Muchos viajeros aseguran que Memorias de África fue la razón por la que decidieron explorar África. Estrenada en 1985 y dirigida por Sydney Pollack, la película arrasó en taquilla y se alzó con siete premios Oscar, dejando un recuerdo imborrable en la historia del cine, que estos días llora la pérdida de Robert Redford, uno de sus protagonistas.
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Los mismos paisajes infinitos de la sabana, con esos cielos cambiantes y esa sensación de libertad absoluta que vemos en la cinta –inspirada en las memorias de la escritora danesa Karen Blixen, publicadas bajo el seudónimo de Isak Dinesen– siguen ahí. No fueron creados para la gran pantalla: existen en el continente africano, y tanto hoy como desde su estreno, alimentan el deseo de recorrer un país que en aquel momento resultaba poco conocido para muchos viajeros.
La historia comienza con la llegada de Blixen a Kenia a principios del siglo XX, tras un matrimonio de conveniencia con el barón Bror Blixen. Lo que en un principio parecía un proyecto de vida compartido, pronto se convierte en una carga: su marido es infiel y deja de atender la plantación de café que han adquirido juntos, lo que la obliga a hacerse cargo de la finca y de sus trabajadores en condiciones muy duras.
En medio de esas dificultades conoce a Denys (Robert Redford), un aventurero británico que encarna la elegancia y el amor por la naturaleza. Entre ambos surge una relación apasionada. Detrás de las cámaras, también hubo química entre sus protagonistas. Tanta que la actriz, ha descrito a Redford tras su fallecimiento como “uno de los leones”, recordando no solo su grandeza como actor, sino también la intensidad de rodaje en Kenia, del que han quedado escenas memorables, como la del lavado de cabello junto al río o los vuelos en avioneta sobre la sabana.
El destino, sin embargo, se inclina hacia la tragedia. La plantación fracasa, Karen regresa a Europa y Denys muere en un accidente de avión, quedando enterrado en las colinas de Ngong. La película concluye con las palabras más evocadoras de Blixen: “Yo tenía una granja en África, al pie de las colinas de Ngong…”, un cierre que convirtió la historia en un relato eterno de amor, pérdida y conexión con una tierra que, desde entonces, nunca ha dejado de enamorar al mundo.
Vivir en primera persona los paisajes que fascinaban a Blixen y Redford supone viajar desde Nairobi a la sabana del Maasai Mara y adentrarse en otras reservas menos conocidas, que ofrecen experiencias auténticas donde se combinan naturaleza, cultura y aventura.
A las afueras de Nairobi, la cosmopolita y multicultural capital de Kenia, con una fuerte herencia como colonia británica, se encuentra el Museo Karen Blixen, que invita a sumergirse en la vida de la escritora danesa cuya historia inspiró la película. La casa conserva el mobiliario original, objetos personales, fotografías y recuerdos de la época colonial, permitiendo imaginar cómo era la vida allí a principios del siglo XX.
Desde el jardín, con sus flores autóctonas, se contemplan las colinas de Ngong, el paisaje que cobró vida en la pantalla. Para llegar hasta el lugar donde descansa Finch Hatton, a unos 20 kilómetros del centro de Nairobi, existen rutas señalizadas y tour guiados que combinan senderismo, historia y anécdotas del rodaje. Una vez arriba, lo que sobrecoge son las panorámicas más hermosas del valle del Rift, especialmente al atardecer.
La llamada de África se siente, sobre todo, en la sabana de Masai Mara, la reserva natural keniana por antonomasia, que también se convirtió en protagonista de la película. No hay mejor destino en el mundo para observar a los big five: león, leopardo, elefante, búfalo y rinoceronte. Ningún viaje al país puede considerarse completo sin visitar este espacio protegido. Sus más de 1.500 kilómetros cuadrados de praderas son la continuación natural de las míticas llanuras del Serengueti, que se extienden aún más allá, en la vecina Tanzania.
El Masai Mara es el destino que ofrece los safaris más espectaculares y completos de Kenia, ya que es la reserva con mayor densidad de animales por metro cuadrado en el mundo. Los safaris comienzan al amanecer y, desde un todoterreno conducido por un ranger, los visitantes pueden presenciar un espectáculo único: el ciclo de la vida. Además, de junio a septiembre es posible asistir a la gran migración, cuando miles de ñus, cebras y antílopes se desplazan desde el Serengueti a Masai Mara en busca de pastos verdes.
En Enkewa Camp (enkewa.com) puedes encontrar desde safaris fotográficos hasta opciones diseñadas para realizar con niños. Pero, si se busca una conexión total con Memorias de África, hay que alojarse en el lodge Angama Mara (angama.com), construido en el mismo lugar donde se filmaron muchas de las escenas más memorables. Allí se pueden disfrutar experiencias inspiradas en la película, como un pícnic privado en el kopje –un pequeño promontorio rocoso que sobresale en la sabana–, o contemplar los atardeceres en el Saddle, que aparecen en el cartel de la cinta. Es el mejor lugar para entender por qué esta tierra cautivó a los protagonistas en pantalla y a millones de espectadores en todo el mundo.
También merece la pena explorar otros escenarios de rodaje, como la Shaba National Game Reserve, con menos visitantes y un paisaje más árido. Otra opción es combinar el viaje con la visita a comunidades locales, que conservan tradiciones ancestrales y muestran un modo de vida auténtico.
Nairobi, con sus mercados y museos, completa la experiencia antes de lanzarse hacia la costa, que ofrece un contraste relajante tras los días de safari Allí también se rodaron algunas escenas exteriores, concretamente en Diani Beach –una playa de arena blanca y palmeras, aguas turquesa y ambiente tranquilo– y el archipiélago de Lamu, que conserva su encanto histórico con calles estrechas, arquitectura swahili, playas solitarias y la tradición de los dhows (barcos de vela), declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Es un buen final para una historia de amor y pérdida que estos días permanece en la memoria, como Robert Redford.