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Estaba soltero, pero no solo

20 años de Alberto de Mónaco en el trono: secretos, escándalos y el renacer de los Grimaldi

La Primera Dama era Carolina de Mónaco con el apoyo de Ernesto de Hannover, mientras la princesa Estefanía estaba volcada en la crianza de sus hijos, los hermanos Casiraghi comenzaban sus primeros noviazgos y el príncipe Alberto reconocía a sus dos hijos mayores


12 de julio de 2025 - 6:00 CEST

El 6 de abril de 2005, el príncipe Raniero III murió a los 81 años de edad. Terminó así la era de uno de los soberanos más longevos de Europa y del hombre que había iniciado la transformación del pequeño principado en un emblema de lujo, estabilidad y finanzas internacionales. Con su muerte también se cerró el ciclo de tragedias que marcó a los Grimaldi en lo emocional y lo institucional, ya que el viejo príncipe se marchaba después de haber sufrido la muerte de su mujer, la princesa Grace (Grace Kelly) y de comprobar cómo su hija mayor, la princesa Carolina, sufría una suerte parecía a la suya perdiendo a su segundo marido de formar prematura. Su único hijo varón, Alberto de Mónaco, le sucedió de forma automática en el trono en el mismo instante que expiró su último aliento, y el luto por su pérdida paralizó al país durante varias semanas. Después, comenzó una nueva era, y Alberto II cogió las riendas del país. Se cumplen ahora 20 años desde ese momento y así ha cambiado la familia Grimaldi desde entonces.

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La transición fue un proceso bien diseñado que combinó el respeto por la tradición con una imagen moderna: la prolongación de los actos entre abril y noviembre permitió rendir homenaje al pasado y mirar con confianza hacia el futuro

Después del funeral de Estado, que tuvo lugar el 15 de abril de 2005 con presencia de más dignatarios de más de 60 países y un largo periodo de luto, el 12 de julio de 2005 arrancaron los actos en torno a la entronización de Alberto II.  La jornada comenzó con una misa solemne en la Catedral de San Nicolás, donde reposan los restos de los príncipes, Raniero y Grace. El arzobispo Bernard Barsi pidió para el nuevo soberano “sabiduría e inteligencia” y lo definió como “jefe de nuestra familia”, subrayando el vínculo entre la dinastía y el pueblo. Alberto llegó acompañado por sus hermanas, Carolina y Estefanía, y por su cuñado Ernesto de Hannover, en un ambiente de recogimiento y cercanía. 

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Por deseo expreso del príncipe, el acto fue íntimo y reservado exclusivamente a los ciudadanos monegascos, como un gesto de gratitud y unidad tras el largo luto nacional. Muestra de ello es que la ceremonia, con proyección internacional y a la que se invitó a las delegaciones extranjeras, se fijó para noviembre, haciéndola coincidir con su primer Día Nacional en el trono.

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Alberto II quiso que este momento fuera exclusivamente para monegascos, aplazando el encuentro con las delegaciones internacionales hasta noviembre

La jornada del 12 de julio de 2005, para que la que se engalanó todo el principado con los colores de la bandera, rojo y blanco, y se instalaron pantallas para que se pudieran seguir los actos desde cualquier punto de Mónaco, continuó con una recepción en los jardines del palacio Grimaldi, donde cerca de 6.000 monegascos celebraron el inicio de una nueva etapa con una simbólica entrega de llaves en la que Alberto II estuvo arropado por toda su familia, los Casiraghi, los Ducruet, los Hannover y también toda la rama que desciende de la princesa Antoinette, la única hermana del príncipe Raniero. En su primer discurso como soberano, Alberto expresó su deseo de que Mónaco fuera “una sociedad modelo y un modelo de sociedad”, comprometida con la ética, la paz, el medioambiente y la cultura. El príncipe se emocionó...

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Al soberano, que había cumplido los 47 años, se le aguaron los ojos, no solo era el nuevo jefe del Estado, también era el nuevo jefe de su casa, de su familia, y en él recaía el peso de muchas cosas, entre ellas, la continuidad dinástica y la supervivencia de una monarquía muy particular. Para entonces, el príncipe Alberto había agotado una juventud intensa y prolongada, marcada por su pasión por el deporte, su formación internacional y una vida sentimental con modelos, actrices y aristócratas, pero nunca había llegado al altar. Su entronización no solo marcaba el inicio de un nuevo reinado, sino también el momento en que debía asumir plenamente su papel como garante del futuro de la dinastía Grimaldi.

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 Su entronización no solo marcaba el inicio de un nuevo reinado, sino también el momento en que debía asumir plenamente su papel como garante del futuro de la dinastía Grimaldi

En ese intenso 2005, entre el fallecimiento de su padre y su entronización oficial, Alberto II quiso hacer público algo de lo que ya se encargaba en privado. El príncipe quiso entrar en su reinado con transparencia y, antes de estas celebraciones, reconoció a su hijo Alexandre Grimaldi, que entonces tenía dos años y ahora mismo tiene una carrera emergente en Mónaco. Al año siguiente de comenzar su reinado, también reconoció a Jazmin Grace, nacida en California en 1992 y con la que tienen una excelente relación. Ninguno de los dos hijos tiene derecho al trono, según la Constitución de Mónaco, pero ambos gozan de apoyo y, sobre todo, forman parte de la familia.  Hay que recordar que no fue hasta 2021, se publicó por primera vez una foto de los cuatro hijos de Alberto juntos: Jazmin, Alexandre, y los mellizos Jacques y Gabriella de Mónaco, herederos institucionales de Alberto II.

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Alberto II era un príncipe soltero, pero no estaba solo

Dando una señal de unidad, continuidad y dinastía, el príncipe Alberto abrió las puertas del legendario palacio Grimaldi y salió con los suyos: sus dos hermanas, las princesas Carolina y Estefanía, herederas como él de la otra era; y sus sobrinos, los Casiraghi y los Ducruet. Tampoco faltó el apoyo de toda la rama de la princesa Antoinette, la única hermana de Raniero. Toda la familia del nuevo príncipe, después del discurso, se mezclaron con la gente, se sacaron fotos, brindaron, charlaron, estuvieron accesibles y cercanos. Ese fue el plan que duró hasta la noche.

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Alberto II tenía la intención de que en su casa hubiera un lugar para todos, independientemente de la posición jerárquica que ocuparan dentro de la institución

Entonces Ernesto de Hannover, que se había casado con Carolina de Mónaco en enero de 1999, era una pieza muy visible de la vida institucional de Mónaco, de donde desapareció en torno al 2009, cuando el matrimonio comenzó a llevar vidas separadas, aunque nunca hayan llegado a divorciarse. También estaban en las celebraciones sus hijos, perfectamente integrados en el clan Grimaldi, Ernest August y Christian de Hannover, que siguen muy unidos, tanto a la princesa Carolina como a sus hijos, ya que durante un tiempo fueron prácticamente hermanos, sin olvidar que tienen a una hermana en común. La princesa Alexandra, la única que tiene un título real de los hijos de Carolina de Mónaco y que en el momento de la entronización de Alberto II estaba a punto de cumplir los 6 años y que había sido la alegría de los últimos días de Raniero.

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Los hermanos Casiraghi, sobre todo Andrea y Carlota, ya que Pierre todavía era menor de edad, comenzaban a despertar mucho interés mediático. Andrea, con 21 años, ya estaba saliendo con Tatiana Santo Domingo, que estaba entre las invitadas y se dejó ver en los fastos de la noche; mientras que de Carlota, que estudiaba Filosofía en la Sorbona de París y tenía 19 años, salía con su primer novio, Felix Winckler, hijo de un conocido abogado belga con quien estuvo entre 2004 y 2007. 

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Estefanía de Mónaco acababa de cumplir los 40 años y atravesaba una etapa tranquila, volcada en la crianza de sus hijos y poniendo en marcha su fundación contra el Sida, Fight Aids Monaco. Su relación con Daniel Ducruet, padre de sus dos primeros hijos, había terminado hacía casi una década, y ya había tenido a su tercera hija, Camille Gottlieb, fruto de una breve relación con su guardaespaldas y tenía entonces 6 años. 

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Ese día, del que ya han pasado veinte años, terminó con un concierto en el patio del Palacio del Príncipe, al que también asistieron la mayoría de miembros de la familia Grimaldi, ausentándose solo los niños, y fuegos artificiales que iluminaron la Costa Azul. Al día siguiente, Alberto II comenzó con su cometido: tenía que consolidar su reinado y hacerlo suyo, modernizarlo e imprimir su sello propio. Sin embargo, esta ya es otra historia, a la que con el tiempo se fueron sumando nuevos protagonistas, como la princesa Charlene, con la que el príncipe se casó en el año 2011, cuando él tenía 53 años y ella 33; y los pequeños Jacques y Gabriella, hijos del matrimonio y futura generación al frente de la Casa Grimaldi. 

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