor Strangelove y su maquilladora paseaban y posaban acaramelados en la misma arena que otro doctor, Aschembach, se enamoraba platónicamente de Tadzio.
La segunda, la de Johannes Huebl colocando el alta costura barbiecore de su mujer, Olivia Palermo, ante los flashes. Nos regalaban estas instantáneas en el estreno del último filme de Adam Driver, uno de los títulos más prometedores del festival, que, en su jornada inaugural, abría una española, Milena Smit. Ella protagoniza Comandante y elegía para su estreno un Saint Laurent de escote corazón que la convertía en una espectacular Gilda de aire gótico. Igual que las Ray-ban negras a Carla Bruni en una revisión presidencial de Audrey Hepburn en Desayuno con diamantes, con un Valentino con gardenia al cuello, tan brillante como el corsé bondage de Alice Campello.
El actor Mathieu Kassovitz, en estado ‘preocupante’ tras sufrir un accidente de moto en París
Fotos: Jesús Isnard para Armani Beauty / Stefano Guindani / AGENCIAS
© ¡HOLA! Prohibida la reproducción total o parcial de este reportaje y sus fotografías, aun citando su procedencia.
