Cuando la princesa Victoria de Suecia necesita desconectar del protocolo y la agenda oficial, no se va a un resort en el Mediterráneo. Cruza el puente de 6 kilómetros que une Kalmar –en el continente sueco, a unas cuatro horas y media en coche desde Estocolmo– con la isla de Öland y elige lujos más sencillos: cielos despejados, paisajes abiertos y el ritmo tranquilo de la naturaleza.
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En el palacio de Solliden –un precioso edificio construido por la tatarabuela de la princesa, la reina Victoria– pasa los veranos junto a su familia desde que era niña. El mismo lugar donde cada año, el 14 de julio, celebra su cumpleaños en un ambiente festivo muy sueco: con flores, pastel, banderas y miles de personas que se acercan a saludarla. Esa mezcla entre tradición, cercanía y naturaleza es justo lo que define el espíritu de la isla.
La residencia veraniega real no está abierta al público de forma habitual, ya que sigue siendo un palacio privado. Sí sus jardines durante la temporada estival y son una de las mayores atracciones de la isla: amplios, cuidados, llenos de exuberantes árboles, arbustos y flores, con vistas al mar y al paisaje típico de Öland (sollidensslott.se).
ISLA PEQUEÑA, NATURALEZA ENORME
Lo mejor para moverse por la segunda isla más grande de Suecia es alquilar un coche o una bicicleta. Öland tiene 137 kilómetros de largo por 16 de ancho y, aunque puede parecer pequeña, concentra una diversidad natural impresionante: 75 reservas naturales repartidas de norte a sur, que protegen desde bosques encantados como Trollskogen hasta praderas áridas con flora endémica en el sur, como las del Stora Alvaret, en la lista del Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Este último es un paisaje casi lunar: una llanura de piedra caliza de 260 kilómetros cuadrados que parece desierta, pero esconde una de las floras más ricas de Europa. En primavera y verano, todo florece: orquídeas raras, arbustos aromáticos y una biodiversidad que atrae a botánicos y amantes de la naturaleza de todo el mundo.
Öland ofrece planes más relajados, como los caminos costeros perfectos para pedalear o hacer caminatas suaves, donde encontrarás faros –como Långe Jan, el más alto de Suecia, situado en el extremo sur, con impresionantes vistas al mar Báltico–; playas tranquilas; formaciones rocosas junto al mar, como Byrums Raukar; y miradores casi solitarios ideales para ver atardecer. Cerca de Kalmar está el castillo de Gränsö Slot, con jardines y actividades; y en la pequeña pero principal ciudad de Borgholm –próxima al palacio de Solliden, con poco más de 4000 habitantes–, las ruinas de otro, además de tiendas y restaurantes.
HISTORIA EN CADA RINCÓN
No solo de naturaleza está rebosante Öland, también es un paraíso para los amantes de la historia. Más de 40 yacimientos prehistóricos –entre túmulos funerarios, ruinas de fortalezas, molinos antiguos y asentamientos vikingos– se reparten por la isla. El más espectacular es Eketorp, una fortaleza reconstruida que permite ver cómo vivían (y luchaban) sus habitantes hace más de 1000 años. Y, para los más pequeños –o los fans de los cuentos nórdicos–, está Trollskogen (“el bosque de los trolls”), con árboles retorcidos, senderos de fábula y carteles que cuentan leyendas locales.
LA VIDA SENCILLA
Öland tiene un aire distinto al de la Suecia continental. Aquí todo va un poco más despacio. Los pueblos son pequeños, las casas bajas y pintadas de rojo o blanco –como el antiguo puerto de pescadores de Byxelkrok; Kastlösa o Mörbylånga, más al sur; Färjestaden, justo al cruzar el puente desde el continente; Gårdby y Algutsrum– y las cafeterías ofrecen bollos de canela recién horneados con vistas al mar o al campo.
En verano, la isla se llena de vida con mercados al aire libre, ferias tradicionales, galerías de arte improvisadas en graneros y conciertos en jardines. Pero incluso en temporada alta, Öland nunca está masificada.
DÓNDE DORMIR
Dos de los alojamientos más especiales para disfrutar de la isla con el espíritu natural y relajado que impera aquí son Eco by StrandNära y Gladsax Gårdshotell. El primero, en el sur, a solo unos metros del mar Báltico y del impresionante paisaje del Stora Alvaret, es un precioso B&B sostenible, con habitaciones decoradas con madera clara y diseño escandinavo y desayunos ecológicos elaborados con productos de su propia microgranja. El segundo, en Gladsax, es un pequeño y encantador hotel rural ubicado en una antigua granja (gladsaxgardshotell.se), cuyos propietarios tienen a disposición de los huéspedes bicicletas para explorar la isla.