"No lloré, ni una lágrima. Mi padre no me abrazó. No se le daba muy bien expresar sus emociones en circunstancias normales, ¿cómo iba a esperarse otra cosa durante semejante crisis? Es cierto que posó la mano una vez más sobre mi rodilla, y me dijo: 'Todo irá bien'. No era poca cosa para él. Paternal, esperanzado, bondadoso. Y tan, pero tan equivocado", cuenta Harry