Dicen que "las cosas de palacio van despacio", pero en lo que respecta a la justicia noruega tampoco se ve más velocidad. Marius Borg Hoiby, hijo de la princesa Mette Marit, fue detenido por primera vez en agosto de 2024 por agresión a su pareja de entonces, y desde ese momento todo se empezó a complicar. Poco a poco fueron saliendo nuevas víctimas y acusaciones, cada vez más graves que las anteriores, y que fueron descubiertas de forma casual mientras la policía investigaba lo que en principio parecía un asunto de violencia en el entorno cercano. Durante este tiempo, Marius Borg ha cambiado de abogado y de estrategia, aunque sigue admitiendo solo y exclusivamente la primera agresión de todas, es decir, la que no podía negar, ya que la policía se personó en el domicilio de la víctima y le realizó, entre otras cosas, un análisis de sangre, que fue lo que le llevó a emitir un comunicado admitiendo sus problemas con la cocaína y el alcohol. A la espera de que los cargos se juzguen o se archiven, el Palacio Real de Noruega, institución a la que Marius nunca perteneció, pero con la que convivió desde los cuatro años, ha guardado un largo silencio que ahora rompe con una breve aclaración tras el lanzamiento de un insólito pódcast.
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Los antecedentes que marcaron el caso: entre la evidencia oficial y las revelaciones periodísticas
El 'caso Marius' es especialmente complicado porque a la investigación oficial, es decir, la que abrió la policía primero y la fiscalía después, se han sumado otras investigaciones realizadas por medios de comunicación noruegos, que a lo largo de estos meses han conseguido audios, informes, imágenes y testimonios que han dibujado el retrato de un joven que aparentemente abusó del estatus y la protección que le daba estar cerca de la jefatura del Estado. Es más, analizando material filtrado, la idea es que la prensa era conocedora de determinados comportamientos, pero que no se atrevía o no podía publicar y cuando Marius fue detenido se abrió la caja de los truenos. Eso vino a demostrar un audio, tomado mucho antes de la primera agresión, en el que la policía advertía al joven de que sus amistades estaban siendo investigadas por delitos de narcotráfico, que sabían que él los estaba invitando a su casa y que podría generar un problema de imagen a la institución.
"No se les permite escribir sobre eso. Es un acuerdo. Entonces no hay nada en que pensar, no estoy preocupado por eso. Mi círculo de amigos es el mismo desde hace diez años, y así son las cosas. Mis padres lo saben, mis amigos también, no puedo hacer nada al respecto”, contestaba Marius a la policía en unos audios que consiguió Se og Hør. Marius estaba por encima del bien y del mal. Gozaba de las ventajas, como el pasaporte diplomático, la protección y una vivienda en terrenos reales, y no tenía que dar explicaciones porque no tenía título real, ni obligaciones con la ciudadanía o la Casa Real noruega.
La investigación policial consideró que algunas de las agresiones más graves (violación) habría tenido lugar en su casa, que es parte de la residencia oficial del príncipe heredero de Noruega, así que se produjo la insólita imagen de los coches y efectivos de la Policía de Oslo entrando a hacer un registro en Skaugum, la finca real en la que residen los príncipes herederos y en donde también vivía Marius. Las fiestas no eran ningún secreto, ya que abunda material en las redes sociales, y fue entonces cuando dos medios de comunicación del país, Se og Hør y Dagbladet, publicaron que en alguno de esos "Festivales de Marius" (así lo llamaba el grupo de amigos) se habían robado objetos de valor que eran propiedad del heredero.
El Palacio Real de Noruega se ha pronunciado solo sobre los supuestos robos en la residencia oficial del heredero durante las fiestas de Marius
Aunque se habló de "objetos de valor" con el tiempo se ha matizado que era cubertería de plata, lo que había desaparecido para después reaparecer en páginas de ventas de segunda mano. Sobre esto, el medio de comunicación VG, sí ha conseguido respuesta por parte del palacio. "No hemos podido confirmar que se haya robado nada de gran valor de Skaugum, como se afirma en varios artículos", escribe el director de comunicaciones del Palacio, Guri Ofstad Varpe, en un correo electrónico al citado medio noruego. Una declaración que si bien encierra alguna laguna como lo de "gran valor", ha servido para que por primera vez la institución se pronuncie sobre los hechos acontecidos.
Esta declaración llega en relación con otro hecho no menos sorprendente y es que el citado medio ha lanzado una serie de podcast Kompisen til Marius, en la que un amigo cercano, pero anónimo, de Marius Borg Høiby habla de lo que ha sucedido en el grupo de amigos y de la cobertura mediática del caso: "VG considera que arroja luz sobre una parte importante del caso que de otro modo no habría salido a la luz y que, por tanto, es correcto y conforme con la ética de la prensa permitirle hablar de forma anónima. A Marius Borg Høiby le parece bien que su amigo hable libremente con VG".
Se ha lanzado un pódcast que construye una imagen más favorable de Marius Borg
Este pódcast, que bien puede ser otra versión de los hechos, construye una imagen mucho más favorable de Marius Borg de la que se tenía hasta la fecha. Suaviza la percepción pública de sus acciones y proporciona una versión más indulgente de la historia, así que bien podría ser una nueva estrategia en la gestión de una reputación. "Hay una persona detrás de la fachada. Incluso si ha hecho algo mal, debería haber oportunidades para regresar a la sociedad y mejorar. Hay que tener presente que aún no ha sido sentenciado. Y no nos corresponde a nosotros juzgarlo", dice el amigo anónimo de Marius al que los periodistas de VG han llamado con el seudónimo de "Erik".
En este punto, Erik tiene razón: Marius Borg aún no ha sido juzgado. Sin embargo, entre quienes defienden su imagen y quienes insisten en exponerlo, la investigación policial parece quedar en un segundo plano. Mientras los medios y distintos sectores alimentan narrativas contradictorias, el proceso judicial avanza con una lentitud y una presión inusual, despertando los temores de sí, en una dirección o en otra, el asunto se podrá resolver de forma imparcialidad.