El parecido es tan espectacular que, si uno se acerca y la mira fijamente, da hasta miedo. Por momentos, incluso, según él ángulo en la que se observe, parece cobrar vida. Nos referimos a la estatua de cera de Lady Di que se acaba de presentar en el Museo Grévin de París. Si ya de por sí la efigie resulta verdaderamente impactante, hay otro elemento fundamental y que no ha sido elegido al azar: su look con el icónico vestido de la venganza y las joyas para la ocasión. Junto a todo ello, cabe recordar que este homenaje a la difunta' 'royal' británica se produce en la ciudad donde ella perdió trágicamente la vida hace casi tres décadas, un 31 de agosto de 1997, en accidente de tráfico.
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El trabajo de creación se ha llevado a cabo "meticulosamente para captar su expresión única con la mayor fidelidad posible y reproducir su atuendo de forma idéntica", aseguran los responsables de la obra, entre ellos el encargado de esculpirla, el artista francés Laurent Mallamaci. La fecha para inaugurar la figura tampoco era casual, ya que han querido que coincida con el 30 aniversario de la histórica y explosiva entrevista televisiva que le hicieron a la princesa de Gales en el programa Panorama de la BBC y que, en aquella época, sacudió como nunca antes los cimientos de la corona inglesa.
El la capital gala, Diana compartirá sala con nombres tan variopintos como Beyoncé, María Antonieta y Jean Paul Gaultier, cuya ceroplástica ocupa aquí un espacio dedicado a la moda que se ubica bajo la bóveda del citado edificio. Hace unos meses, también causó furor una estatua de cera dedicada a Kate Middleton, nuera de la difunta Lady Di, que puede verse en el popular Museo Madame Tussauds de Londres. En ambos casos, se trataba de un modelo tan realista que se convirtió en viral al instante, con numerosos comentarios sobre el hecho de que parece de carne y hueso. Una efigie que se sumaba allí a las que ya hay de su marido, el príncipe Guillermo y de sus suegros, los reyes Carlos y Camilla.
Así nació el icónico 'vestido de la venganza'
El 29 de junio de 1994, la televisión británica ofreció un documental en el que Carlos de Inglaterra hizo pública su relación con Camilla Parker Bowles. Aunque llevaban dos años separados, el príncipe y Diana de Gales todavía estaban casados, así que el anuncio se interpretó como la confesión de su infidelidad. Y ya antes de la emisión, los medios fueron anticipando lo que el futuro monarca revelaría. Por eso, cuando Lady Di recibió la invitación a la gala benéfica en la Serpentine Gallery esa misma noche, decidió declinarla... hasta que, un par de días antes de que se celebrara aquella velada, terminó por aceptarla.
En cuanto a los preparativos, no tenía ningún traje pensado para el evento y, cuenta la leyenda, fue su mayordomo quien rescató del armario de la Princesa un diseño corto que llevaba tres años colgando en él. Se trataba de una creación de Christina Stambolian que Diana no había estrenado por considerarlo demasiado atrevido. Cuando esta bajó del coche y saludó a Lord Palumbo, empresario y coleccionista de arte, no podía imaginar que ese momento pasaría a la historia. O quizá sí, y precisamente por ello decidió romper el protocolo 'royal' con su vestido negro que dejaba a la vista los hombros y las rodillas.
Confeccionado en crepé de seda con este color reservado para eventos de luto dentro de la monarquía, Diana de Gales completaba su conjunto con pendientes y un collar de perlas, bolso de mano negro, medias y zapatos de tacón. Era, sin duda, una elección tan arriesgada como espectacular que quitaba el hipo, y que suponía además toda una revolución en el clásico vestuario de la princesa, quien desde entonces comenzó a vestir de manera más alejada de la formalidad impuesta dentro de la Familia Real.
La entrevista que resultó ser un engaño para ella
Un dato muy elocuente y clasificador de lo que fue aquello: 23 millones de espectadores, solo en el Reino Unido, se sentaron ante sus televisores para ver a Diana de Gales en una entrevista sin precedentes. Durante 54 minutos y desde el buque insignia del periodismo nacional, la BBC, la mujer del futuro rey, sentada en uno de los salones del Palacio de Kensington, disparó, una y otra vez, directamente a la línea de flotación de la Casa Windsor, dejando tocada a la realeza británica y hundido al príncipe Carlos, quien tuvo que lidiar con una crisis de popularidad que solo sería superada por la que vino tras la muerte de la propia princesa en 1997.
Es una historia que ha venido a completarse en los últimos años, cuando los príncipes Guillermo y Harry persiguieron la depuración de responsabilidades hasta que quedaron probadas las tácticas engañosas con las que Martin Bashir, el periodista que la entrevistó para el programa Panorama, consiguió las declaraciones de la princesa. En sus declaraciones, Diana no se limitó a insinuaciones: habló con una franqueza que desarmó a la audiencia. Reconoció sus problemas personales, cuestionó la idoneidad de Carlos para ser jefe del Estado y, con la célebre frase "éramos tres en este matrimonio", verbalizó de un modo público la relación de su esposo con Camilla Parker Bowles.
Muchos coinciden, tanto historiadores, biógrafos, corresponsales como amigos personales de la princesa, que su intención con esa entrevista no era otra que forzar un divorcio que se había quedado estancado y que la realeza británica no tenía prisa por resolver. Cierto es que después de esa sonada aparición televisiva, la maquinaria de palacio se puso en marcha y los príncipes de Gales firmaron su divorcio en agosto de 1996, justo un año antes de la muerte de Diana. No obstante, los motivos que llevaron a la princesa a sentarse ante las cámaras fueron más allá, ya que en 2021 una investigación concluyó que la Princesa fue manipulada, engañada y coaccionada con documentos falsos para que hablara.
