Si crees que Oviedo se deja ver de un vistazo, que basta con la catedral, la Regenta, un culín de sidra en Gascona o un paseo por Uría para tachar la ciudad de la lista, cambia de idea. Si apartas la vista de lo más obvio, descubrirás una ciudad inesperada, con senderos verdes por los que perderte, tesoros prerrománicos, castillos, villas termales, bosques y zonas rurales que se salen de la ruta turística.
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EL BOSQUE DE LOS GATOS
El Parque de Invierno es una de las grandes zonas verdes de Oviedo, lleno de rincones para pasar largas horas entre laberintos de laureles, una típica quintana asturiana, piscinas y un palacio para niños. Entre sus senderos se encuentra uno de los secretos mejor guardados de la ciudad: el Bosque de los Gatos, donde esculturas felinas de todos los tamaños se esconden entre sauces, laureles y robles, creando un pequeño universo mágico. Desde allí, la senda verde continúa por la antigua vía del ferrocarril en la Senda de los Molinos de La Manjoya, descubriendo restos de antiguos molinos de agua y bosques de ribera hasta llegar a la estación de Fuso de la Reina, completando un paseo de casi ocho kilómetros que combina naturaleza, arte urbano y patrimonio histórico, ideal para caminar.
SAN JULIÁN DE LOS PRADOS
Bordeando la ciudad, en la zona más urbana, se descubre el más desconocido de los tesoros prerrománicos de Oviedo: San Julián de los Prados, también conocido como Santullano. Tioda, el arquitecto de Alfonso II el Casto, lo levantó entre los años 812 y 842 junto a su palacio extramuros y tiene entre sus méritos ser uno de los mayores de este estilo del mundo y, sobre todo, guardar en su interior el mejor conjunto de pinturas murales de la Alta Edad Media.
LA PISTA FILANDESA
Los ovetenses que les gusta hacer senderismo o montar en bicicleta tienen en esta senda uno de sus lugares habituales. Recorre parte del Monte Naranco, conectando distintos puntos emblemáticos de Oviedo, como Santa María del Naranco, San Miguel de Lillo y el Pico Paisano y su recorrido permite disfrutar de panorámicas impresionantes de la ciudad y del valle del Nalón, atravesando bosques, praderas y zonas rurales. La pista también forma parte de otros senderos más largos del Naranco y puede conectarse con rutas hacia los miradores de La Argañosa o la Senda Verde, ofreciendo opciones de paseo tanto cortas como de varias horas.
MEANDROS DEL NORA
El río Nora dibuja en su tramo final, hasta su desembocadura en el río Nalón, unos curiosos meandros. El mejor lugar para disfrutar de ellos es el mirador situado en la parte más alta del pueblo de Priañes, rodeado arces, castaños, encinas y fresnos. En este entorno no hay que dejar de visitar las termas romanas de Valduno y, sobre todo, la iglesia de San Pedro de Nora, a orillas del río y otra de las joyas prerrománicas del concejo de Oviedo. Su origen se remonta al reinado de Alfonso II, entre los siglos VIII y IX. Te llamarán la atención las celosías de sus ventanas y la torre campanario anexa.
DE LAS REGUERAS A LORIANA POR EL CAMINO PRIMITIVO
En la catedral de Oviedo comienza el Camino Primitivo, el que inició el rey Alfonso II El Casto en el siglo IX desde este templo que atesora el Arca Santa con reliquias llegadas de Jerusalén, como el Santo Sudario. Como un peregrino más, se puede seguir su trazado por el casco urbano tomando las calles Jovellanos, Covadonga, Melquiades Álvarez, Independencia o La Losa para finalizar, la primera etapa, en Grao. El itinerario jacobeo pasa por Las Regueras y zonas rurales del concejo, como San Lázaro de Paniceres, Llapaxuga o Loriana.
LA FONCALADA
Está en el centro de Oviedo, pero no muchos se fijan en ella, a pesar de ser la única fuente de origen prerrománico conservada en Europa y que forma parte del conjunto de monumentos prerrománicos declarados Patrimonio Mundial de la Unesco. Se construyó en el siglo X, durante el reinado de Alfonso III el Magno y es de piedra sillar, con una cámara cubierta con bóveda de cañón que protege el manantial, y en su frente una cruz labrada con la inscripción “Hoc signo tuetur pius, hoc signo vincitur inimicus”, emblema de la monarquía asturiana. Parte del sistema hidráulico que abastecía de agua a la ciudad, es un reflejo del alto nivel técnico y simbólico alcanzado por el arte y la ingeniería del Reino de Asturias.
CASCADAS DE GUANGA
En la bajada del arroyo de Buanga, hacia el río Trubia, estos saltos de agua son uno de los parajes naturales más bellos del concejo de Oviedo. La ruta, breve, pero intensa, comienza y termina en el antiguo lavadero de San Andrés de Trubia, localidad en la que hay que dejar aparcado el coche. Este lugar es también la puerta de acceso a los Valles del Oso y a la ruta cicloturista de la Senda del Oso.
LAS PELAYAS, EL CONVENTO MÁS DULCE
Las monjas más populares de la ciudad residen en el convento de San Pelayo, cuyo antiguo colegio universitario se ha convertido ahora en una hospedería. En él estas hermanas de clausura benedictinas rezan, cuidan de un importante archivo histórico y también trabajan elaborando su afamada repostería. Pero a las «pelayas» también se las conoce por la tradición medieval de la calenda, el canto gregoriano que llena la iglesia la tarde del 24 de diciembre, cuando cantan el relato de la Navidad (sanpelayomonasterio.org).
CASTILLO DE PRIORIO
Para conocer este castillo tendrás que acercarte a la parroquia de Las Caldas, porque es ahí donde se alza semioculto entre los árboles, junto a la senda que bordea el río Gafo, afluente del Nalón. Con sus dos torres cubiertas de hiedra y la leyenda de los amores prohibidos entre la hija del señor del castillo y un paje, ofrece una estampa romántica y misteriosa que bien merece la caminata, aunque sea solo para contemplarlo desde el exterior.
LAS CALDAS
Muy cerca, se encuentra la histórica villa termal, con su balneario diseñado en 1776 por Ventura Rodríguez, cuyas aguas mineromedicinales han sido apreciadas por más de dos siglos. Hoy, el complejo combina tradición y modernidad con hoteles, un espacio wellness inspirado en el Panteón de Roma, centro termal y restaurante.
