Cuando pensamos en frío extremo, lo primero que nos vienen a la cabeza son Siberia o los Alpes. Pero en España también existen rincones donde las temperaturas invernales obligan a abrigarse bien y contemplar paisajes helados que pueden regalar imágenes de cuento. Hablamos del Triángulo de Hielo, formado por tres pueblos donde el termómetro llega cada temporada a descender por debajo de los -15 °C durante las noches más crudas del invierno.
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Molina de Aragón, en Guadalajara; y Calamocha y Griegos, en Teruel, forman los vértices de este triángulo que, a pesar de pertenecer a provincias diferentes, comparten una altitud elevada, amplios valles y mesetas abiertas, lo que provoca que los fríos invernales se intensifiquen. Sus entornos geográficos, con pocas barreras naturales para los vientos, convierten a estas localidades en destinos donde la estación más fría se vive en su máxima expresión. Y, a pesar de ello, ni las bajas temperaturas, ni las heladas o la nieve ha logrado congelarlos. Bien abrigados y buscando los mejores lugares para refugiarse se disfrutan también.
MOLINA DE ARAGÓN
¿Sabías que Molina de Aragón es el pueblo más frío de España? Ha llegado a registrar mínimas de -28º C, aunque hace ya tiempo, concretamente fue el 28 de enero de 1952. Pero esta semana, sin ir más lejos, las mínimas nocturnas se sitúan en -5º C, y las máximas en 2º C, muy por debajo de otros municipios españoles.
Con gorros, guantes y buenas capas, siempre merece la pena acercarse a esta localidad, a las puertas del Alto Tajo, para contemplar una de las fortalezas más impresionantes de España, con su muralla bien conservada y el castillo medieval que domina la villa desde lo alto de la montaña. Posee, además, una buena colección de iglesias, dos barrios encantadores –el de la judería y la morería– y, para rematar, un nuevo Parador, el último en incorporarse a la famosa red, donde no se pasa nada de frío. Abrió sus puertas el pasado mes de mayo y cuenta con vistas excepcionales a la fortaleza y una arquitectura contemporánea integrada en el paisaje.
GRIEGOS
Superar los 1400 metros de altitud sobre el nivel del mar ya es una cifra considerable, pero en España tenemos más de 50 municipios que está por encima. El primero es Valdelinares, que alcanza los 1695, y el segundo, con 1601 metros de altitud, otro turolense: Griegos, el segundo vértice del Triángulo de Hielo. Situado en la Sierra de Albarracín y al pie de la imponente muela de San Juan, posee un excepcional entorno natural rodeado de bosques de coníferas y fuentes de agua, además, a pocos kilómetros de la localidad nacen los ríos Tajo y Turia
Aquí los amantes de los deportes de invierno están de enhorabuena gracias a sus pistas de esquí de fondo, a 1800 metros de altura. En el mes de febrero, la localidad organiza una carrera de mushing (trineos tirados por perros) al estilo de las competiciones de los países nórdicos.
CALAMOCHA
El tercer vértice del Triángulo de Hielo se encuentra también en Teruel, en el valle del río Jiloca, una zona conocida por registrar algunas de las temperaturas más bajas de España en invierno. No en vano, Calamocha alcanzó los −30 °C el 17 de diciembre de 1963, uno de los récords oficiales de frío del país. Hoy, sin llegar a esos extremos, las mínimas invernales siguen bajando con facilidad de los −10 °C, sobre todo en noches despejadas, cuando el aire frío se queda atrapado en el valle.
Pero Calamocha no es solo cifras en el termómetro. Con algo más de 4000 habitantes, es el más grande de los tres pueblos del triángulo y también el que ofrece un ambiente más animado. Su casco urbano se articula en torno al río, con puentes, paseos y plazas que invitan a recorrerla incluso en invierno, siempre bien abrigados. La iglesia de Santa María la Mayor, de origen barroco, y el puente romano son dos de sus hitos patrimoniales más reconocibles.
Además, Calamocha es sinónimo de gastronomía contundente, la mejor aliada contra el frío: aquí manda el famoso jamón de Teruel, junto a platos de cuchara que reconfortan cuerpo y alma tras una jornada de heladas. Rodeada de campos abiertos, sabinas y paisajes que se cubren de escarcha al amanecer, esta localidad demuestra que, incluso donde el invierno aprieta de verdad, la vida se sigue disfrutando con tradición.