Suelo abrir mi armario y, a menudo, me encuentro con esa blusa ideal arrugada o ese vestido precioso con una doblez imposible. Sinceramente, la idea de sacar la tabla de planchar, esperar a que se caliente y ponerme a ello me da una pereza tremenda (sobre todo ahora que empieza el calor). Pero he descubierto un truco para que mis prendas (y las tuyas) estén siempre impecables, sin apenas esfuerzo y, lo mejor de todo, sin dejar temblando tu cartera.
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