Río Anllons, Ponteceso, A Coruña© Javier García Blanco

A CORUÑA

El pueblo gallego que es el secreto mejor guardado de la Costa da Morte

En la costa coruñesa aún quedan rincones por descubrir. Este paraíso oculto es tierra de poetas, percebes y leyendas, uno de esos lugares que hechizan en silencio.


22 de mayo de 2025 - 7:45 CEST

La Costa da Morte tiene un nombre tan sugestivo como intimidante. Evoca naufragios históricos, paisajes marinos abruptos y leyendas tan antiguas como sus acantilados. Y aunque localidades como Finisterre, Muxía o Camariñas acaparan la atención de los viajeros que recorren esta parte del litoral gallego, aún hay rincones que permanecen en una fascinante penumbra turística, esperando ser descubiertos. Uno de esos secretos mejor guardados es Ponteceso, un pequeño municipio de la comarca de Bergantiños que combina historia, naturaleza, playas vírgenes, rutas llenas de poesía y una gastronomía que seduce hasta los paladares más sofisticados.

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Este rincón de la provincia de A Coruña, situado en el punto más oriental de la Costa da Morte, respira autenticidad. Es un lugar donde la vida discurre al ritmo del viento, del mar y de las aguas del río Anllóns, que se abre en estuario antes de fundirse con el Atlántico. Una tierra de contrastes suaves, de aldeas y parroquias desperdigadas entre verdes colinas, de hórreos y cruceiros, de pazos dormidos entre la niebla y una herencia cultural profunda que tiene como emblema la figura del insigne poeta Eduardo Pondal.

Casa Pondal, Ponteceso, A Coruña© Javier García Blanco
Casa Pondal
© Javier García Blanco
Cruceiro en la casa natal de Eduardo Pondal.

CAMINOS QUE CUENTAN HISTORIAS

No hay mejor forma de descubrir Ponteceso que recorriéndolo a pie a través de sus senderos, esos caminos naturales que hablan de leyendas, poesía y tradiciones. El municipio ofrece rutas especialmente atractivas, que permiten adentrarse en su belleza tranquila y diversa, mientras se conecta con una Galicia que aún conserva su alma intacta. Una de las más emblemáticas es la Ruta Pondaliana, homenaje al poeta Eduardo Pondal, hijo ilustre de estas tierras y autor del himno gallego.

El recorrido parte desde su casa natal, junto al puente que cruza el río Anllóns, y se extiende a lo largo de cuatro kilómetros (una hora y media de recorrido) hasta el Monte Branco. A lo largo del camino, monolitos con versos del bardo gallego se mezclan con códigos QR que ofrecen una experiencia interactiva, combinando tradición y modernidad. Cada piedra parece hablar al viajero en un susurro, guiándolo entre robles y helechos hasta lo alto del monte. Al comienzo del recorrido, en la plaza de O Recheo, puede leerse este verso inaugural, tan sencillo como conmovedor: «Eu nacín cabo de pinal espeso, / Eu nacín na pequena Ponte-Ceso» («Yo nací junto a un espeso pinar, / yo nací en la pequeña Ponte-Ceso»).

© Javier García Blanco
Camiño Ribeira.
© Javier García Blanco
Senderista por el Camiño Ribeira.

Otra ruta imprescindible es la del Camiño da Ribeira, que conecta Ponteceso con la villa marinera de Corme. En sus 11,3 kilómetros y casi cuatro horas de recorrido, ofrece vistas espectaculares del estuario del Anllóns, declarado Zona de Especial Protección para las Aves, además de lugares como las dunas de la ensenada de A Ínsua y la enigmática Pedra da Serpe, con su legendaria serpiente alada rematada con un cruceiro. La ruta atraviesa playas, pinares y miradores naturales, hasta coronar —de nuevo— el Monte Branco, donde las vistas panorámicas recompensan el esfuerzo con una belleza salvaje que conmueve.

También existe una variante de esta ruta que conduce desde la Pedra da Serpe hasta el Alto de Os Loureiros, atravesando el Monte Branco. Es una caminata de menor duración, pero con un encanto paisajístico inigualable, ideal para quienes buscan capturar con la cámara —o con la memoria— la esencia indómita de la Costa da Morte. 

© Javier García Blanco

PLAYAS PARA LOS SENTIDOS

Ponteceso presume de algunas de las playas más hermosas y tranquilas de la Costa da Morte. Entre ellas destaca la playa de Balarés, con arena blanca y aguas serenas. Situada al resguardo de la ría de Corme y Laxe, es perfecta tanto para familias como para quienes buscan desconexión absoluta. Un curioso vestigio histórico es el antiguo muelle cercano, desde donde en tiempos de la Segunda Guerra Mundial partían barcos con las tripas llenas de wolframio con destino a Alemania, en una historia poco conocida que añade cierto toque de intriga al entorno.

No lejos de allí, la playa de A Barra muestra un paisaje dominado por impresionantes dunas y la desembocadura del río Anllóns, un entorno protegido ideal para la observación de aves migratorias, y la playa de Niñóns, con su aire salvaje, invita a contemplar el atardecer frente al pequeño puerto de Santa Mariña. 

Estas playas son mucho más que lugares de baño y rincones para tomar el sol: son espacios donde el tiempo se detiene, donde el rumor de las olas parece responder a los pensamientos del caminante, y donde cada roca y cada duna esconden historias que merecen ser escuchadas.

© Guillermo Avello / Alamy Stock Photo

El imponente dolmen de Dombate ha sido considerado la "catedral del megalitismo"

MONUMENTOS ENVUELTOS EN EL MISTERIO 

Ponteceso es también un viaje por la historia. Entre sus tesoros destaca la ya citada Pedra da Serpe, un relieve enigmático que muestra una serpiente alada, testimonio de antiguos cultos prerromanos. Este lugar, envuelto en leyendas sobre invasiones de serpientes y santos milagrosos como San Adrián, refleja la profunda conexión de Galicia con sus mitos ancestrales y su forma única de cristianizar lo pagano.

Aunque se encuentra en el cercano municipio de Cabana de Bergantiños, perteneciente a la misma comarca, merece la pena visitar el impresionante dolmen de Dombate —una joya del megalitismo gallego cuya imponente estructura de piedra ha sido considerada la "catedral del megalitismo"— por su extraordinaria importancia arqueológica. Se trata de un túmulo prehistórico de más de 4000 años de antigüedad, cubierto por una estructura protectora que permite al visitante contemplar tanto su arquitectura original como los grabados en su interior. El propio Pondal lo menciona con emoción en sus poemas, recordando cómo lo divisaba desde lejos durante sus trayectos escolares de la infancia: «Sempre ledo escramaba: ¡O dolmen de Dombate!» («Siempre alegre exclamaba: ¡El dolmen de Dombate!»).

La riqueza patrimonial continúa en sus iglesias románicas y barrocas, como San Martiño de Cores, San Fiz do Anllóns o San Xián de Brantuas, cada una contando silenciosamente siglos de historia entre sus piedras. También merecen atención los antiguos asentamientos prerromanos, como el castro de Nemeño, o parroquias como A Graña, que evocan la Galicia más antigua y profunda.

El viajero atento también encontrará pazos señoriales ocultos entre carballos, cruceiros que señalan antiguos caminos y hórreos que aún conservan el grano como lo hacían siglos atrás. Todo el municipio está salpicado de símbolos que hablan de la Galicia eterna, de su conexión entre lo humano y lo sagrado, entre la tierra y el mar.

© Javier García Blanco
Cruz Roncudo.

PERCEBEIROS Y VIEJOS LOBOS DE MAR

Otro rincón que merece la pena visitar es la localidad marinera de Corme. allí podemos acercarnos hasta el cabo Roncudo, donde se alza el faro que vigila uno de los paisajes más salvajes y espectaculares de la Costa da Morte. En sus escarpadas rocas crecen los percebes más codiciados de Galicia, recogidos con arrojo por los percebeiros, que desafían el oleaje en una de las faenas más arriesgadas del mar. En homenaje a su valentía, Corme les ha dedicado un monumento que no pasa desapercibido.

© Javier García Blanco

Pero la localidad guarda aún más sorpresas. Quienes sientan curiosidad por la historia –y en especial por nuestro legado naval– pueden visitar los restos de la casa natal de Francisco Mourelle de la Rúa. Este audaz marino gallego destacó como explorador en el océano Pacífico, donde descubrió, entre otros territorios, el archipiélago de Vava’u, en Tonga. Su carrera militar también brilló en las costas del sur peninsular, donde combatió a ingleses y franceses con notable destreza.

EL SABOR AUTÉNTICO DEL ATLÁNTICO

En Ponteceso, como sucede otros muchos rincones de la geografía gallega, la gastronomía es una parte esencial de su identidad. El percebe de O Roncudo es el protagonista absoluto, considerado uno de los mejores del mundo y celebrado cada verano en una popular fiesta gastronómica que congrega a vecinos y visitantes para rendir homenaje a este manjar atlántico y a los valientes percebeiros que lo arrancan de las rocas entre espumas y mareas.

© Javier García Blanco
Mariscadoras de Bergantiños.

Pero los sabores del mar no terminan aquí: pulpo, mero, rodaballo, congrio, centolla, nécora, berberechos del Anllóns…, todo fresco, todo con sabor a mar y a tradición. Los productos del río, como la lamprea o la trucha, las carnes de extraordinaria calidad y la riqueza agrícola expresada en platos tradicionales como el raxo, el lacón con grelos o las fabas, convierten cualquier comida en Ponteceso en una experiencia gastronómica memorable.

La repostería casera, los vinos blancos gallegos, las fiestas culinarias como la del Pulpo, la del Raxo o la Feira das Fabas (en abril, junio y octubre, respectivamente), ofrecen un calendario sabroso que atraviesa las estaciones del año. Comer en Ponteceso es entender Galicia con el paladar, y regresar, una y otra vez, porque se ha comido demasiado bien.

Retornar es también la única forma de entender plenamente la esencia de esta tierra, para redescubrirla en cada visita, quizás durante un temporal espectacular que transforme la belleza plácida de sus playas en una épica batalla de olas y viento. Y es que, como suelen decir los vecinos de este rincón de la Costa da Morte, hay que contemplar un temporal al menos una vez en la vida. Pocos rincones, como Ponteceso, pueden ofrecer esa fusión de calma y tempestad, de poesía y salitre, de historia y presente. Una Galicia intacta, que aún susurra con voz propia, y espera —sin prisa, sin ruido— al viajero que sepa escucharla.

© ¡HOLA! Prohibida la reproducción total o parcial de este reportaje y sus fotografías, aun citando su procedencia.